¿Qué significa para usted este reconocimiento?
Cuando el alcalde me comunicó el acuerdo de la Junta de Gobierno para concederme el título de concejal honorífico primero fue una gran sorpresa y después un motivo de orgullo, de alegría y de satisfacción.
¿Cuántas legislaturas fue concejal?
Cuatro, las tres primeras en el Gobierno, empecé el año 95 con Agustín Conde y después dos legislaturas con José Manuel Molina. La última fue en la oposición.
De todos esos años, en especial de Gobierno, ¿qué recuerda con más cariño?
En la oposición también se aprende, aunque no tienes capacidad para llevar a cabo medidas que consideras buenas para el vecino. Las dos concejalías en las que trabajé, dos legislaturas en Obras, Servicios, Parques y Cementerio, y una en Participación, están bastante conectadas porque en una llevas a cabo labores para mejorar la vida de los ciudadanos y en la otra se atienden las sugerencias y reclamaciones de los vecinos. En tanto se pudiese hacer, y hubiera dinero, que es lo importante, se intentaban atender esas necesidades y peticiones como poner un banco o arreglar los parques… porque, qué duda cabe que la ciudad necesita espacios verdes para quitar un poco la dureza de lo urbanizado.
Usted llegó a la política desde el movimiento vecinal.
Estuve en una plataforma creada cuando el botellón era muy abundante, el Casco se veía perjudicado, los ruidos por la noche eran incesantes, no dejaban dormir, y unos cuantos vecinos nos juntamos buscando una mejor conservación del Casco Histórico. En el Ayuntamiento entonces estaba Joaquín Sánchez Garrido y todas las semanas iba a verle, charlábamos y le contaba lo que ocurría cada fin de semana.
A renglón seguido entra en el Ayuntamiento como equipo de Gobierno. Esa capacidad de solucionar problemas debe ser muy interesante.
En el equipo de Gobierno tienes los instrumentos para poner en marcha mejoras en beneficio de la ciudad, por eso es muy importante lo que aportan los vecinos, lo que ellos ven y tú no, aunque todo va en función del dinero y de que los técnicos digan que es viable. Por eso a veces hay que dejar proyectos aparcados.
Tanto con Conde como con Molina fue una época de grandes cambios en Toledo.
Se hicieron las escaleras mecánicas de Recaredo, que fue un adelanto importante y una novedad muy comentada fuera de España. También el Palacio de Congresos, otra obra gigantesca, y muchas otras medidas para mejorar el tráfico y la accesibilidad. Hay que tener en cuenta que en el Casco es muy complicado actuar, en cuanto cortas una calle supone un trastorno para sus habitantes. Se remodelaron los quioscos de la Vega, que estaban en estado deplorable, igual que el Mercado de Abastos, se eliminó el Palacio del Automóvil… Se hicieron muchos cambios en la ciudad.
¿Cómo era la relación entre concejales? Los propios y los ajenos.
Había muy buen ambiente. No quita que hubiera discrepancias en determinados momentos, pero después tanto a nivel de concejales como personal nos llevábamos muy bien. Eran los tiempos de Ángel Dorado, de Julio Herrera, después Chozas y también los concejales del PSOE… Se podía ir a tomar un café o una cerveza porque reinaba amistad y cordialidad. No había esas descalificaciones que vemos actualmente, y no me refiero a Toledo ciudad sino en España en general. Muchas veces digo que me alegro de haber estado de concejal en esa época y no ahora.
¿Ahora se lo pensaría dos veces?
Pues a lo mejor me lo pensaba dos veces, de verdad. He estado muy contento y ha sido una etapa para mí maravillosa para ir a trabajar y realizar las tareas que me encomendaban y para las que tuve el apoyo de los funcionarios y de todo el personal del Ayuntamiento.
¿Qué consejo daría a los que están y a los que vengan?
Siempre ha dicho que es muy importante estar en contacto con lo que te toca gestionar. Mi consejo es calle, calle y calle. Sin desatender las cosas del despacho, sobre todo calle, que no te lo cuenten otros, ver en persona las deficiencias que pueda haber y ponerlas remedio. También hay que escuchar a los vecinos y solucionar lo que reclaman, si se puede, lo antes posible. Porque son asuntos cotidianos: la farola, la basura, el bache… Que cuando el vecino salga de su casa, y cuando vuelva, vea su calle limpia y arreglada. Además, también es importante para el turismo, que es fundamental para Toledo.
Este año comparte el nombramiento con Ángel Felpeto.
Para mí, que le conozco desde que entré en el Ayuntamiento cuando él estaba en la Universidad Laboral, es una persona seria, formal y dispuesto a hacerte cualquier favor que le pidas. Es todo un caballero en su dimensión personal pero también en la política.