Con la firma del Protocolo de Washington, signado el 12 de agosto y con el Tratado de París de 10 de diciembre de 1898, España cedió a los EUA en el océano Pacífico el archipiélago de las Filipinas y la isla de Guam -en las Marianas- como compensación por los gastos realizados durante la guerra. A cambio el gobierno del presidente William McKinley, tras debates internos, concedió a España veinte millones de dólares para justificar su anexión del archipiélago filipino.
En el Caribe, el otro escenario bélico de 1898, fueron cedidas a los EUA la isla de Puerto Rico, así como otras tres pequeñas islas que aún permanecían bajo soberanía española: las de Vieques, la Mona y la Culebra. Por dicho Tratado España renunció igualmente a la soberanía sobre Cuba, que fue declarada independiente a pesar de que los EUA, desde 1901 y a través de la Enmienda Platt, instauraron una política de imperialismo proteccionista, lo que menoscabó de facto su independencia.
Asimismo, en el artículo 5º del Tratado se fijaba que «los EUA transportarán a España, a su costa, los soldados españoles que hicieron prisioneros de guerra las fuerzas americanas al ser capturada Manila (…)».
En 1899, España vendió a Alemania los archipiélagos pacíficos de Carolinas, Marianas -con excepción de la isla de Guam, cedida a los EUA- y de Palaos. Por último, y en 1900, enajenó nuevamente a favor de EUA las islas de Sibutú -en el archipiélago de las Joló- y Cagayan -situada frente a las costas de Borneo- que no habían sido mencionadas en el Tratado de París de 1898 por desconocimiento de los comisionados norteamericanos. De esta forma se ponía fin, tras casi cuatrocientos años a la presencia territorial española en el océano Pacífico.
Así, con la perdida de Cuba y Filipinas, España desaparece como metrópolis y es sustituida por el relato estadounidense, propiciando el olvido de la cultura que formamos juntos
Con el ánimo de resarcir dicho olvido y reconocer el legado dejado por España en aquellas latitudes, el Museo del Ejército ha organizado una exposición temporal bajo el título '1898 El final de cuatro siglos de Cuba y Filipinas españolas'.
En lo concerniente a la derrota y la situación de los repatriados, los debates parlamentarios y los artículos de prensa, generaron tanta tensión social y política, que llevaron al diputado Vicente Blasco Ibáñez el 5 de septiembre de 1898, a denunciar la indiferencia de los ministros hacia los soldados. Críticas que otros vertieron también sobre los mandos militares al culpabilizarlos de la derrota.
En el caso de Filipinas los soldados españoles fueron repatriados a bordo de diferentes buques convertidos en hospitales flotantes, algunos fletados por la Cruz Roja -la única asociación legalmente reconocida para asistir a los heridos en campaña- y en otros de la compañía Trasatlántica, siendo atendidos a su llegada a los puertos peninsulares por voluntarios de la entidad humanitaria y trasladados a los hospitales -aquellos que necesitaban atención médica- o enviados a sus hogares en trenes especialmente preparados para la ocasión