Hay dos clases de eclipses; el lunar y el solar. Y el eclipse solar puede ser total, parcial y anular. También existe el eclipse mental, el del entendimiento, el de la razón, el eclipse democrático, el eclipse constitucional y el eclipse institucional. Para eclipses, el que tenemos en España. Esta semana el oscurecimiento progresivo de la democracia se resume en tres fases solares: Sánchez, Puigdemont y la Fiscalía.
Centrándonos en la Fiscalía, el eclipse total que viene generado por la habitual sumisión del fiscal general del Estado al Gobierno ha tenido esta semana una rotación inesperada, pasando de eclipse total a eclipse anular, cuando la mitad de los miembros que componen el Consejo Fiscal le plantó cara a la negativa de Álvaro García Ortiz a que este órgano se pronuncie sobre la Ley de Amnistía, publicando un borrador contrario a la ley para ser remitido al Senado. Algo es algo sobre lo que siempre ha sido la tónica general con los fiscales generales del Estado, alcanzando su punto de inflexión cuando Dolores Delgado pasó sin solución de continuidad del Gobierno a la fiscalía general y luego a fiscal de Sala en la Fiscalía Togada del Tribunal Supremo.?
Lo de la Fiscalía es solo uno de tantos ejemplos, pero el caso es que, como ocurre en el eclipse astronómico, también en nuestro Estado eclipsado es curioso observar cómo un objeto pequeño y cercano es capaz de ocultar a otro grande y lejano. De este modo, personajillos de poca monta, vividores minúsculos de la política van ensombreciendo progresivamente la inmensidad de la democracia alcanzada, que se ha tornado ya oscura, confusa, ambivalente y anormal, alejándose de los viejos parámetros de valores. En la política ocultada, en la sombra lunar de la corrupción, la basura, la palabrería chabacana, el populismo y la manipulación de los medios de comunicación, el empobrecimiento de la cultura y la simple lucha por el poder han hecho desaparecer el significado puro del ejercicio de la política propia de un Estado de derecho.
Los eclipses solares son pasajeros y duran apenas unos minutos. El eclipse de la política y del Estado, por el contrario, puede durar años, lustros, décadas. Pero nada es eterno y la sociedad española no puede vivir perpetuamente en la oscuridad de la noche sin los horizontes que nos unieron a todos para luchar por los grandes objetivos logrados. Se trata del regreso a la luz solar que nos llevó finalmente a la reconciliación de las dos Españas, al resplandor del espíritu optimista que significó la Transición política española y el consiguiente desarrollo económico y social que experimentamos, pese a la obsesión por conseguir y mantener el poder a ultranza y a la visión exclusivamente interesada de la vida y de la política.