La Policía catalana firmó el pasado jueves una de las jornadas más desafortunadas de su historia. Era el día clave. El fugado expresident Carles Puigdemont había anunciado su regreso a España y ellos eran los encargados de detenerle. Nada parecía poder fallar. El político iba a ofrecer un mitin a escasos metros donde se iba a celebrar la investidura de Salvador Illa y, luego, iría caminando hasta el Parlament. Un dispositivo de seguridad formado por 400 mossos le esperan para arrestarlo y conducirle ante la Justicia, pero la captura nunca llegó. El independentista volvió a fugarse ante los ojos de todo el mundo. ¿Qué sucedió?
Días después del bochorno, la estrategia parece coger forma. Y es que todo apunta a que el expresident pudo haber contado con un grupo de agentes autonómicos que facilitaron la segunda huida del separatista burlando todos los controles, según las investigaciones que se empiezan a conocer.
Por eso, ahora todas las miradas están puestas en el dispositivo policial, cuyos mandos se defienden alegando que su misión era salvaguardar el desarrollo del pleno de investidura. La autocrítica apenas existe entre los responsables en funciones de la Policía autonómica, desde el consejero de Interior, Joan Ignasi Elena, al comisario jefe, Eduard Sallent, que echan balones fuera sobre lo ocurrido y culpan de los hechos al propio Puigdemont -«algo impropio» de un expresident, alegan-.
En cualquier caso, los Mossos han iniciado una investigación interna para depurar responsabilidades y han puesto el foco en la posibilidad de que un grupo de agentes pudiese haber ayudado al expresident a huir de Cataluña, entre los que se encontraría tres uniformados que fueron detenidos y puestos posteriormente en libertad. Entre ellos se encontraría el dueño del Honda blanco en el que se vio marchar de la Ciudad Condal a Puigdemont y que pertenecería a un antiguo escolta del expresident, Xavier Manso, un funcionario de 54 años destinado en la comisaría de Blanes, según aseguran distintos medios.
Los investigadores saben que estos tres mossos fueron piezas clave para lograr la fuga del secesionista, pero no descartan que pueda haber más agentes implicados. No solo cómplices materiales, sino también topos que desde dentro del cuerpo podrían haber facilitado información al equipo del secesionista para trazar una ruta de fuga segura.
La no detención y posterior huida del exmandatario podría poner de relieve también la existencia de un grupo de colaboradores dentro del cuerpo autonómico fuertemente politizado y también descontrolado.
Las consecuencias de este nuevo episodio está ya pasándole factura a un cuerpo formado por unos 18.000 funcionarios. Por el momento, no ha habido ninguna dimisión ni se espera. El nuevo presidente Illa no parece contar con ellos. Moverá esas fichas para poner las suyas propias.