Ayer –escribo jueves atardeciendo, con los milanos reales pasando hacia los dormideros del otoño–, cuando terminó la comisión telemática del trasvase Tajo-Segura, cerré el Teams y me quedé un rato mirando por la ventana de la oficina. Empezaba a llover. Ráfagas de gotas estrellándose contra el vidrio. Su final. O su principio. Después de treinta años trabajando en todos los frentes posibles para recuperar el Tajo, mostrando, enseñando, explicando, llevando, yendo a donde se me ha requerido, tengo claro que poco se ha avanzado. Al contrario. El aparataje jurídico, burocrático, técnico, político, funcionarial está más engrasado que nunca para mantener el statu quo. La sociedad desconectada en gran medida de sus ríos. El Tajo es una causa perdida.
Nada ni nadie va a sacar al Tajo de su estado. Al menos en esta era nuestra que pasa rápida e ingrávida, como nosotros, como el cometa que empieza a brillar en las amanecidas. No. El Tajo no interesa a nadie. Tampoco el Guadiana. Los ríos, en general, su paisaje, su acervo cultural. Las gentes que los vivieron ya están muertas, o desengañadas. El progreso, el interés particular siempre vestido de interés general, defendido políticamente por los manijeros del poder, los que siempre han mandado y mandarán, más allá de este juego superficial donde nos entretienen.
Nadar contra corriente como las bogas el Ibor cuando repunta la primavera, escoltadas por barbos entre ovas como cabelleras de diosas de las aguas. El anacronismo del Tajo dentro del ámbito de europeo, del primer mundo, el silencio de sus gentes, de sus ciudades, de sus representantes, ya no sorprende. Al menos a mí. Hemos pasado de pedir el cierre del trasvase, a contentarnos con que se trasvase menos. Quince años después seguimos sin caudales ecológicos, y los que nos han puesto para 2027 son una mentira. Se admite que el Tajo siga siendo una cloaca a su paso por esta tierra castellana que no pone la tercera mejilla porque no la tiene. Políticamente genuflexos, podemos seguir así otros cien años. El gobierno de España subvenciona ahora, por ejemplo, las centrales reversibles en los embalses extremeños a empresas que ya nos sacan en el recibo de la luz miles de millones de euros en beneficios cada año; pero ni un duro para recuperar el Tajo. No interesa. Cuanto peor huela, mejor. Cuanta menos agua venga, mejor. Así nadie se acerca. Es el juego.
Nos vuelven a intentar engañar, como nos han engañado con planes de cuenca, nuevas reglas de explotación, memorándums, plazos, promesas. Pero así el Tajo no volverá. Lo tengo claro. Las causas perdidas son las únicas por las que merece la pena luchar, algo decía así James Stewart en aquella película de Frank Capra. El Tajo y las causas perdidas.