No deja de sorprender lo rápido que pasa el tiempo. Las vacaciones son un vago recuerdo y ya solo nos quedan las Navidades con un incierto futuro. La primera idea que me ha venido a la mente es que este año han fallecido bastantes personas que he conocido en vida. Supongo que cuando uno se hace mayor se da con frecuencia, pero es una experiencia nueva en mi caso. Pienso que ellos están mejor que yo, aunque no tengo prisa en confirmarlo.
El año está llegando a su fin y es difícil predecir si queda mucho por venir, si el año que viene será tranquilo o convulso. Cada vez nos cuesta más acompasar nuestra existencia a los tiempos reales. Los avances tecnológicos nos han instalado en una prisa constante donde la inmediatez, ese presente fugaz, domina el juicio y condiciona nuestras decisiones. No creo que China tenga un modelo político justo y respetuoso con la dignidad humana (si lo fuera, dejarían a los chinos opinar al respecto), pero sí aciertan de pleno con los tiempos. Sus dirigentes, podríamos reducirlo a uno, nunca van con prisa a ningún sitio. Esta actitud les facilita no perderse, aunque cuando se equivocan lo hacen elevado al cubo.
No es que nos hayamos perdido nosotros un poco, es que hemos tirado la brújula, quemado el mapa y nos ha entrado un brote de ansiedad al constatar que no sabemos dónde estamos. Occidente está destruyendo sistemáticamente todas las instituciones que han permitido una convivencia pacífica y facilitado un entorno de creación de riqueza. Lo grave es que esa compulsión anarquista no ha venido acompañada de un modelo sustitutivo. El escenario que a los griegos (serían blancos, pero no tontos) más les aterraba era la anarquía, ese vacío de poder consciente.
Desde luego que hay policías corruptos, pero defender su desaparición como institución asegura una mayor criminalidad. La actividad económica conlleva cierto nivel de contaminación, pero la parálisis industrial trae pobreza, miseria y en poco tiempo mayor daño ambiental. Gadafi era un cruel dictador, pero Libia ahora es un estado fallido. Los ejemplos abundan.
La capacidad humana para agravar las cosas es asombrosa. La incógnita real es cuándo vamos a cambiar el relato por la realidad. Me gustaría decir por la verdad, pero es un concepto discutido en este mundo subjetivo y relativista. La vida es muy simple si se aceptan los puros hechos. La lluvia cae y el agua moja.