Quien me iba a decir a mí que le iba a gritar un ¡hurra! a D. Alfonso Guerra, insigne vicepresidente del gobierno con Felipe González al que hemos calificado de rojo donde los haya. Pues resulta que ser rojo tampoco implica pactar con los traidores a nuestra patria. Ser rojos será a los efectos políticos de gobernar, como en la época de Felipe cuando Guerra dominaba el CSI, gritaba a los cuatro vientos que Mostesquieu había muerto, refiriéndose a la separación de poderes, y que al que no obedeciera las consignas del partido no salía en la foto. Pero aquel brillante político sigue en sus trece y no creo que haya cambiado su postura política. Sigue siendo un personaje de izquierdas pero lo que sí es cierto es que es un personaje coherente con la política estatal que siguió el PSOE. Lo primero que hizo en el programa de El Hormiguero es denunciar la torpeza de los nuevos dirigentes del PSOE que compran votos a base de amnistía y de 15.000 millones de euros que le piden los golfos de Puigdemont y compañía. Como él dijo claramente, si Sánchez no les da nada le hubieran votado igual, porque el resultado de que no el votasen era que se convocasen nuevas elecciones, y como está el patio saldría un resultado muy favorable a la derecha del PP y los primeros perjudicados serían Esquerra, Bildu y los Puigdemontcitos. Alegaba que el PP en aquellas circunstancias del referéndum se había mostrado muy débil al aplicar el 155 durante solo dos meses, insinuando que si él hubiera estado en el gobierno hubiera sido mucho más duro con los Puigdemitas. Entre otras cosas argumentó que no se merecían los delincuentes una amnistía por ser delincuentes, y que le extrañaba que los propios delincuentes estuvieran redactando el texto por el cual dejaban de ser delincuentes en una ley que será la vergüenza nacional. Otra de las cuestiones que trató fue en relación al despilfarro del gobierno catalán que ha llegado a tener un déficit de 15.000 millones de euros mientras que las demás autonomías, respetuosas con las normas, se han contenido en el gasto y no deben nada al Estado. Se prima la golfería y se castiga a los cumplidores. La cuestión más importante que pasó más desapercibida pero que para mí le dio más peso específico a la entrevista fue la defensa de la transición. Según él se llegó a la transición por una postura tolerante y de perdón con los adversarios políticos, de manera que el borrón y cuenta nueva hacía que el futuro político español naciera de la paz y la concordia, y que este gobierno está siguiendo las consignas de quienes quieren de nuevo dividir a los españoles entre rojos y azules, entre mujeres y hombres, ricos y pobres, etc., es decir, que cada vez que salgamos a la puerta de casa veamos en nuestro vecino un enemigo. Una cosa es un enemigo y otra un adversario político. La defensa de la transición ha puesto de relieve la falta de escrúpulos de la actual política, en la que se ha trucado la izquierda por la influencia clara de la extrema izquierda. Un hurra por D. Alfonso.