El proyecto de recuperación del Cerro del Bú plantea la protección, consolidación y limpieza de las estructuras existentes para frenar el deterioro continuo que han sufrido en las últimas décadas. El Consorcio, artífice de esta intervención ya iniciada -y adjudicada por 242.548,71 euros- resolvió encargar la dirección arquitectónica a Joaquín A. López López y encomendar los trabajos arqueológicos a Juan Manuel Rojas.
Y aunque esta actuación señalaba como único objetivo la consolidación de loas restos existentes y la puesta en valor del yacimiento, la ocasión se presenta propicia para «avanzar un poco más» en el conocimiento de los restos pertenecientes al importante asentamiento fechado en la Edad del Bronce. Sobre la ocupación islámica -en la parte alta del cerro- se desarrolló en un corto espacio de tiempo y se relaciona con el asedio a la ciudad de Toledo por parte de Abd al-Rahman III en el siglo X después de Cristo.
El arqueólogo, que se acompaña para este trabajo de Alejandro Vicente Navarro, cuenta con la absoluta colaboración del arquitecto, quien aseguró que será «la dirección arqueológica la que marcará las pautas», ya que las decisiones a tomar «dependerán de lo que se vaya descubriendo».
Así, y demostrando que es posible acometer un proyecto participado por ambas disciplinas, esta actuación será clave para conocer las fases de ocupación del yacimiento. Espacio que, a pesar de haber estado olvidado durante décadas, es «bastante potente por sus estructuras y por la sucesión importante de restos de casas y cabañas, además de por la evidencia de aterrazamientos» que confirman, aprecia Rojas, «que se trata de un asentamiento estable con interés de permanencia».
En este punto, y con la intención de «resolver en investigaciones futuras por qué tienen tanto interés en este yacimiento», el arqueólogo recordó que mientras que se han datado pequeños hallazgos de la Edad del Bronce en el Casco de la ciudad y en algunos cerros del Valle, ninguno de ellos muestra con tanta claridad «el esfuerzo de la población por asentarse aquí», lo que no deja de resultar «llamativo».
Sustentados los motivos sobre todo en «la idea de supervivencia», Rojas cree que la ocupación se prolongó «a lo largo de varios siglos», lo que contribuyó a la conservación de gran cantidad de restos. La potencia media de excavación oscila entre los dos y cuatro metros de profundidad.
Sobre la forma en la que se va a intervenir, el arqueólogo propone trabajar en distintos puntos ya que el yacimiento «es lo suficientemente grande como para alternar las labores». Así, se dejará resuelta la parte alta planteando la limpieza, adecuación y consolidación de las estructuras, ya que en la parte islámica no existen ni dudas ni teorías por confirmar.
De hecho, y por tratarse de un asentamiento provisional en el que «no gastaron muchos recursos» -apreciación que se demuestra en la «falta de cuidado» en la realización de los muros de la fortificación-, ni siquiera profundizaron en su cimentación, lo que por fortuna ha propiciado la conservación de la parte inferior, la correspondiente al Bronce, sobre la que se asienta sin apenas alterarla.
Los ‘recordados’ años 80. Hay que recordar que el Cerro del Bú fue excavado durante la década de los 80 bajo la dirección de Enrique de Álvaro y Juan Pereira, y que en el único trabajo publicado (1990) se menciona la existencia de una ocupación continua durante la Edad del Bronce y una ocupación temporal del cerro en un momento avanzado de la dominación islámica.
Por ello, y a todos los efectos, el Cerro del Bú ha desempeñado la misma labor estratégica desde la Prehistoria reciente hasta la alta Edad Media, al controlar tanto el vado del río a escasos metros del puente de Alcántara como el peñón y las inmediaciones de la actual ciudad de Toledo. Este dato es fundamental para comprender la evolución histórica de este asentamiento que, a pesar de su importancia, no ha sido muy tenido en cuenta ni por las administraciones competentes ni por las instituciones académicas.