Marceliano García-Catalán Delgado (La Solana, 1958) dirige el centro penitenciario de Herrera de la Mancha desde 2012. Por edad podría haberse jubilado ya, pero a tenor del entusiasmo que transmite cuando habla de su trabajo y del funcionamiento interno de la prisión, se infiere las razones por las que aún no ha optado por su merecido descanso profesional. No en vano, es funcionario desde 1982 y, tras pasar por la Modelo de Barcelona y por Alcalá Meco en Madrid, regresaba 'su casa' en 1998, como subdirector de seguridad. En sus manos está el delicado engranaje que tiene como gran objetivo la convivencia intramuros entre el medio millar de reclusos y unos 210 funcionarios y trabajadores.
Lejos del televisivo arquetipo de alcaide malhumorado y excesivamente estricto, García-Catalán se enorgullece de las condiciones dignas en las que los presos cumplen su condena, en un centro 'abierto' por dentro y que dista mucho de la máxima seguridad que llegó a tener Herrera de la Mancha en aquellos complicados años 80-90, cuando sus celdas estaban llenas de terroristas de ETA. Y más cuando las instalaciones están sufriendo una reforma integral gracias a la cual, por ejemplo, cada celda contará con ducha propia, desapareciendo así los tradicionales aseos colectivos.
¿En qué consiste el trabajo diario del director de Herrera?
Marceliano García-Catalán, director del Centro Penitenciario de Herrera de La Mancha - Foto: Rueda VillaverdeResumiéndolo, en que el centro funcione con una normalidad absoluta en el desarrollo del servicio. Todos los días el director y los subdirectores despachamos con el jefe de servicios para analizar todo lo que ha pasado el día anterior, la noche incluida, y se planifican las cosas que son necesarias para el día a día. Analizamos las carencias, tanto por parte de funcionarios como las situaciones que se plantean con los internos; se despachan, se tratan y se solucionan cuando se detecta algún problema.
Esto es una rutina. La cárcel es el sitio más rutinario del mundo. Cuando una persona viene de la calle sin hábitos de costumbre, aquí es lo primero que aprenden: saben a qué hora es la comida, cuándo se cena, cuándo se vuelve a las celdas, saben cuándo les corresponde el gimnasio, cuándo tienen consulta médica, cuándo tienen que ir a la escuela... Todo tiene su horario, está todo planificado, nada se improvisa.
¿Es imprescindible tener un carácter fuerte para dirigir un centro penitenciario?
Todo lo contrario. Si eres de esa manera no te vas a ganar el respeto de tus trabajadores, y con los reclusos no ganas nada. Tienes que atender a los internos en sus demandas, y en muchas ocasiones le vas a tener que decir que no, pero razonando.
¿Tiene usted contacto directo con los internos?
Claro. Salvo los funcionarios de oficinas, el resto del equipo de directivos sí tenemos contacto con los internos. El pasar diariamente al interior es una cosa habitual, y recibir a internos en audiencia. Es bueno hablar con ellos porque necesitan tener la idea de que son atendidos, como le pasa a todo el mundo.
¿Cuál es el principal problema en el centro, el que amenaza su convivencia interna?
La droga. Genera deudas, genera rencillas, agresiones y una problemática específica para nosotros, al margen de la sanitaria o una posible sobredosis. Por eso existe un módulo especial, de unas 25 plazas, cogestionado con Proyecto Hombre, que está lo más alejado posible del resto para evitar esa tentación en la recaída. Allí reciben un tratamiento contra las adicciones.
¿No es posible evitar que la droga entre en el centro?
Es muy difícil. Aquí salen muchos internos con permisos ordinarios, se van cuatro o seis días con sus familias, y al volver tenemos el riesgo de que metan droga. Lo hacen en el interior del cuerpo. Sistemáticamente no puedes hacer una exploración radiológica a cada interno que venga de permiso, eso no es razonable ni sanitariamente aconsejable. Solo se puede hacer un cacheo integral, pero no se puede hacer más. Además, en las comunicaciones 'vis a vis' vienen familiares y amigos, hay todos los días y pueden venir hasta cuatro personas por interno. Es muy difícil que eso se pueda erradicar, a pesar de que tengamos el apoyo de la unidad canina de la Guardia Civil.
¿Es habitual que se produzcan incidentes, como peleas, agresiones o intentos de fuga?
Incidentes serios no tenemos desde hace muchos años, gracias a Dios. Recuerdo el año 1990 o 91 que fue terrible, para pensar en dejarlo, pero ni siquiera en aquellas épocas tan malas tuvimos intentos de fuga. Toco madera porque la seguridad total no existe. Esto no es un centro de máxima seguridad, pero el personal funcionario, con su vigilancia, ayuda a disuadir cualquier idea de evasión. Y luego están los medios pasivos, como las concertinas, los muros, sistemas electrónicos de vigilancia, cámaras perimetrales con una serie de sistemas y sensores, para que estén permanentemente vigilados.
Realizar una reforma integral del centro y hacer que siga funcionando con normalidad debe de ser todo un desafío...
Lo es, porque hay días que tenemos hasta 50 trabajadores de la calle en el interior, como fontaneros, electricistas y tal. Pero se está realizando sin contratiempos.
¿Qué va a suponer para reclusos y trabajadores esta gran reforma en Herrera de la Mancha?
Como director, tengo que estar muy contento porque se va a quedar un centro penitenciario como tiene que ser, con todas las comodidades. Porque puedes estar cumpliendo una condena, pero no tienes por qué estar aguantando ciertas carencias. Es una cuestión de dignidad, para los internos y también para los funcionarios. Afortunadamente, vivimos en una época en la que hay menos problemas que antes. Herrera de la Mancha es un centro en el que la labor del funcionario es estar con los internos, para conocerlos. Aquí tenemos mucha proximidad, y eso lleva un beneficio porque conoces sus problemas. Esta forma de trabajo que hay en Herrera te garantiza más paz social, porque de alguna manera esta proximidad con los internos te hace que ellos te conozcan y tú los conozcas, e incluso puedes anticiparte a ciertos problemas.
En su discurso del día de la patrona de Instituciones Penitenciarias habló del déficit de los servicios médicos en el centro. ¿Es una situación preocupante?
Es una problemática nacional. Es cierto que las diferentes convocatorias que se están haciendo de médicos en concreto no se cubren, no se presenta gente, no puedo explicar por qué será. Esto ha provocado que se haya pasado de tener tres médicos a tener solo uno, porque dos se jubilaron en julio. Hay una solución legal que es que el servicio de salud penitenciario pase a los sistemas de salud de las comunidades autónomas. Esto está legislado desde el año 2003, pero no se ejecuta.
Afortunadamente, estoy muy satisfecho de los servicios médicos que hay en el centro, tanto del único médico que tenemos como de enfermeros y de los auxiliares, pues son un personal excelente. Yhay que dejar claro que la atención médica está cubierta porque hay un servicio de telemedicina.
Una demanda tradicional del sector es el reconocimiento de los funcionarios de prisiones como agentes de la autoridad. ¿Por qué es tan importante?
Es una demanda muy lógica. ¿Se puede ver bien que un conductor de autobuses en la calle sea reconocido como agente de la autoridad cuando tenga un problema con un pasajero, y que aquí tengas un problema con un interno y no lo seas? Eso no tiene sentido. Sería muy importante porque, por ejemplo, en el caso de una agresión de un interno a un funcionario sería un delito, mientras que ahora se queda muchas veces en un ámbito administrativo. Agresiones a funcionarios las hay, por desgracia, aunque en este centro no son habituales, pero en otros centros más conflictivos, sí.
¿Cuál es el perfil del interno de Herrera de la Mancha, en cuanto a delitos y nacionalidad?
En cuanto a delitos, hay un poco de todo, pero hay muchos ingresos por violencia de género, han aumentado muchísimo. En cuanto a las nacionalidades, el 20 por ciento son extranjeros.
En una prisión como ésta, el recluso no solo cumple su condena privado de libertad, sino que también recibe apoyo para su reeducación y reinserción. ¿Cree que la sociedad conoce bien esta función?
No. Un centro penitenciario es un sitio de cumplimiento de penas en el cual hay unas condiciones en las que nuestros clientes, por decirlo de alguna manera, no están satisfechos con estar aquí. Entonces, cuando se habla de los centros penitenciarios lo que se ve por televisión siempre son situaciones que no tienen que ver con la realidad, o situaciones de violencia u otras que no tienen parecido ninguno. Esto es como un pequeño pueblo en el que se hacen todo tipo de actividades, formativas, educativas, sanitarias, deportivas, laborales...
Aquí hay ciento y pico personas trabajando, casi 50 reclusos con talleres externos, dos talleres que tenemos de la calle, hay internos trabajando en cocina, en la panadería, en el economato, que reparten la comida...Y todos dados de alta en la Seguridad Social.
¿Hay 'casos perdidos' en Herrera de la Mancha, personas que salgan del centro en peores condiciones de las que entraron?
En los programas de tratamiento unos internos evolucionan mejor que otros. Hay personas que no reconocen que han cometido ese delito, aunque sea una sentencia firme y aunque haya unos hechos probados. Se trabaja con esas personas y con algunos se consiguen más los objetivos que con otros.
Hay internos que son más refractarios al tratamiento pero, sinceramente, no creo que ningún interno haya salido del centro peor de cuando entró. Mucha gente está marginalizada, no tiene medios económicos, y si aquí se gana un sueldo, la mayoría lo quiere. Entonces, en los diversos aspectos que hay en un centro penitenciario, todos salen mejor.
¿Algún recluso de Herrera de la Mancha se podría beneficiar de la reforma judicial sobre la convalidación del tiempo de condena cumplida fuera de España?
Que yo tenga conocimiento, no.
Se habló también de endurecer las penas para los reincidentes en pequeños delitos como podrían esr los robos a personas en la calle. ¿Está el centro preparado para recibir a más reclusos de los que ahora tiene?
Yo creo que no, que habría dificultades. En Inglaterra, por ejemplo, están excarcelando a mucha gente porque no tienen capacidad para tomar medidas de este tipo.
No se trata de que haya espacio para más personas, sino de que el centro pueda funcionar bien y prestar sus servicios.