Todo padre lo ha experimentado en alguna ocasión y todo hijo lo habrá hecho de forma consciente o inconsciente (aunque siempre constante): el niño lo quiere «todo» y lo quiere «ya». Tiene prisa. Como si los 1.000 caramelos del cajón fueran a evaporarse o los 100 globos de helio del vendedor ambulante estuviesen a punto de salir volando. O, como ha hecho Lamine Yamal, como si el dueño de las llaves del éxito no fuese a llamar jamás a su puerta, sin saber que su don es tan grande que ese tipo con esas llaves estaría dispuesto a montar guardia sobre su felpudo si hiciera falta.
Pero Lamine, el genio precoz, tiene prisa, como todos los niños de todas las generaciones de la historia. En efecto, «todo» y «ya» aparecen en cada paso que ha dado desde hace dos años, cuando de veras vio pasar el tren de la élite y lo agarró con todas sus fuerzas. Porque hace tres, su nombre no era más que un «atentos a este cadete» perdido en los miles y miles de «atentos a este cadete» que cada fin de semana trufan el fútbol español.
De una forma natural, Yamal está acostumbrado a buscarse la ración. Desde pequeño, en el modesto barrio obrero y multicultural de Rocafonda, en Mataró, el chico cultivó su talento y su carácter en la calle: esencia pura de hambre y descaro, el juego por el juego, la diversión cosida a una zurda. Pronto entró en La Masía y pronto llamó la atención de los técnicos. Y tiró la puerta. En 2021 entró en la estructura de los juveniles a una edad que no le correspondía (14), en 2022 fue uno de los llamados por Xavi para entrenarse esporádicamente con el primer equipo (15) y en 2023 esa puerta no aguantaba más: el jugador le destrozó la madera y los goznes como pocos en la historia moderna del Barça… y esa referencia lleva inevitablemente a pensar en Leo Messi.
Salvando todas las distancias, la irrupción del chico en el Joan Gamper dejó a la 'culerada' con ese gesto, mitad estupefacción mitad esperanza, con el que se asiste a los nacimientos de algo grande. Ya había debutado con el primer equipo -y destrozado todos los récords de precocidad- en abril, sustituyendo a Gavi en un 4-0 ante el Betis, pero ante el Tottenham, que tenía un 1-2 de ventaja en el marcador con solo 10 minutos por delante, Lamine Yamal sintió la necesidad de 'tener prisa' una vez más. Intervino proactivamente en los tres goles que levantaron el duelo (4-2 final) y se quedó con todo merecimiento en el primer equipo.
Internacional
La sociedad tiene la obligación de seguir el ritmo que marcan sus genios. En el deporte sucede igual: la selección española absoluta, sobre todo ante la 'amenaza' de que el futbolista hubiera elegido jugar con Marruecos, convocó al nuevo 'niño-maravilla' del fútbol español. Las edades van cayendo porque la preparación física de los 'cracks del futuro' es tan minuciosa que acorta los tiempos y pronto son los 'cracks' de hoy. El pasado 8 de septiembre, con apenas 16 años y 57 días vividos, destrozó la marca de precocidad de Gavi y pasó ser patrimonio de todos: además, también añadió a su currículum aquello de «goleador más joven de la historia» cuando anotó el séptimo en el 7-1 sobre Georgia.
Efectivamente, hace tres años era «uno más» y ahora es ídolo, tiene un contrato profesional hasta 2026 y una cláusula de 1.000 millones de euros. «En el fútbol -decía Xavi con una sonrisa que no podía esconder- lo difícil es tomar la decisión correcta en el menor tiempo posible. Para eso necesitas años y experiencia… pero Lamine lo hace casi siempre bien». Incluso con prisas.