De guías clandestinos y picarescas en el turismo de los 60

José García Cano
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Como las pesquisas continuaron, los agentes llegaron a confirmar que a veces las empresas turísticas que traían a grupos o autobuses organizados a Toledo, también participaban de estas comisiones, llegando a cobrar el 20% de las ventas

De guías clandestinos y picarescas en el turismo de los 60

Seguimos recordando lo sucedido en Toledo en 1967, cuando se intentó controlar la actividad ilícita de determinados vecinos, que acompañaban (a través de ciertos engaños) a los turistas ciertas tiendas de damasquinados y souvenirs, para percibir la correspondiente comisión. La Guardia Civil recopiló los nombres de las personas dedicadas a estos menesteres y que eran culpables de la mala imagen que daba el turismo local. Entre ellos, además de los citados en el anterior artículo, encontramos a Juan (conocido como el Patata), a Antonio (alias el Gitano), otro Juan (alias el Loco), un tercer Juan (el Rata) y José Ramón (alias el Carbonero).  También se hizo relación de los establecimientos en los que era habitual este tipo de prácticas de dirigir a los turistas exclusivamente a determinadas tiendas, llegándose a contabilizar hasta cuatro de ellas, si bien, en el informe se deja muy claro que aparte de estas cuatro, en las que los interrogados mantenían el acuerdo de enviar turistas, había alguna más en la que era habitual abonar hasta el 40% de las ventas a los guías tanto de Toledo como de Madrid.

Como las pesquisas continuaron, los agentes llegaron a confirmar que a veces las empresas turísticas que traían a grupos o autobuses organizados a Toledo, también participaban de estas comisiones, llegando a cobrar el 20% de las ventas, aunque posteriormente el guía que les acompañaba y el conductor del autobús también se llevaban su parte, cada uno del 10%, llegando a un total del 40% en comisiones. También se conoció el caso de un taxista que acompañó a unos turistas a cierto hostal toledano que también tenía tienda de regalos, el cual recibió sorprendido de manos de uno de los trabajadores de aquel establecimiento, un sobre con 13.000 pesetas, a lo que el taxista dijo que no lo cogía porque podía haber llevado a sus clientes a otro hostal cualquiera; finalmente fue el propio dueño del negocio, quien insistió en que se guardase el sobre y que ya sabía lo que tenía que hacer la próxima vez.

En el informe se indica que había rumores de que algunas casas o fábricas de damasquinados contactaban directamente con importantes agencias a nivel estatal, que organizaban viajes periódicos a Toledo, para ofrecerles pingües cantidades económicas a cambio de tener la exclusividad a la hora de parar en sus locales. También llegaron a escuchar que algunas empresas turísticas de fuera de Toledo, recomendaban a sus clientes que se abstuvieran de adquirir productos en algunas tiendas de artesanía, pues a veces, los precios eran muy abusivos, algo que podían constatar ellos mismos, ya que, si compraban algún recuerdo en las tiendas recomendadas, luego podían ver el mismo producto mucho más barato en otras tiendas del casco histórico. 

Uno de los guías intérpretes interrogados aseguró que «desde tiempo inmemorial» es costumbre que las tiendas de damasquinados y recuerdos entreguen la comisión del 30% al guía correo, al guía local y al conductor de los autobuses de turistas, percibiendo cada uno de ellos una tercera parte de dicho porcentaje. En los sucesivos interrogatorios a los empresarios y dueños de los negocios, todos ellos confirman que era una práctica habitual el abonar las comisiones a los guías turísticos que les llevaban los clientes, quejándose algunos de ellos de que ciertos empresarios realizaban prácticas abusivas obligando a esos guías a que solamente acudiesen a sus negocios, para lo cual en ocasiones incluso les adelantaban ciertas cantidades de las comisiones, para tenerlos «fichados» y asegurarse que recomendarían sus negocios a esos clientes, realizando estas prácticas tanto hacia guías oficiales como a guías no autorizados. 

Como es lógico, a veces eran los propios turistas los que se daban cuenta de la diferencia de precios entre unas tiendas y otras, como así lo atestiguó un súbdito francés (M.J.H.) el cual denunció por estafa lo que le sucedió en una tienda toledana, en la cual compró determinados productos que rápidamente encontró a muy menor precio en otro establecimiento. Puesta la Guardia Civil manos a la obra, para aclarar si había delito de estafa, localizó a uno de los ganchos que la tienda tenía en Toledo, el cual resultó tener antecedentes penales desde 1948, cuando se le detuvo precisamente por estafa; a ello había que sumar otro delito de daños y escándalo y uno más en 1950 por acompañar turistas sin autorización, por lo que sufrió quince días de arresto gubernativo. A este arresto le siguieron otros tantos por seguir acompañando a turistas sin el permiso preceptivo. Tanto a este gancho como a otros más investigados, se les había aplicado en alguna ocasión la entonces llamada Ley de Vagos y Maleantes, con lo cual, deducimos que en su mayoría eran personas sin trabajo estable y que vivían realizando este tipo de tareas, rozando la ilegalidad y utilizando la picaresca propia del momento, en detrimento de la imagen de la ciudad.

El caso que hemos analizado en estas líneas, es un capítulo más en la historia del turismo toledano y nos muestra la realidad de aquellos años sesenta en este sector, donde no faltaban falsos guías turísticos, avezados comisionistas y empresarios que querían acaparar cuantos más clientes mejor. Hoy en día este sector profesional está mucho más regulado, las tiendas y negocios toledanos ofrecen productos de calidad con precios regulados y respetando los derechos que los consumidores tenemos a la hora de adquirir nuestros recuerdos y regalos. Es cierto que aún faltan por pulir algunos flecos para llegar a la excelencia turística en Toledo, como pueden ser entre otros, la regulación de los free-tour, evitar grandes grupos de turistas o velar por la convivencia con los vecinos del casco histórico, los cuales tienen que entender que Toledo viene siendo desde hace décadas un foco importante de turismo y que hay muchísimas personas que viven de este sector y por ello es tarea de todos los agentes implicados, el cuidar al turista y ofrecerle la mejor imagen que se pueda dar de Toledo.