Desde el Museo del Ejército queremos destacar un instrumento musical poco conocido, el olifante. A lo largo de la historia también ha recibido otros nombres como cuerno de caza o trompa de marfil, lo que ha podido llevar a no ser considerarlo un instrumento musical al uso. Pero el olifante es un instrumento de viento de los llamados aerófonos, de los más simples y antiguos, hecho a partir de un cuerno hueco al que se le perfora la punta. Se puede tocar directamente con los labios sobre el instrumento, aunque a veces se adapta una boquilla. Podemos encontrar otros tipos de embocaduras como la travesera, que es el caso del olifante que nos ocupa. Este tipo de embocadura se sitúa en la cara cóncava de la curva del instrumento con abertura en forma oval a la manera africana, siendo esta la más atípica en los olifantes de caza o de guerra.
Los primeros ejemplares de estos instrumentos en Europa los encontramos en Sicilia y en el sur de Italia, aunque su procedencia más probable sería la africana. Instrumento medieval por excelencia, ya que la idea de ahuecar los cuernos es antiquísima, de la forma de fabricarlos ya se habla en textos latinos y en poemas griegos. En la Edad Media muchos de estos olifantes fueron considerados objetos de lujo, tanto por el material del que están realizados como por la gran riqueza en su decoración. El cristianismo utilizó el olifante para llamar a los fieles al culto y como relicarios. Atribuido igualmente a los nobles y a los caballeros, ya que en él pueden aparecer labrados escudos heráldicos o decoraciones de cacerías. Tanto por su morfología, por el esmero al esculpirlos y por sus dimensiones, podemos pensar en una utilización de carácter militar llamando en este caso, bocina o trompa de combate.
La mayoría de los olifantes medievales estaban decorados con motivos orientales u orientalizados, eso nos da una pista de su origen cercano o probable en Oriente. El olifante que nos ocupa, perteneciente a la colección del Museo del Ejército, presenta ricas decoraciones incisas distribuidas en bandas en la parte central así como entrelazados geométricos. Tiene dos anillas talladas o argollas para colgar un cordón y suspenderlo según el gusto europeo. La pieza datada en el siglo XVI, es de marfil tallado a partir de un colmillo de elefante del Congo portugués. Existen nueve ejemplares de características similares que pudieron ser realizados por el mismo taller congolés. Hay autores que consideran que esta pieza pudo ser enviada como regalo diplomático, aunque tradicionalmente se ha atribuido su pertenencia a Garcilaso de la Vega.
En España podemos encontrar varios olifantes repartidos por diversas instituciones, de la Edad Media y el Renacimiento. Destacan el olifante de Roldán en Santiago de Compostela; el de Gastón en Zaragoza; el del Cid en Sevilla; el de la Fundación Lázaro Galdiano en Madrid y los Olifantes de los Reyes Católicos, en Madrid y Pontevedra. El Museo del Ejército en Toledo, cuenta con dos ejemplares de olifante.