«¿Que si Maradona es dios? No hay que hacer culto del deporte»

O. Furones
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José Antonio Jiménez, 'Quillo' es el primer párroco que preside una peña madridista. Al frente de la Peña 'El Buitre', su objetivo es «acercar el mundo del evangelio al deporte»

José Antonio Jiménez, ‘Quillo’, párroco de San José Obrero y presidente de la peña Madridista ‘El Buitre’. - Foto: Yolanda Lancha

En la encrucijada de la pasión y la espiritualidad, la pregunta persiste: ¿Es el fútbol algo más que un juego? ¿Acaso se erige como una religión?

Las gradas se convierten en altares donde corazones laten al unísono, donde cada cántico se eleva como una plegaria apasionada. En el fragor del juego, los colores del equipo no son simples prendas, sino insignias sagradas que unen a comunidades diversas bajo un mismo estandarte. ¿No es esto, acaso, un ritual de conexión humana, donde la fe en un equipo trasciende lo meramente deportivo?

 Los héroes modernos que pisan el césped se vuelven más que simples atletas; son apóstoles de la destreza y la valentía, llevando consigo las esperanzas y sueños de multitudes que los ven como símbolos terrenales de la victoria. En cada gol, se desata una ola de éxtasis compartido, una celebración que se asemeja a la comunión en un rito sagrado.

Sin embargo, en este viaje por buscar respuestas, el fútbol no predica doctrinas divinas, ni responde a preguntas existenciales. Pero, ¿acaso es el fútbol una religión?

Una pregunta, un interrogante, una cuestión, que muy pocos son capaces de resolver. Solo aquellos que sienten ambos poderes son dichosos de dar respuesta. Respuesta que buscamos en el corazón del barrio de Santa María de Benquerencia, en Toledo.

Vecindario lleno de historias, y edificios que resisten el paso del tiempo. Allí, se alza majestuosa la parroquia de San José Obrero. Entre sus muros de viejas piedras, palpita una simbiosis única entre la religión y el fútbol.

En la aurora del día, con una sonrisa eterna y una amabilidad  como firma personal, nos da la bienvenida José Antonio Jiménez, cariñosamente llamado 'Quillo', el párroco del barrio. Un rincón donde la espiritualidad y la pasión deportiva convergen, creando un santuario donde la fe y el amor por el juego se entrelazan como hilos en un tapiz único.

Quillo personifica la dualidad única de su papel. Se trata del único cura al frente de una peña del Real Madrid. Con casi 300 afiliados, ostenta el título de presidente de la Peña Madridista 'El Buitre', en Toledo. Fusiona la espiritualidad y la pasión deportiva en una banda singular.

«Hay equipos que tienen capellanes, antes bastantes más que ahora. El Real Madrid también tuvo su capellán, pero nunca hubo un presidente de una peña madridista, de las casi mil y pico que hay en el mundo, y de las 21 peñas madridistas 'El Buitre' que hay en España, Méjico, China, Argentina... que un párroco sea su presidente», apunta Quillo. El mismo Emilio Butragueño, director de Relaciones Institucionales del Real Madrid, se sorprendía al ser conocedor del dato. El propio párroco nos desvelaba la conversación que tuvo con la leyenda blanca, en una de las comidas anuales de la peña. «Veo que también los valores del evangelio se parecen a los valores del fútbol»,  señalaba Butragueño en referencia al párroco.

Sentados en uno de los bancos de la parroquia, como dos feligreses más, tras finalizar una de las misas matutinas del día, nos revela, entre chascarrillos, como sus fieles «no se sorprenden porque, siempre salgo de blanco con la ropa litúrgica».

«Empecé en la peña porque un amigo (Pacorro) me pidió que le echara una mano. De ahí, a la Secretaría, luego a llevar la economía. Y de llevar la economía, a ser presidente. Es acercar el mundo del evangelio al deporte. El mismo Papa lo dice. La peña es una ocasión para encontrarme con mucha gente», nos recuerda José Antonio Jiménez.

Y hablando del Papa, siendo este del San Lorenzo de Almagro, «cuando lo visite le llevaré una bufanda de nuestra peña, y alguna foto del Bernabéu, para que vea el estadio nuevo. Además, él viste de blanco».

Bajo la mirada atenta de la talla de San José Obrero, y rodeados de simbología cristiana, la conversación sigue avanzando. Simbología, que como en el fútbol acompañan al ritual sagrado.  Un tejido espiritual  donde figuras como Maradona adquieren una dimensión divina. Y en esta camino de lo terrenal y lo divino la pregunta era obligatoria: ¿es 'El Pelusa' Dios? «No hay que hacer culto del deporte, sino hacer de una afición, valores. Valores de convivencia, valores de respeto, no al racismo, fuera los violentos de los campos... La educación es la base de un buen deporte. Y no demos culto a lo que no es. Los jugadores efectivamente son de otro nivel galáctico, y se nos ha ido la pinza», responde.

Al frente de la peña madridista 'El Buitre', que este año celebra su 39 aniversario, lo que la convierte en la más antigua de la ciudad de Toledo, se involucra en todos los proyectos, aunque eso sí, «siempre las reuniones son por la noche, en mi tiempo libre. Yo no puedo ir a todos los partidos. En la vida pastoral los fines de semana no se puede ir, pero hago que vayan otros. La labor de un buen presidente es su equipo. Ocho personas que conocéis de aquí de la ciudad, con un cariño y sin ningún ánimo de lucro. Esa es la clave».

El fútbol siempre se entrelaza con la religión, y hasta «el propio Butragueño ya ha venido por misa tres veces, y la gente lo sabe. Dicen: 'a ver si me toca verle'». Es muy común encontrarse en los propios estadios de fútbol alguna Virgen o Santo al que los jugadores y jugadoras le rezan. «El hombre tiene ritos y el hombre tiene mitos. Y lo que hace un deportista de cualquier ámbito es intentar invocar a Dios. Se santigua, lanza un beso al aire, señala con el dedo a un difunto como hizo Amavisca... Son gestos religiosos, pero que son ritos, la religión no es eso. La religión es un encuentro personal con Dios», señala Quillo.

Llegados a este punto, no podíamos dejar pasar la oportunidad. ¿Le has pedido alguna vez a Dios por tu equipo? «Yo pido siempre ganar. Ganar con elegancia. Siempre llevo un rosario, pero no mezclo. Pido que ganemos pero por la alegría de los chavales que llevamos, de la familia blanca».

Con casi medio año en la Presidencia, la decisión de aceptar el cargo no fue nada fácil. Algo que le llevó a recordar las palabras del Papa, quien califica estos actos de «periferias. Si el deporte me ayuda como párroco a llegar a otros ámbitos, personas, familias, bendito sea Dios... Lo tengo como ejemplo de evangelización, buscar a los que no vienen. Y por eso admití ser presidente. Con mis propias normas. Yo pido que en el autobús no se blasfeme. Que la gente no venga enfadada. Que respetemos al otro equipo», nos desvela el pastor de San José Obrero. Apostolado futbolero que entiende que la fe no solo se vive en el altar.

Poco a poco la parroquia de nuevo se vuelve a llenar de feligreses. Esta vez, a modo particular, cada uno haciendo sus oraciones. Y como si estratégicamente se tratara en un campo de fútbol, se posicionan en diferentes lugares del templo sagrado.

«En estos tres primeros meses, veo un Madrid espléndido. La figura de Bellingham ha dado pie a un tinte que no había en el banquillo, en el vestuario. Ha dado un tono de equipo. Está más unido que nunca. El otro día, en la propia cena de la peña, Butragueño resaltó esta cualidad. La belleza, la seriedad, el trato humano de este inglés ha dado al equipo más sentido de unión. Los dos brasileños están que se salen, y hay un par de jugadores que el mismo Ancelotti va sacando en el minuto 70. Y ese es el refuerzo. En el vestuario unidad, en el campo y en el banquillo, no son 11, son 22 los que juegan. Algo así nunca lo ha tenido el Madrid. Esta es una de las claves», apunta Quillo.

Él párroco, sabio en su experiencia espiritual, comparte consejos que trascienden lo divino y tocan la esencia de la misma vida. Palabras que también tiene para la estrella brasileña Vinicius, últimamente en el ojo del huracán, a quien pide «calma. Le han pedido que no entre al trapo. Es un jugador de pies a cabeza, pero que se serene. ¿Hará caso?, pues igual que mis alumnos a mí».

Mientras nos despedimos, recorremos el largo pasillo de la parroquia con un propósito que ha florecido durante nuestra charla. En la cercanía de este mensajero divino, elevamos nuestras plegarias por los nuestros, por el CD Toledo. Buscando el apoyo espiritual, y una pequeña ayuda. «Están en mi corazón. Aquí vienen de vez en cuando alguno de los jugadores, a misa, pero a nivel privado. Hay que apostar por el Toledo, hay que apostar por la ciudad, por un nuevo complejo deportivo. Y todo es esfuerzo, proyecto y dinero. Y entre nosotros también apostar desde pequeñitos, por los chichos y las chicas», afirma.

Bajo el portón de la iglesia. Apretón de manos como agradecimiento, hasta el próximo encuentro. Y dejamos atrás la pasión al fútbol que rezuman esas paredes. «Cada paso que des, que sea un regate hacia la felicidad», concluye 'Quillo'.