Podríamos definir coloquialmente Wolfgang como una película con vitaminas porque su tono optimista logra que la gente salga del cine con una sonrisa en la boca. El actor Miki Esparbé encabeza el reparto de esta preciosa historia sobre la complicada relación entre un niño autista, de altas capacidades y grandes dotes para el piano, con su padre, un actor al que el menor califica de bajocien.
En esta película usted tiene un papel precioso porque permite que veamos esa transformación que experimenta su personaje por amor a su hijo. ¿Qué otros aspectos le gustaron de su papel?
Lo que más me gustó es la historia, cómo estaba contada. El guion se permite, al igual que la novela en la que está basada de Laia Aguilar, una primera parte ligada al humor, a sacarle punta a las situaciones más cómicas en ese choque que se produce entre un padre y su hijo forzados a tener una relación de convivencia. Pero luego, la película invita a reflexionar sobre el poder sanador de las emociones o a abordar temas sensibles como la pérdida y el duelo por un ser querido. A la par, ayuda a visibilizar el autismo, colocando como protagonista a ese niño tan especial.
Y su personaje de Carles da toda una lección de vida.
Sí, al principio está muy ligado a su vanidad, ya que es actor, incluso a la mala gestión de su vida inmadura, pero más adelante se da cuenta que hay que pasar por la renuncia, muchas veces, que esto de conciliar es otra cosa, y su orden de prioridades cambia muy rápido.
¿Cómo fue trabajar con un niño tan pequeño, Jordi Catalán, que ya tenía experiencia pero no como protagonista?
Bueno, él no es novato en la actuación a pesar de su edad, rodó la serie La última noche en Tremor, de Oriol Paulo, y tiene pendiente el estreno de 8, la última película de Julio Medem. Jordi es excepcional, porque interpreta no solo a un niño, sino a uno de altas capacidades, y aprendió textos largos y a tocar el piano.
¿Leyó la novela de Laia Aguilar antes de afrontar su papel?
En esta ocasión no, porque siempre, antes de trabajar en una película que es una adaptación de una novela, pregunto al director, y Javier Ruiz Caldera me dijo que esta vez mejor que no lo hiciera.
Wolfgang defiende que hay que explicar a los niños la verdad.
Efectivamente, a veces con la mejor de las intenciones, por intentar protegerles, les infantilizamos y no les contamos la verdad. Y creo que la película es valiente porque pone sobre la mesa temas delicados y sensibles y te enseña que el motor principal tiene que ser la comunicación adaptando el discurso dependiendo de la edad.
Frente a estos asuntos, la película propone tres miradas distintas según tres generaciones, y lo bonito es que no las juzga.