Irlanda aprobó el pasado mes de mayo una ley –que es pionera en el mundo– donde obligarán a todas las bebidas alcohólicas, incluyendo el vino y la cerveza, a incluir en sus etiquetas advertencias sobre el riesgo que conlleva su consumo para la salud. La norma entrará en vigor en Irlanda dentro de tres años, en mayo de 2026, mientras el ministro de Sanidad –promotor de la medida– espera que otros países sigan el ejemplo.
La decisión irlandesa ha sido aplaudida por diferentes asociaciones contra el cáncer o contra el alcohol en el país. También hubo sectores que se opusieron frontalmente, lo que creó un debate acalorado y acusaciones cruzadas entre parte de la comunidad médica y el sector profesional del vino.
El debate acabó recalando en Bruselas por la presión de Irlanda y algunos movimientos políticos del viejo continente, pero la insistencia fue frenada, de momento, por la mayoría del Europarlamento como señala a La Tribuna la europarlamentaria socialista Cristina Maestre, que defiende que «un consumo moderado de vino no tiene por que crear cáncer, eso es una barbaridad».
El etiquetado que propuso Irlanda incluía mensajes en los que se avisaba de que beber alcohol incrementa el riesgo de heridas con un dibujo de una botella de cristal rota o también alertaba del aumento del riesgo de desarrollar cáncer. Había también avisos específicos para embarazadas, para la conducción de vehículos y para el desarrollo cerebral de los más jóvenes.
Es importante señalar que la etiqueta 'de alcohol' irlandesa ha traído innumerables críticas por parte de varios estados miembros de la Unión Europea, así como de miembros de la Organización Mundial del Comercio y productores de bebidas alcohólicas, quienes la consideran una barrera al comercio, tachándola de «injustificada y desproporcionada».
clm se opuso desde el primer momento. El Gobierno de Castilla-La Mancha también dio la batalla desde el primer momento, esgrimiendo que era una decisión tomada de manera unilateral por un país miembro de la UE –que no comparte la cultura del vino que sí hay en buena parte de Europa–, pero que afectaba al mercado común que compartimos entre todos.
Al respecto, Cristina Maestre reconoce que hubo controversia con la iniciativa firmada por Irlanda pero, «afortunadamente», la mayoría de la Cámara europea tumbó la propuesta y dijo no al etiquetado del vino como producto cancerígeno. No obstante, avisa de que está habiendo de nuevos movimientos políticos que quieren reabrir el debate, pero «hasta la fecha no se ha sustanciado ningún tipo de iniciativa y, en cualquier caso, volveríamos a reproducir la mayoría en el Europarlamento» para rechazarla.
Maestre explica, además, que las grandes fuerzas políticas en España están en contacto continuo con el sector del vino para tranquilizarlo. «Nos hemos reunido con la Federación Internacional del sector del vino y le garantizamos que eso, por supuesto, iba a tener el mismo destino si se volvía a reproducir».
A su juicio, es una «barbaridad» y un «despropósito» decir que beber vino produce cáncer e insiste en que si la propuesta de Irlanda y algunos movimientos políticos europeos prospera «haría mucho daño al sector» porque «defendemos el vino como un alimento, beneficioso para la salud en cantidades moderadas. Además, forma parte de nuestra tradición, de nuestra cultura y de nuestra economía. No podemos olvidar que somos los mayores productores de Europa. Así que con eso, poca broma», apostilló la europarlamentaria socialista.
Por un lado, hacer un etiquetado específico para un país concreto incrementaría los costes. Por otro, podría afectaría negativamente a la imagen del producto, pues este tipo de mensajes son «erróneos» para el consumidor, porque «no es verdad que sea un elemento perjudicial para la salud», sostenía la directora general de Alimentación de la Junta de Comunidades, Elena Escobar, cuando saltó la polémica.
Escobar recalcaba que está comprobado que el vino, tomado con moderación es un alimento saludable e insistía en que no se puede equiparar a otras sustancias nocivas.
un país que bebe más que la media. El caso es que Irlanda tiene un problema con la bebida, pero no parece que la culpa sea del vino. Es uno de los diez países con mayor tasa de consumo per capita del entorno de la OCDE (Europa). Está en 10,8 litros de alcohol puro, cuando la media del continente es de 9,5.
Lo que más se consume es, sobre todo cerveza, acaparando el 47 por ciento del total. El vino aparece en segundo lugar, pero a bastante diferencia, con un 28 por ciento. El 19 por ciento del consumo es de bebidas espirituosas como el whisky.
La conocida como isla esmeralda no es uno de los grandes mercados para el vino de Castilla-La Mancha. A pesar de ser un país comunitario, no está ni entre los primeros veinte destinos a los que se vende vino de la tierra. A pesar de que cuantitativamente no supondría a priori un gran perjuicio desde Cooperativas Agroalimentarias y desde la Junta temen que se produjera un efecto contagio y el daño que causaría a la imagen de este producto.