Aunque en el mayor de los tres territorios (Vizcaya), el comienzo de la campaña electoral vasca queda mediática y políticamente ensombrecido por la final de copa del sábado (Atlético de Bilbao-Mallorca en Sevilla), no es acontecimiento menor la batalla por la lehendakaritza, cuya primera y seguramente decisiva aproximación se llevará a cabo en el recuento de la venidera noche de urnas, el domingo 21 de abril.
Según las encuestas, no cabe esperar ningún vuelco en la gobernación del País Vasco, más allá de medir el tamaño de la previsible subida de Bildu y la previsible bajada del PNV. Sin llegar al vuelco. Solo como hipótesis remota se puede especular con un sorpasso de Bildu. Entonces todos miraremos a los socialistas, cuya insistencia en el "no es no" preventivo resulta hasta sospechoso.
Por otra parte, absolutamente nadie contempla la posibilidad de un frente soberanista. Lógico. La independencia solo es reclamada por un 22% de la población. De hecho, en la particular carrera de sacos PNV-Bildu por la primacía del nacionalismo se juegan bazas ideológicas que reproducen la clásica dialéctica de la derecha contra la izquierda y al revés.
El candidato de Bildu, Pello Ochandiano, fía el objetivo independentista a una suerte de "paciencia histórica" y se centra en el tangible horizonte de "más y mejor autogobierno" para mejorar las condiciones de vida de los vascos. A eso juega también el PNV. Ambos han borrado a ETA de la pugna electoral de esas dos fuerzas. Y como pedrada contra los nacionalistas, ya no le funciona al PP y Vox.
Los vascos disfrutan de un buen nivel de vida y disfrutan de un apacible momento social. Decir que los menores de treinta años no saben quién fue Miguel Ángel Blanco es argumento recurrente entre quienes entienden que el PP se equivoca agitando el descalabrado fantasma de ETA.
Ergo, todo apunta a la continuidad con cambio solo de caras (candidatos a estrenar). A saber: gobierno del PNV (Pradales por Urkullu) con muleta socialista y oposición abertzale que se vende como opción de izquierdas comprometida a mejorar el funcionamiento de los servicios públicos. Todo lo demás es irrelevante en la renovación facial del tablero: cierta mejoría en la cosecha del PP, Vox y Sumar pueden entrar por la mínima en el reparto de escaños y Podemos se desploma engordando a Bildu.
Dicho queda lo anterior solo en cuanto al inmediato futuro de los partidos en liza. Sí es relevante, y mucho, el cambio de ciclo que se avecina en el plano generacional. Todos los candidatos son nuevos y rejuvenecidos, lo cual es elemento clave en el análisis que revela el incontenible deseo de olvidar el pasado en una Comunidad histórica azotada por el terrorismo durante casi medio siglo de nuestra reciente historia.