Claro que, en este inicio del curso más trepidante que uno recuerde haber encarado, con todos los frentes abiertos, hay muchos temas, muchos, idóneos para que la oposición ejerza como tal. Y para que ejerza ya en los próximos días, ya en este mismo mes de septiembre de alto voltaje. Desde el Partido Popular se han hecho oír, este domingo en Cotobade, los clarines: Núñez Feijóo ha terminado su convalecencia y me parece que sabe que él también, como su gran rival Pedro Sánchez, se la juega. Y que ya no hay tiempo de cometer (más) errores.
Feijóo tiene abiertos, para la gran liza, los campos de batalla judicial, que esa va a ser otra ahora que comienza el año togado; el institucional, donde, empezando por el Banco de España, se corre el peligro de más 'okupaciones' por parte del Gobierno; el mediático, en parte enfadado con los 'planes de regeneración' de La Moncloa, y en parte algo decepcionado por la 'tibieza' de la oposición a la hora de defender a los medios; el territorial, y a ver cómo aprovecha Feijóo el cabreo de los 'barones' ante el favorable 'trato unilateral' que el Gobierno ha otorgado a Cataluña.
Todos esos terrenos tendrá que abonarlos Feijóo aprovechando que el Gobierno de Pedro Sánchez está parlamentaria y callejeramente débil y que el presidente del Gobierno ha cruzado ya tantas líneas rojas que la ciudadanía, habitualmente desinteresada por estas cosas, ha empezado, señalan algunas encuestas, a inquietarse por la pervivencia de 'esta' democracia. Que no, que nadie, excepto los muy encrespados, piensa que esto corre el riesgo de ir hacia Venezuela; pero sí es cierto que pilares de una democracia sana, como la transparencia, la separación de poderes, la independencia judicial, la seguridad jurídica o un 'cuarto poder' libre y sano, a veces parecen tambalearse.
No sé si la estrategia y la táctica del PP han sido siempre todo lo acertadas que, a mi juicio, deberían: se han cometido equivocaciones. Claro que enfrentarse a un rival tan correoso como Sánchez, para quien los límites de las reglas del juego, incluyendo la constitucional, apenas existen, no es fácil. No bastan ni el 'váyase, señor Sánchez', ni la denuncia de lo mal hecho basada en más o menos afortunados diagnósticos políticos realizados por más o menos afortunados colaboradores, ni las manifestaciones en la calle. Menos indicado aún, me parece, es hacer cundir la esperanza de que socialistas 'descolgados' dejarán tirado al 'sanchismo' en cualquiera de las peligrosas curvas que encara el 'jefe'. Eso, sospecho, no va a ser así, con congreso del PSOE o sin él.
No: ha llegado la hora de que la principal oposición haga propuestas constructivas, ilusionantes, aprovechando que sobre el PP ya no pesa la losa de Vox. Sobre financiación autonómica, sobre inmigración, sobre equidad e igualdad, sobre aplicación de fondos europeos, incluso sobre una reforma de la Constitución en algunos puntos, por más arriesgado que ello parezca en estos momentos de incertidumbre. Me parece que estamos a punto de que peor sea mantener un 'statu quo' tan viciado: se precisan iniciativas de alcance y esas siempre encierran algunos riesgos.
Feijóo, que comienza el mes reuniendo a sus barones territoriales en la esperanza de que el ánimo opositor de alguno de ellos no flaquee ante las ofertas que les van a venir de La Moncloa, está obligado a procurar el saneamiento de la vida judicial, el renacimiento de la vida parlamentaria y el diálogo con el Ejecutivo. Un Ejecutivo que, es verdad, hasta desdeña mantener formalmente el contacto entre el jefe del Gobierno y el líder de la oposición, convirtiendo en una guerra lo que debería ser un diálogo contrastado, como en otros países europeos.
Nunca, desde que cruzó el Miño para convertirse en presidente del PP, hace menos de dos años y medio, va a tener Alberto Núñez Feijóo otra oportunidad como está para propiciar una nueva era política para España. Hay muchos ojos posados en él para ver qué es lo que ahora va a hacer, en lo que da la impresión de que es una suerte de ruego: 'no nos falles, Feijóo', parecen decirle. Porque después no hay nada.