Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Benemérito

14/10/2024

Dicen –y yo me lo creo- que para ser benemérito tienes que ser digno de galardón o reconocimiento. Haber hecho algo meritorio, estimable y honorable, para que pueda ser elogiado y ameritado. No sé si habrá muchos en esta sociedad actual…
La verdad es que es una palabra de escaso uso en nuestro lenguaje común. En algunos países del cono sur de América, este término es muy usado y altamente reconocido. Concretamente en Perú y sobre todo, en Costa Rica, donde está dentro de su Constitución. Pero hay un caso singular en la figura de Benito Juárez, presidente del país mejicano entre 1857 y 1872 que suele ser mencionado como Benemérito de las Américas, distintivo de admiración que le demostraron todos los pueblos del continente por su labor política.
Sin embargo yo quiero traer este apelativo en mi columna semanal porque este pasado 12 –hace escasamente dos días-, se conmemoró la Fiesta del Pilar (la Virgen del Pilar es su patrona) para la Guardia Civil, fiesta que también coincide como de la Hispanidad para todos los pueblos de habla hispana. Y lo traigo porque el Instituto Armado de la Guardia Civil española se fundó el 28 de marzo de 1844 con la intención de acabar con el bandolerismo y la inseguridad que acechaban los caminos tras la guerra de la Independencia y en su Real Decreto fundacional se estipulaba que sus objetivos eran «proteger eficazmente a las personas y a las propiedades» y mantener el orden público.
La Guardia Civil recibiría el sobrenombre de «Benemérita» desde el 4 de octubre de 1920 como término que elogiaba y reconocía los méritos de este cuerpo para ser dignos de tal galardón, término que procede del latín «ben» (bien) y de «meritus» (merecedor), por lo que en esa misma fecha, el Consejo de Ministros le concedería la Gran Cruz de la Orden al Mérito de la Beneficencia por sus «innumerables actos y servicios abnegados, humanitarios y heroicos que los individuos pertenecientes al mismo han realizado con motivo de incendios, inundaciones y salvamentos de náufragos». Esta condecoración se creó durante el reinado de Isabel II, el 17 de mayo de 1856, para recompensar actuaciones o servicios extraordinarios durante desastres. La concesión de dicha Gran Cruz no fue más que el reconocimiento oficial que ya existía entre la ciudadanía.
Vaya pues, mi aplauso para este Cuerpo y vaya también mi especial sintonía hacia un calificativo más que merecido ya que, siendo un término poco usado en nuestro coloquial lenguaje, tiene un alto valor, no especialmente lingüístico –que también- sino moral y de significado en su realidad, en su contenido y en su justificación.