El cerco se estrecha

M.R.Y. (SPC)
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La Justicia investiga a Bolsonaro por posible corrupción, injerencia electoral e instigar el intento de golpe de Estado del pasado enero

El cerco se estrecha - Foto: Joédson Alves

Ha pasado casi un año desde que comenzó la caída en desgracia de Jair Bolsonaro. Empezó en las elecciones del pasado 2 de octubre, cuando, en primera vuelta, consiguió pasar a la ronda definitiva, pero con menos votos que su gran rival, Luiz Inázio Lula da Silva, quien en la cita definitiva, celebrada el 30 de octubre, se impuso en las urnas y arrebató el poder a un ultraderechista que se aferró a la idea de que ese triunfo no era legal y, por tanto, él no había perdido. Una postura similar a la de su colega estadounidense Donald Trump, al que ha seguido los pasos de tal manera que también está siendo investigado por intentar interferir en los comicios e instigar un intento de golpe de Estado con un asalto a las sedes de los tres poderes de Brasil. Un annus horribilis que podría, incluso, empeorar en los próximos meses.

Y es que después de su derrota, permaneció tres meses de exilio voluntario en EEUU -entre diciembre y marzo, cuando volvió a su país-, un trimestre que dio para mucho: primero tuvo que ser hospitalizado por unos ya recurrentes problemas abdominales que acarrea desde que fue apuñalado en 2018; después, sus seguidores asaltaron las instituciones en Brasilia el 8 de enero; y, por último, saltó el escándalo de corrupción por la venta de joyas saudíes que recibió como regalo en su condición de jefe de Estado.

Con esa mochila, regresó a Brasil, con la clara intención de liderar la oposición a un Lula del que no reconoció su victoria. Pero los frentes se le han ido acumulando hasta llegar al 30 de junio, cuando el Tribunal Superior le inhabilitó para resultar elegido para ocupar un cargo público hasta 2030 por sus repetidos ataques contra el sistema electoral.

Y desde entonces, todo sigue empeorando y el cerco sobre él, ya sin inmunidad, se estrecha y en su nación, tanto sus críticos como sus partidarios temen que el próximo giro puede ser su arresto y su entrada en prisión.

No en vano, Bolsonaro se ha vuelto envuelto en una serie de investigaciones sobre fraude y manipulación electoral que ya han llevado a la cárcel a algunos de sus aliados más cercanos. Y la trama sobre la venta de esas joyas en EEUU, que significaría un delito de malversación y por la que recibió al menos 68.000 dólares -unos 74.000 euros-, según la Policía, podría ser la estocada definitiva que acabe con el controvertido político entre rejas.

De momento, al igual que su amigo norteamericano -al exmandatario se le apodó el Trump brasileño por su similitud ideológica basada en el populismo y la ultraderecha-, está siendo investigado por tratar de interferir en las últimas presidenciales de 2022. De hecho, hay acusaciones de que ordenó a la Policía detener a los votantes de su rival el mismo día de las elecciones y recientemente un hacker ha reconocido ante el Congreso que el entonces mandatario le instó a entrar en el sistema electoral para demostrar que este no era seguro. Lo que aún no está claro es si también le ordenó revertir el resultado final.

También como Trump, su implicación en un intento de golpe de Estado tras su fracaso en las urnas está siendo investigada. En este caso, una turba de simpatizantes del exmilitar irrumpió el 8 de enero en la sede del Congreso, como protesta por la victoria de Lula, e intentó también invadir el Palacio presidencial de Planalto y la Corte Suprema. Ya varios altos cargos policiales de Brasilia han sido detenidos por esta asonada y el papel que pudo tener Bolsonaro está en el punto de mira -como sucede con el estadounidense en el caso del asalto al Capitolio dos años antes-.

Sucesión en el aire

Con más de una decena de causas civiles y penales, el caso de las joyas saudíes podría ser la gota que colme el vaso, aunque el exdirigente, al igual que Trump, insiste en que existe una «persecución política» contra él. Por eso,  y a pesar de que sigue marcando el ritmo de la derecha más radical de Brasil, el exmandatario necesita un sucesor que pueda optar a la Presidencia en las elecciones de 2026 con su Partido Liberal (PL). «Tengo una bala de plata» para esos comicios, aseguró hace unos días, si bien agregó que «no la voy a revelar».

Si bien hay varios nombres sobre la mesa, hay uno que parecía destacar por encima de todos: el de la ex primera dama Michele, quien ha ido consiguiendo protagonismo en los últimos meses convirtiéndose en el altavoz de su esposo. Sin embargo, Bolsonaro ya ha dicho de ella que «no tiene experiencia». Tachada de la lista. Los expertos apuntan a que el elegido será parte de la familia. Tres hijos del exmandatario se dedican a la política, pero Eduardo, tercero en la línea de sucesión y diputado de profesión, parece destinado a ser el suplente de su padre. Al menos hasta 2030. Siempre que su mentor no acabe en prisión.