Sitúan los documentos al castillo de Almonacid de Toledo como de fábrica musulmana, aunque desgraciadamente la falta de fuentes fiables nos dejan de nuevo ante la duda de una datación más exacta. Sabemos que muy cerca del mismo se derrotó a los beréberes sublevados contra Córdoba en el año 741 (batalla de Guadacelete). Ya en el siglo XI (18 de diciembre de 1086) sería cuando el rey Alfonso VI donase a la catedral de Toledo diferentes enclaves, ubicándose entre ellos la localidad de Almonacid y por ende la fortaleza islámica allí edificada, fecha de la cual se conserva el primer documento en el que se cita a esta población. Anteriormente había formado parte de la dote de su esposa Zaida, junto a otros importantes enclaves de nuestra provincia. El castillo que hoy en día podemos observar nos recuerda la reforma realizada en el siglo XIV por el arzobispo toledano don Pedro Tenorio. Durante el reinado de Juan I de Castilla sirvió como prisión del conde don Alfonso Enríquez, hermanastro de aquél monarca.
En las Relaciones de Felipe II se dice que encima de la sierra de Almonacid «está edificado un castillo y casa bien fuerte» hecho de piedra y cal y ladrillo, señalando que no había más munición que dos o tres tiros «ya desbaratados». Los responsables de estas respuestas dijeron que se llamaba Almonacid por causa del castillo y la torre que tenía en medio, la cual fue levantada por dos hermanos que se llamaban los Armonices y que de ahí que se llamase así. Añadieron que siglos atrás el Cid Campeador pasó por este lugar e hizo posada en el mismo y de ahí que se añadiese al nombre de la localidad el de este héroe castellano. En aquél año 1576 el castillo pertenecía al arzobispado toledano como así lo atestiguan sus vecinos declarantes. Este arzobispo nombraba al alcalde de la fortaleza con un salario de 20.000 maravedís anuales. Parece ser que como el propietario de la iglesia de Almonacid y del castillo era el mismo (la mitra toledana), se autorizó a que el párroco de aquella para que tomase las piedras y sillares que necesitase para reformar la torre de la parroquia que amenazaba ruina. Estos sillares aún hoy se echan en falta en su castillo y más concretamente en las esquinas de su torre. Pero ahí no quedaron las tropelías hacia el castillo ya que en 1839 el alcalde del lugar autorizó a los vecinos carentes de recursos a que arrancasen los ladrillos del mismo para poderlos vender. Del siglo XIX constatamos un hecho de armas importante como fue la batalla de Almonacid ocurrida en esta localidad el 11 de agosto de 1809 y en la que las tropas francesas vencieron frente a las españolas. Está construido de mampostería de sillarejo y adobe y en su interior se halla su patio de armas con restos de aljibes, un silo y algunas habitaciones. En la actualidad es de propiedad particular y en el año 2017 la Junta de Comunidades delimitó el entorno de protección de este castillo ya declarado BIC.
Continuamos con el castillo de Mascaraque, muy cercano al anterior de Almonacid de Toledo. También se busca un origen morisco de esta fortaleza, aunque la fábrica actual proceda del siglo XV y se deba a Sancho de Padilla. Fue además casa-palacio de esta familia incluyendo al famoso comunero Juan de Padilla, a quienes perteneció desde los siglos XIV al XVII, pasando después a ser propiedad de la casa ducal de Abrantes en el XVII, título que se creó en 1642 por Felipe IV. Serían los Reyes Católicos quienes el 20 de febrero de 1477 ordenasen al corregidor de Toledo, Gómez Manrique, que cerrase las troneras y saeteras, además de allanar la barbacana y derribar las almenas que había en la fortaleza. Dos años después continuaron los problemas sobre la construcción del edificio ya que en 1479 Garci López de Padilla aseguró que su hermano poseía licencia para fundar y rematar la torre, añadiendo que no era fortaleza sino una casa.
Imagen del castillo de Mascaraque. - Foto: La TribunaPosee una torre mayor a modo de torre del homenaje en el ángulo noroeste, así como un cuerpo cuadrangular hasta media altura y tres cubos en las esquinas. Su aparejo es de mampostería y sillares en las esquinas. La puerta de acceso a la fortaleza se encontraba en la fachada sur. Originariamente toda la muralla del mismo se encontraba almenada. Ya en el año 1980 se reconstruyó siguiendo las trazas de la primitiva fortaleza, para lo cual se utilizaron piedras de las canteras de la localidad de Ventas con Peña Aguilera. En aquél momento se encontraron diversas tumbas que confirman que el espacio fue utilizado como cementerio. Posteriormente a los duques de Abrantes pasó al marquesado de Navamorcuende; seguidamente a manos de la familia Partearroyo y últimamente sigue en manos privadas quienes acertada y brillantemente lo mantienen y conservan.
Es curioso señalar como en la torre del homenaje se hallan tallados en la piedra tres sellos de Salomón, dos en su cara exterior y otro en el patio interior. Estos símbolos han sido interpretados de diferente manera; como simbología ocultista, como amuletos protectores o indicativos de que en su interior se practicaron determinados rituales mágicos. De ahí que se pensara que el episodio en el cual lo Reyes Católicos quisieron derribar la fortaleza, pudiese provenir de los hechos extraños y ocultistas realizados entre sus muros, hechos que no podemos confirmar históricamente. Esos sellos de Salomón son unos emblemas muy interesantes que no es habitual encontrar en este tipo de edificios. Un misterio más a añadir a la historia de nuestros castillos toledanos y otra excusa para conocer este edificio singular en Mascaraque.
*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.