La entrada al cementerio de Garciotum, un municipio de 200 vecinos en la Sierra de San Vicente, luce una placa con una frase encabezada por el verso 'Aquí acaba la miseria'. Pero la cicatería humana es insondable. Lo saben bien en 16 localidades de la provincia atribuladas por las recientes profanaciones en sus camposantos. «No hay nada más ruin», espetaba en palabras a este diario la alcaldesa de Erustes, Sonia Morales, tras descubrir a principios de junio 31 crucifijos de bronce arrancados.
Estas piezas cristianizan la frialdad de las lápidas. Cada familia paga unos 1.000 euros por los crucifijos de 90 centímetros de altura, los más castigados por los ladrones. Estos cobrarán entre 10 y 15 euros por la fundición de cada figura. Miseria sobre miseria. «No creo que les den más de un euro por kilo», asegura sobre esta compraventa en el mercado ilegal. De momento, las piezas denunciadas como sustraídas se acercan a las 1.500 entre todos los municipios entre finales de mayo y el mes de junio.
El propietario de Mármoles y Granitos Muñoz, Carlos Muñoz, aconseja a las familias renunciar por un tiempo a los crucifijos de bronce. Los ladrones golpean las piezas para comprobar la porción de metal y y desenclavar su botín. Por ello, recomienda un sucedáneo como la marmolina, cuyo coste es notablemente inferior y brinda unas piezas estilizadas.
El escándalo de los 1.500 crucifijos robadosLos ladrones arrasan los camposantos. Ocurrió la semana pasada en Santa Cruz de la Zarza, cuyo ayuntamiento estaba advertido por la Guardia Civil. «Es goloso», vinieron a decir los agentes por la abundancia de piezas de bronce. Dos días después, un trabajador municipal descubría la desaparición de 114 crucifijos. La banda desafió a un pueblo en sobreaviso por las sustracciones recientes en La Guardia y Noblejas.
Los agentes comentaron al alcalde, José Antonio Valencia, que la banda especializada resuelve el apalancamiento de todas esas piezas en media hora. Muñoz, en cambio, calcula que deben emplear unos cinco minutos para desenclavar las figuras. Y añade que deben ayudarse de focos para tan concienzudo robo.
El esfuerzo de apalancar estas piezas macizas, de unos 10 kilos de peso, exige que la banda esté compuesta, al menos, por tres individuos. Uno de ellos apalanca; otro sujeta el Cristo, y un tercero carga en la furgoneta. «Están robando lo que no está escrito», afirma enfadado Muñoz.
La Guardia Civil ha atendido denuncias desde finales de mayo en las poblaciones de Lagartera, Lucillos, Cebolla, Domingo Pérez, Bargas, Erustes, Los Yébenes, Turleque, Dosbarrios, Alcabón, Torrijos, Carriches, Escalonilla, Noblejas, Almonacid de Toledo y Santa Cruz de la Zarza.Estos tres últimos ocurrieron la semana pasada.
Precisamente, en Lagartera, unos padres descubrieron el robo durante la visita a la tumba de su hijo, fallecido en la adolescencia. El dolor y la indignación siguen engordando en una provincia escandalizada con los ladrones de cementerios. Hay antecedentes, pero quizá no con tanta diligencia como esta oleada. El Ayuntamiento de Dosbarrios aseguró que la banda usó algún dispositivo para anular las grabaciones de las cámaras municipales; por su parte, el de Escalonilla denunció el corte de luz de las farolas más cercanas a las cámaras de vigilancia municipal para impedir el reconocimiento de los autores.
Por suerte, la Guardia Civil ha puesto fin a lo que parecía un drama que no terminaba nunca.