La fábrica de talento que es Portugal dio el pasado mercado de verano otro 'pelotazo'. Vendió a un 'grande', otra joven promesa que ha roto el cascarón mucho antes que los demás. Lo crió el Benfica y lo rentabilizó gracias a los 60 millones de euros que abonó el Paris Saint-Germain por él. Aunque parezca una broma, con un mes de temporada, esa cifra se antoja que se quedará corta en muy poco tiempo, ya que Joao Neves ha encajado como un guante en el proyecto de Luis Enrique, siendo la pieza que le faltaba en un centro del campo moldeado a imagen y semejanza del fútbol que le gusta practicar.
Era una apuesta casi segura, ya que en el balompié la ausencia de riesgo no existe. El conjunto francés se hizo con los servicios de un chico educado y disciplinado, según cuenta la gente que le rodea. No es para menos, recibió una férrea formación por parte de sus padres, que también le dejaron disfrutar en las playas del Algarve con un balón cosido a sus pies jugando a fútbol playa.
Puede que el bueno de Joao Neves le deba gran parte de su depurada técnica a tener que abrirse paso entre las piernas contrarias esquivando montículos de arena y tratando de domar el balón sobre un terreno irregular. Puede que esas tardes a orillas del Atlántico forjaran a un jugador completísimo, que ataca y defiende a partes iguales, se asocia con los cercanos o los alejados casi a la misma velocidad, que posee último pase y que tan solo le queda por afinar ligeramente su técnica de disparo a la portería contraria.
Lo que parece innato en él es su capacidad de adaptarse al ecosistema que le rodea y la inteligencia para tomar casi siempre la decisión correcta y en el instante que demanda cada acción. No es para menos, ya que hace poco tuvo que sobreponerse a un momento muy duro al perder a su madre, lo que siguió moldeando su carácter disciplinado.
La pieza que faltaba
Joao Neves ha caído de pie en el PSG. Luis Enrique habla maravillas de su nuevo jugador y tiene motivos para ello. El asturiano ha visto hecho realidad un centro del campo adaptado a sus exigencias con la llegada del portugués.
Su compatriota Vitinha ha adoptado un rol más posicional, pese a que su golpeo desde media distancia diera el curso pasado más de una alegría al conjunto de la capital gala. Mientras, el ex del Benfica ha instaurado su zona de influencia ligeramente por delante del pivote, algo más retrasado que un Zaïre-Emery que es el que más vuelo ofensivo tiene de los tres.
La medular a diferentes alturas del técnico gijonés solo ha traído alegrías al Paris Saint-Germain, un equipo que se ha deshecho de Manuel Ugarte, un jugador de un perfil más físico y con menos capacidad para asumir galones con el balón en los pies, para darle el mando a un chaval de 19 años que en solo cuatro partidos suma ya cuatro asistencias, lo que da muestras de su habilidad para presentarse en el balcón del área contraria.
De hecho, el que se ha quedado con poco espacio en el once titular por la llegada del luso es todo un campeón de Europa como Fabián Ruiz, que ha sucumbido a la aparición de un centrocampista híbrido, que mezcla bien en la base de la jugada como y descolgándose.
Luis Enrique está encantado. Habrá perdido a Kylian Mbappé, pero ha sumado a la causa el ensamblaje que su bloque demandaba desde hace tiempo.