Como si caminaras por vez primera por un lugar desconocido, en una noche cerrada, sin luna ni farolas que alumbren el recorrido, tan solo con la ayuda del sentido del oído para seguir la voz de alguien que te guía para poder llegar al destino sin contratiempos y los sonidos de ambiente que te orienten hacia la dirección correcta y con el apoyo de un bastón para detectar posibles obstáculos o peligros. Esto podría resumir la sensación que experimenta alguien que se mete en los zapatos de una persona ciega o con discapacidad visual, una circunstancia mucho más compleja de lo que se puede presuponer y sobre la que ha arrojado luz una iniciativa puesta en marcha con motivo de la XXXIII Semana de la ONCE en Talavera.
Vivirlo para contarlo ha sido posible gracias a esta actividad con la que la ONCE cierra esta edición de su semana, que busca sensibilizar a la población acerca de las barreras cotidianas a las que se enfrentan las personas ciegas o con discapacidad visual en sus desplazamientos y la importancia de contar con una accesibilidad universal para alcanzar la igualdad de oportunidades.
Una meta que, por lo experimentado, está aún lejos de alcanzarse, pese a incorporarse en las agendas de Urbanismo de muchas ciudades un sistema de plataforma única que si bien elimina barreras en materia de accesibilidad para el colectivo de personas con problemas de movilidad, no atiende las necesidades de quienes lo tienen en la vista.
Desde la sede de la ONCE en Talavera, situada en la calle Jacinto Guerrero, 3, la experiencia comienza con unas indicaciones por parte del director de la ONCE en Talavera, Víctor Amores, y el rehabilitador de esta entidad, Daniel Hormigos. Son ellos quienes explican, en primer lugar, las distintas afecciones que puede tener la discapacidad visual, que no se ciñen a «no ver nada», sino que pasan por limitaciones de campo y de agudeza visual.
De hecho, Hormigos indica que el 80% de los afiliados a la ONCE tienen algún resto visual, que supone tener un 10% o menos de agudeza visual o campo visual en ambos ojos. El 20% restante de afiliados no ve nada.
Enseñar a adaptarse a una persona con discapacidad visual a la vida diaria es la labor de Hormigos, que les enseña a cuestiones tan habituales en el día a día como el reconocimiento de monedas, el manejo por la calle, la utilización del bastón o cortar un filete.
Camino lleno de obstáculos. Con un antifaz y ayudada por un bastón se inicia la experiencia y, nada más cruzar la puerta de la sede, se encuentra un primer inconveniente, aunque los usuarios habituales ya lo manejen con cierta soltura. La franja de calzada que indica el acceso a la ONCE, pese a que tiene resalto, apenas se distingue del pavimento de esa calle, que también tiene relieve.
Pese a ello, el recorrido continúa hacia la derecha, con el cuerpo agarrotado por no saber qué se puede encontrar por el camino, en pleno casco, con mobiliario urbano, establecimientos y peatones por doquier.
Este primer tramo permite comprobar cómo cambia la sensación de recorrer con el bastón una calzada sin obstáculos a hacerlo con alcantarillas, rejas, paredes y otra serie de enseres que pueblan las calles de cualquier municipio. Es una de las primeras sensaciones al caminar a ciegas por una zona más que conocida de Talavera como es la calle San Francisco, hacia donde continúa el trayecto organizado por la ONCE.
Tomar la pared como referencia es una ayuda para guiarse con el bastón, que ha de moverse rodando por el suelo con la mano apoyada con el dedo índice extendido sobre la parte plana de la empuñadura. Es una de las pautas que ha dado Hormigos en su clase exprés para esta actividad, en la que se aprende también que el bastón puede dar mucha más información, como que lo porta una persona sordociega cuando intercala los colores blanco y rojo.
En una de las calles más comerciales de la ciudad, en una hora donde muchos están haciendo sus compras, caminar con bastón, despacio por la inseguridad que conlleva no ver nada y con el temor de chocar con cualquier elemento, este proceso tan cotidiano se vuelve muy complicado.
La voz de Hormigos es un faro en este mar urbano y guía hacia adelante, no sin pausas para reconducir la dirección y ofrecer nuevas indicaciones para superar algún que otro contratiempo. Es Víctor Amores, acompañado de su perro Nilssen, quien encabeza la caminata y quien tiene que esperar a quienes prueban esta experiencia por vez primera.
Pese a la advertencia inicial, la proximidad del cruce de San Francisco con plaza del Reloj se convierte en uno de los principales temores, puesto que no hay ninguna franja en el pavimento que indique a las personas con discapacidad visual que han llegado a este punto del vial. La orientación llega, una vez más, por el ruido de los vehículos que circulan por este punto de la ciudad.
En la Corredera el sistema de plataforma única representa algún inconveniente por la falta de cambio de textura o cromático en la calzada, lo más fácil de identificar en estas circunstancias. El recorrido se complica con otra serie de cuestiones como las ramas de algunos árboles que, al no ser detectadas por el bastón, dan en la cara a estos peatones, con el consiguiente peligro y molestias que esto puede ocasionar.
Estos problemas se dan con tan solo recorrer un pequeño tramo del Casco, pero son extensivos a muchos otros puntos tanto de Talavera como de otras ciudades, como el cruce de San Francisco con Alfares y Prado, tal y como lamentan desde la ONCE, desde donde insisten en la importancia de contar con una accesibilidad universal.