Es imposible construir un equipo ganador sin una clase media potente. Las estrellas ganan los títulos, pero los 'obreros' ganan los partidos. Son piezas elementales para sostener cualquier engranaje poderoso: el teórico suplente que termina jugando casi 2.000 minutos por temporada, el 'chico para todo' que va cubriendo las bajas de los primeros espadas con envidiable eficacia, el «profesional perfecto» (que no da guerra, que hace piña, que no protesta y por todo ello encandila al entrenador) siempre preparado, el bregador que es un 'seis', que nunca da 'cinco' y que en las grandes citas incluso se disfraza de 'siete'…
Tal vez Lucas Vázquez encaja en todos esos perfiles. Y, en cada temporada, hay un momento en el que recoge los frutos de su constancia y su paciencia: ha asumido de buen grado que en los conjuntos grandes en general, el Real Madrid en particular, los suplentes son «muy suplentes» por las muchas estrellas que acumulan.
Siempre dispuesto, el gallego ha vivido su semana mágica. En el 'sitio' de Manchester, el mayor ejercicio de resistencia del Madrid en años (dicen los más viejos del lugar que en toda su historia), Lucas salió en el 102 por Vinícius para apuntalar la zaga y tirar uno de los penaltis decisivos. Y cuatro días después, fue el MVP del clásico ante el Barça: forzó el penalti del primer gol, marcó el segundo y asistió en el tercero. Todo ello desde el lateral derecho, un puesto al que Dani Carvajal le ha puesto un enorme tapón en la (quizás) mejor temporada de su carrera.
Canterano
Lucas fue un capricho temprano de los ojeadores del Real Madrid: a los 16 años, sin haberse graduado aún en la cantera de los 'sospechosos habituales' en Galicia (militaba en las inferiores del Ural de La Coruña) fue reclutado por el tercer equipo juvenil de los blancos. Coincidió -y ganó la Liga y la Copa de Campeones- con Morata, Carvajal o Álex Fernández… y su crecimiento, siempre pegado a la banda derecha, siempre asociado al vértigo, tuvo un año de prueba en la élite de la mano del Espanyol. Una cesión que aprovechó (40 partidos, cuatro goles y siete asistencias) para incorporarse de pleno derecho al primer equipo blanco en la 15-16. Y no volver a moverse.
Con Zidane, en sus tres primeros cursos, Vázquez fue el recurso ofensivo que daba minutos de descanso a la 'BBC'. Y los aprovechaba con creces: llegó a disputar 53 choques en la 17-18, por ejemplo, con 8 tantos y 12 pases decisivos (la más prolífica de su carrera). A la sombra de Carvajal, eterno en el carril diestro, pululaban Danilo o Achraf, pero las bajas del equipo a finales de la 19/20 (en la segunda etapa del técnico francés) y el bajo rendimiento de Odriozola empujaron a Lucas hacia el lateral. El menudo muchacho de Curtis, de apenas 173 centímetros, engrosaba la lista de extremos que pasaron de agitar los partidos a intentar controlarlos desde la defensa.
Desde la 20-21 ha sido una pequeña navaja suiza para el equipo. Le pusieron 'Cafucas' (mezcla de Cafú y Lucas) y ahí se quedó, aguardando su oportunidad. En la 21-22, por ejemplo, obtuvo más titularidades de Carvajal en la temporada del 'doblete' Liga-Champions (en la que sentenció al Barça en el Camp Nou marcando el 1-2 del primer clásico), lo que le señala, paradójicamente, como un modesto para los grandes momentos.
Esta condición obliga a Luis De la Fuente, seleccionador nacional, a no perderle de vista pensando en la próxima Eurocopa. ¿Y si los dos mejores laterales diestros españoles (con permiso de Porro) están en el Real Madrid? Camino de su cuarta Liga de blanco (y quizás de su quinta Champions), Lucas vive ese satisfactorio momento en el que los focos se giran hacia los actores secundarios.