La homilía del arzobispo sobre violencia y divorcio desata la polémica

J. G.
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Medios de comunicación nacionales interpretan las palabras de Braulio Rodríguez en su misa del pasado 27 de diciembre vinculando la violencia machista a la petición de separación

Las palabras del arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez Plaza, durante su homilía en la Catedral el pasado 27 de diciembre, en la festividad de la Sagrada Familia, han desatado estos días la polémica en los medios de comunicación nacionales. Fragmentos del sermón, que fue recogido por La Tribuna el pasado 4 de enero tras su publicación en el boletín diocesano ‘Padre Nuestro’, recordaban a los fieles que «sería deseable una cultura más proclive a la familia».

La interpretación de algunos medios vinculando la violencia machista a la petición de separación ha llevado al arzobispo a ocupar portadas en diarios y digitales, incluso piezas de televisión en informativos.

El prelado, siempre como recoge la publicación diocesana ‘Padre Nuestro’ consideró «estupendo que la mujeres amenazadas» lo digan y «haya posibilidad de evitar el crimen con nuevos mecanismos de alerta», pero, a su parecer, «el problema serio radica en que en esas parejas no ha habido verdadero matrimonio».

«Dejémonos ya de las zarandajas que la ideología de género enturbia. Cuando digo que no hay verdadero matrimonio, no estoy pensando sólo en el matrimonio canónico; también en el civil, ante el representante del Estado», dijo monseñor Rodríguez Plaza para añadir que «la mayor parte de las mujeres que mueren -a manos de su pareja- lo son por maridos que no las aceptan, las rechazan por no aceptar tal vez sus imposiciones; o por su expareja, o también por el que convivía con ella; frecuentemente la reacción machista tiene su origen en que ella ha pedido la separación».

El arzobispo fue más allá y aseguró que en este contexto ya no piensa en otro de tipo de uniones afectivas «donde casi lo único que les une es lo físico, lo genital y poco más», para preguntarse cómo se puede pensar en una relación personal entre hombre y mujer sin las más elementales disposiciones para vivir en común.

Asimismo, opinó que entrar en la vida del otro o de la otra «incluso cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza de una actitud no invasora, que renueva la confianza, el respeto y el amor; estas cualidades cuando es más íntimo y profundo el afecto, tanto más exige el respeto de la libertad y la capacidad de esperar».

Además, para el prelado también es necesario «dar gracias al otro o a la otra por lo que cada uno hace en favor del otro o pedir con frecuencia perdón», una «palabra difícil, pero necesaria, para que las pequeñas grietas no sean fosas profundas».

De otro lado, Rodríguez Plaza mostró en su homilía del 27 de diciembre su preocupación por «los asesinatos violentos, masivamente cometidos por varones contra mujeres, esposas, exparejas de hecho, en unión afectiva o divorciadas de ellos», al mismo tiempo que trasladó su malestar por «las familias que por doquier se rompen» una ruptura que experimenta «un continuo crecimiento», y añadió, «pienso que a nuestros responsables políticos y sociales no les preocupa tanto el dato, cuando con tanto ahínco han luchado para que se implante el llamado divorcio exprés».

En esta última homilía de una festividad en 2015, monseñor Rodríguez Plaza reprochó a los políticos que solo manifiesten «que hay que endurecer las leyes y la prevención», para apostillar que por muy buenas leyes «que existan o salgan de nuestros parlamentos, el ser humano es interioridad y poco se puede hacer si no se cambia por dentro».

A su juicio, estos casos no se deben denominar simplemente ‘violencia de género’. Rodríguez señalaba que cuando ha aparecido cómo tratar este problema en los programas electorales de los partidos, se quedó «asombrado», y consideró que las positivas no pueden «sin más cambiar» el corazón de los presuntos autores de estos «asesinatos», sino que «a lo más cohibirán a algunos en sus propósitos asesinos».