José Luis Isabel, un profesor de informática con 83 años

Á. de la Paz
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El coronel retirado y académico de la Rabacht ofrece clases sobre el manejo del ordenador en la Fundación Dolores Sopeña. «La gente de mi edad, como mucho, pone un correo electrónico»

José Luis Isabel, académico de la Rabacht y profesor de informática. - Foto: Yolanda Lancha

José Luis Isabel tiene 83 años y es profesor de informática. La biografía del inesperado docente recorre la enseñanza de educación física, una larga estancia en la milicia coronada con el grado de coronel y un paso fecundo por instituciones científicas como la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (Rabacht), donde es académico numerario, o la Real Academia de la Historia, de la que es el único militar del arma de Infantería. Su último desempeño, más allá de la permanente vocación investigadora que nunca ha abandonado, son las clases sobre ofimática e internet que ofrece en la sede toledana de la Fundación Dolores Sopeña.

Isabel y las computadoras cruzaron sus camino en la década de los ochenta del siglo pasado, cuando asomaban los primeros ordenadores personales en España. En 1981, desembolsó 52.000 pesetas (unos 320 euros al cambio sin aplicar el incremento del coste de vida) por un Spectrum 48K. Era «un aparato para cargar con cintas magnéticas de hierro y cromo», recuerda. 

Posteriormente, Spectrum fabricó nuevos modelos que ya incluían un procesador de texto, hojas de cálculo y un juego que simulaba un partido de tenis, con una pelota y dos raquetas. También de aquellos años ochenta fue el Manic Miner, uno de los primeros programas recreativos que trascendió el paso del tiempo. El Amstrad que Isabel compró en 1988 por 76.000 pesetas (unos 460 euros) ya incluía una disquetera y la característica pantalla de fósforo verde.

«Cada vez es más fácil la informática», asegura el profesor. Isabel lamenta que muchas personas de cierta edad, también algunos de sus alumnos, «no se atreven por miedo al fracaso». Los temores impiden el empleo de una serie de herramientas que facilita trámites y complementa el ocio. «La gente de mi edad, como mucho, pone un correo electrónico», subraya.

Salmantino de origen y toledano desde hace cuatro décadas, un vecino «más introducido en el mundo civil que en el militar», Isabel el mayor de cuatro hermanos apasionados por la informática. Participó en la digitalización de unas 60.000 entradas en la Biblioteca Central Militar, incluidas, un millar de biografías. Las copias que hizo se pueden consultar de forma virtual, un recurso que además de permitir una consulta más rápida y para mucha más gente evita el deterioro de algunos ejemplares con mucha antigüedad.

Guarda millones de documentos y referencias en decenas de discos duros. Le gusta «tener bien organizado» un amplísimo archivo que ahonda, principalmente, en la historia militar. Más allá de los temas que investiga, Isabel ha digitalizado un gran archivo fotográfico familiar y la música que lo ha acompañado durante toda su vida. También los tebeos que conserva de su juventud, como El hombre enmascarado o El guerrero del antifaz.

Se enroló en las unidades de operaciones especiales del Ejército español. Desde 1981 hasta su jubilación en 2005 fue profesor en la Academia de Infantería de Toledo. «He disfrutado, he dado las clases que me gustaban y he dirigido revistas sobre las Fuerzas Armadas sobre todos los temas históricos que me gustaban», indica. Sin embargo, lamenta la situación actual de la señera institución castrense toledana y afea «la falta de personal» que sufre.

Isabel presume de tener una entrada propia en la Wikipedia, una reseña en la que se enumera buena parte de una larga obra académica con más de una docena de libros, y decenas de artículos y conferencias.

EL IMPROBABLE PROFESOR. Isabel da clases de informática en el centro que la fundación Sopeña tiene en la ciudad. Se trata de un recurso en favor de la integración de los inmigrantes que, además, ofrece un servicio de capacitación básica a través de actividades variadas que incluyen la informática. Encontrar quien dirigiera la enseñanza de esta actividad, una actividad con muchas salidas profesionales más atractivas que la docencia, resultó un problema para el centro hasta la aparición de Isabel.

Más allá de su trabajo como profesor, Isabel defiende la labor asistencial y social de Sopeña, entidad a la que acompaña y proyecta ante la sociedad toledana.