Tanto la sociedad como las administraciones entienden que el camino hacia la transición energética no será posible sin inversión. Pero siendo esto así, también es imprescindible identificar y definir dónde se debe invertir para que la transición sea efectiva. Transición, tecnificación, digitalización y descarbonización son palabras que, en el caso de la red eléctrica, están indefectiblemente ligadas a inversión.
Es evidente que el foco del protagonismo de esta transición ecológica y energética se está poniendo en las redes eléctricas. España puede presumir de ser un caso de éxito en lo que a distribución de electricidad se refiere por su robustez, fiabilidad y alto nivel de tecnificación. Pero no es menos cierto que las nuevas realidades, como el autoconsumo, el desarrollo del vehículo eléctrico o la penetración de las renovables precisarán de inversiones adicionales. Por ejemplo, Castilla-La Mancha necesitaría acometer entre 6.900 y 8.600 millones de euros de inversión en reforzar sus redes eléctricas para poder integrar de forma adecuada la energía renovable a instalar en los próximo años, de entre 6,7 y 8,4 gigavatios/hora, uno de los más altos de toda España, según el estudio elaborado por Monitor Deloitte ‘La contribución de las redes eléctricas a la descarbonización de la generación eléctrica y la movilidad’.
Castilla-La Mancha ya es una gran ‘exportadora’ de energía renovables. De hecho, en el año 2016 la región concentraba el 4,4% del total de la demanda energética nacional, pero producía el 8,2% debido a la gran potencia instalada de energías renovables. Es decir, la comunidad autónoma generó el 181,7% de la energía que consumió. De hecho, el 16,1% y el 18% de energía eólica y solar, respectivamente, del país se produjo en Castilla-La Mancha. Y solo en fotovoltaica alcanzó casi el 19,8% del total de la producción nacional.
Pero el reto es seguir avanzando. Esta semana el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, ha anunciado que ha planteado a Red Eléctrica la necesidad de mejorar las infraestructuras de transporte eléctrico para poder evacuar a la red 8.500 megavatios procedentes de energías renovables, que serían producidas por diecisiete nuevas plantas.
Las renovables -especialmente la eólica y la fotovoltaicas- se ha convertido en un motor de crecimiento económico para Castilla-La Mancha y en un nicho de empleo. Según los cálculos del Gobierno regional, la construcción de estas diecisiete plantas supondría la creación de 8.5000 empleos hasta su puesta en marcha y unos 425 empleos estables en labores de gestión y mantenimiento. Una forma de fijar población en zonas rurales despobladas y áreas desfavorecidas. El tren de las renovables, por tanto, no se puede perder ni frenar.