Cuando quieren, el gobierno en funciones y el PSOE son pulcros hasta el límite. Es el tiempo de Feijoo, afirman día tras día. Y como es el tiempo de Feijoo ellos no dicen nada. No sabemos nada de lo que tienen entre manos porque todavía no ha llegado el tiempo de Sánchez. Este periodo, en el fondo, les ha venido muy bien. Han ganado tiempo, que en política es un factor esencial.
Lo sorprendente es que tratándose de un líder en la cuerda floja, de un partido desnortado y de un candidato que ya sabe que no va a ganar la investidura, despierte tanto interés. Si no va a ganar, si no tiene nada que hacer salvo prepararse para la Oposición es sorprendente que se dé tanto espacio, provoque tanta indignación en el Gobierno en funciones lo que diga Feijoo, o Ayuso o Felipe González o Alfonso Guerra. Si ya no pintan nada, si unos son jarrones chinos y Feijoo un perdedor nato no es ilegítimo, ni golpista ni se atenta contra la convivencia que a algunos nos importé mucho más lo que, al parecer, se está tejiendo bajo mesa porque de eso va a depender nada menos que el Gobierno de España. Nos debe importar más porque Feijoo ya se sabe que no va a gobernar.
Es sorprendente y contradictorio que Patxi López mande callar a los expresidentes porque estropean la convivencia. Ellos, que ya ¿no pintan nada?. Y resulta especialmente insoportable, desde el más estricto raciocinio, que desde la mesa del Consejo de Ministros se acuse a Aznar de golpista. Ellos, que ven en los golpistas declarados y juzgados, salvo Puigdemont, unos socios fiables y progresistas, que quitan importancia a las exigencias del fugado porque no dejan de ser máximos, ellos consideren golpista a quien no pronunció la palabra "rebelión". Qué desparpajo cuando se trata de los adversarios y qué cariño a quienes son necesarios. Y ello por no hablar de Yolanda Díaz que, entre risas y sonrisas, se reúne con un fugado que exige amnistía y se pone seria, muy seria, para atizar al PP más allá de lo razonable en democracia. La vicepresidenta en funciones se ha venido arriba y el PSOE lo sabe, pero calla.
Los socialistas están a la espera de la derrota cantada de Feijoo. Entonces, de acuerdo con su propia estrategia, llegará el tiempo de Sanchez y ahí empezará la hora de la verdad de la que no podrán ni esconderse ni apelar al derrotado Feijoo. Les llegará la hora de la verdad y esperemos que de la transparencia, porque con eso de la discreción se está rozando el secretismo y los españoles tenemos derecho a saber los movimientos para lograr los siete escaños de, nada menos, que Puigdemont y todo ello sin que se pueda descartar una nuevas elecciones. Hay poco margen: o amnistía o elecciones.
El PP, que va a ser la Oposición más fuerte que nunca ha tenido España, debería mirarse en la izquierda y aprender de todos ellos eso de la comunicación política. Han dado tumbos y se ha desconcertado a buena parte de su electorado con sus idas y venidas a la hora de pactar con VOX o de las conversaciones con Junts. Se desconcierta cuando no se sabe quien es, de verdad, el portavoz oficial y con autoridad para trasladar los mensajes. Que mire a la izquierda a la hora de establecer relatos, a la hora de emitir opiniones y posiciones. Pueden decir que en el PP hay libertad de opinión, que está muy bien, pero un punto de disciplina interna nunca ha estado de sobra en un partido serio. Ahí está el poderío de la portavoz del Gobierno: Aznar es golpista y se queda tan ancha.