Puede que quienes leen esta columna los martes piensen que con lo que cae en España, que yo continúe con la matraca de la funesta situación de las comunicaciones tanto con Madrid como con los pueblos de la comarca, ya resulta algo obstinado, así como haría Idefix; para quienes no conozcan el cómic, Idefix es el perrillo de Obelix, compañero de Asterix , el famoso galo creado por Gosscini y Uderzo, en todas sus aventuras, precisamente Idefix es un can de ideas inamovibles. No digo que quienes así piensan no tengan razón, aunque creo más bien que para mejorar la situación de nuestras tierras, pueblos y ciudad -sencillamente una mala situación como digo- es imprescindible mejorar los transportes. Como pienso y escribo casi todas las semanas de este deterioro del trato, puntualidad, seguridad y casi todo lo que ofrecieron las líneas de autobuses, existen culpables que no creo que sean sólo las compañías dueñas de las rutas, sino individuos y administraciones que parecen convencidos que sus deberes terminan cuando brean con impuestos múltiples a los ciudadanos. Parece que piensen de los paisanos que debemos pagar, pagar y volvamos a pagar y si cuando tenemos que viajar nos dejan en tierra los autobuses que nos apañemos solos que eso no los incumbe. Nunca se considerarán ni culpables ni mucho menos que tales asuntos vayan con ellos o sus intereses. Cuando en los medios escucho a unos y otros hablar de la España vaciada se me revuelve el estómago y no imagino pueblos y campos abandonados sino a los responsables políticos que a base de impuestos y deterioro de condiciones de vida como el transporte obligan a que se abandone el mundo rural.
Hace pocos días vi en la estación de autobuses de Talavera a una señora que se quejaba en voz alta de que la empresa de buses de Aldeanueva de Barbarroya-Talavera la había dejado en tierra alegando que el coche estaba lleno; la única solución era alquilar un taxi con el consiguiente quebranto económico y pérdida de tiempo.
La idea de los verdaderos culpables de la situación de las comunicaciones en Talavera me la propuso mi amigo Eusebio, sufridor de ella y naturalmente furibundo partidario de que las cosas regresen a su cauce normal esto es, que los autobuses salgan y lleguen a su hora, que no se deje a ningún viajero en tierra y menos «porque el autobús está lleno», que los pueblos sean atendidos con normalidad y cotidianamente a sus horas y sin excusas, que las empresas cumplan sus deberes, que las administraciones públicas como la Diputación y los ayuntamientos negocien con las compañías para subsanar las posibles pérdidas económicas que pueda ocasionar mantener ciertas rutas, ateniéndose al bien mayor como conservar la vida en los pueblos, la carga cultural o preocuparse por esto etc..
Y dejar de marear con la España que vacían con sus desidias.