Ramón Rodríguez Verdejo aprovechó el final de la primera vuelta para hacer balance de lo sucedido hasta la fecha en el Sevilla. Monchi, que así le conocen desde que era un renacuajo en la cantera del San Fernando, se situó al borde del llanto, con la voz entrecortada y el verbo atascado cuando dijo eso de «ver al Sevilla 17º o 18º... eso jode mucho».
El director general hispalense aparece este curso como un tipo desquiciado como consecuencia de sus propios errores. «Me he equivocado mucho en verano, y ahora estamos intentando arreglarlo», asumió en la conferencia de prensa. Del fallo nació el desquiciamiento de un Monchi histriónico como nunca, capaz de bajar al campo en el Sánchez Pizjuán (Sevilla-Cádiz) y patear una botella mientras protestaba por un gol anulado a Lamela, obligando al equipo a salir del vestuario en Almería (2-1) para pedir perdón a sus seguidores, llorando a mares tras un gol liberador de Rakitic, o saltando al césped en el Benito Villamarín y yéndose al centro del campo a saludar a la afición visitante (el Betis realizó además una queja formal e institucional por la actitud de Monchi, «por interactuar, intercambiando insultos, con aficionados desde el palco»).
Es la imagen irreflexiva de un tipo que debería mantener la compostura y que fue considerado una especie de 'rey Midas' de los mercados. Monchi, antes de estas fotografías perturbadoras y de los errores de planificación veraniegos (la venta de sus dos centrales, Diego Carlos y Koundé, destrozó al equipo), era uno de los directores 'top' del fútbol mundial. Tuvo esa fama, al nivel de Zorc (Dortmund), Walsh (Leicester), Henrique (Oporto), Rangnick (Leipzig), Rui Pedro (Benfica)…
De hecho, nadie presenta unos números así en el fútbol español. Fue el que compró a Dani Alves por 550.000 euros y lo vendió por 42 millones al Barça, el que se fijó en Krychowiak (5,5 millones) y lo vendió por 33,6 al PSG, el que cazó a Baptista (3,5) y logró que el Madrid pagase 20, o el que sacó un brutal rendimiento a canteranos recién ascendidos al primer equipo como Reyes (20 millones pagó el Arsenal… y el Sevilla lo recompró por 3,5), Navas (otros 20 pagó el City) o Sergio Ramos (27 del Real Madrid cuando el camero ni siquiera llevaba 50 partidos en Primera División).
Estas fueron las operaciones de más relumbrón, pero el hecho de que el cuadro andaluz ganase siete títulos continentales en 14 años otorga a Monchi un crédito casi inagotable en Nervión. A la nómina de ilustres del párrafo anterior habría que añadir a Keita, Adriano, Poulsen, Negredo, Vidal, Fazio, Medel, Kondogbia, Rakitic, Bacca, Sarabia, Ben Yedder, Koundé, Diego Carlos, Ocampos, Jordán…
La 'Cara B'
Pero también hay 'otra cara' detrás de tanto éxito. Primero, que siempre le falta 'algo' para poder dar el salto hacia un nivel superior; y segundo, una nómina más oscura: el fichaje más caro en la historia del club (25 millones) es el de un futbolista (Rony Lopes) prácticamente inédito, que viaja de cesión en cesión; se gastaron 17 millones en la 19/20 por el israelí Dabbur, 14 en Óscar Rodríguez, 21 en Suso, 12 en Idrissi (jugadores que no han respondido en el Pizjuán) o casi 50 en Promes, Amadou o Gnagon. Tras pasar por la Roma y volver en 2019, los tres primeros años reportaron un balance negativo de 113,71 millones de euros a la entidad, lo que obligó a las ventas del pasado verano… y derivó en el sufrimiento del equipo y las lágrimas de un gurú en horas bajas.