Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


El herrén

09/11/2023

La semana pasada escribía sobre el pequeñísimo porcentaje de europeos y españoles, tan solo un 6%, que vive en un entorno que le ofrece la posibilidad de tener una relación directa con aquellos animales que los humanos hemos dedicado a la producción de alimentos: gallinas, patos, pavos, cerdos, vacas, ovejas, cabras, mulas, burros, caballos, etc. Probablemente, por su escaso conocimiento real y próximo sobre las condiciones en que viven estos animales, una mayoría de europeos entiende que es necesario proveerles de mayores condiciones de bienestar en las explotaciones donde se crían y demanda más información sobre esas buenas condiciones en el etiquetado de los alimentos de origen animal para que les facilite su selección y elección en el mercado.
 Es una lástima que el eurobarómetro no presente resultados desagregados, lo que permitiría establecer la diferencia, sobre la opinión al respecto, entre los europeos que viven en zonas urbanas y los ciudadanos que viven en el medio rural. Me aventuraría a asegurar que sus respuestas presentarían una variación significativa, ya que el campo y los pueblos están más cerca del pasado reciente y del trato cercano con animales, aunque más lejos de los avances tecnológicos. De hecho, tristemente el retraso en estos últimos, porque en absoluto lo es en muchos otros ámbitos, es causa principal de su desconexión con el resto del mundo y de su abandono.
Testigos de ese pasado, que allí continua presente, son las casas de campo y labor, prueba de la estrecha relación y dependencia de los humanos con los animales. Estaban pensadas y diseñadas para albergarlos, puesto que tenían casi tanta importancia como las personas, ya que de su bienestar dependía el bienestar económico de toda la familia, que no suele limitarse al estrecho círculo formado por los padres y los hijos. Mirar por la economía doméstica no denota egoísmo de especie, sino calcular tus posibilidades de supervivencia, siendo lo más independiente posible de los recursos externos. Así, no solo disponen de almacenes de grano, lagar, horno, cocinas, pozos, almazara o huerto, sino también de abrigadas cuadras, establos, corrales, palomares, gallineros, perreras, pajares, pastos o jerrenales para tener forraje fresco, el herrén troceado con el hocino, con el que llenar las pesebreras.
Construcciones tradicionales que para su conservación requieren especialistas en artes manuales de oficios tradicionales. Cómo Benjamin, maestro artesano albañil, que con su gran pericia ha logrado abrir, con la ayuda de Roberto, una magnífica escalera en un sitio imposible para acceder a un palomar reconvertido en biblioteca. El perfecto y medido enlosado de los peldaños se ha conseguido con antiguas baldosas de barro, de belleza imperfecta y salvadas de la escombrera por la sensibilidad conservadora de Jordi, que guardan las huellas de un gato y una gallina, que curiosos se pasearon sobre ellas mientras se secaban al sol del patio de alguna de estas casas.

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