El juglar es su nueva novela. ¿Qué puede encontrar el lector en ella?
Esencialmente es una novela de juglares, de varias voces de juglares. Recorre un tiempo histórico que va desde la época del Cid hasta un poco antes de las Navas de Tolosa. Ellos son los grandes cronistas, los grandes relatores, los que llevaban las nuevas de un sitio a otro. Es ante todo una novela; o sea, es ficción y, por tanto, son personajes creados por el autor que se mueven en un escenario histórico. He intentado crear sobre ellos una teoría de quién pudo ser o quién pudieron ser los autores del Cantar.
Fundamentalmente es una novela de esas gentes a partir de unos personajes muy concretos: un abuelo, un padre y un nieto. Son una saga que recorre todo el territorio hispano, que incluso llega hasta la zona musulmana y que también pasa los Pirineos y entra en la Occitania, que entonces tenía una relación absolutamente permeable y continua con la España cristiana. Muchos de los señores occitanos y provenzales tenían, en bastantes ocasiones, ascendencia hispana cuando no eran los reyes hispanos, como el rey de Aragón, quienes dominaban esas zonas.
Fueron aquellos tiempos recios.
Lo que he querido contar es que para nada es un mundo siniestro, oscuro y tremendo como se quiere hacer creer. Lógicamente, si en la Edad Media las condiciones de vida eran duras para los reyes, imaginemos cómo podían ser para los siervos. Pero las gentes también, y ese es el mundo que se relata, tenían música, canciones, color y fiesta cuando tocaba. Y si además se tenía la tripa llena, pues mejor.
Toledo es uno de los escenarios fundamentales de El juglar.
Los juglares iban a los sitios más importantes. Y uno de los grandes lugares de la juglaresca fue siempre Toledo, que era entonces una ciudad esplendorosa y que no mucho después de aquello se convertiría en la luz de Europa. La gran frontera no dejaba de ser el Tajo, incluso el Henares más al norte. Muchos de los juglares fueron allí y aparecen en la novela. Por eso la conferencia que voy a ofrecer en Toledo [el próximo jueves, día 25] trata sobre ellos. Hay escenas absolutamente maravillosas que han sido cantadas.
¿Cuáles son esos momentos toledanos?
Tenemos, por ejemplo, la gesta de Álvar Fáñez defendiendo Toledo del ataque almorávide, cuando la ciudad estuvo a punto de sucumbir y volver a manos musulmanas. Es una gesta que será recordada por estar protagonizada por el primero de sus alcaides cristianos. Minaya Álvar Fáñez es el apodo que el Cid le da y que viene de «mi anai», mi hermano. Cada vez aparece más, no sólo en El Cid como cantar sino también en El Cid histórico, ese gran entronque de los dos grandes héroes castellanos, Álvar Fáñez y Rodrigo Díaz, que en el Cantar se unen en uno pero que en la historia también estuvieron muy cerca.
Hay otra escena que me fascina. Se produjo algo después y aparecen, además, unos personajes que parece que no forman parte de la juglaría pero que, sin embargo, estaban siempre: las juglaresas. A los juglares se les llamó cazurros; eran aquellos que iban por plazas, ferias y mercados, pero muchas veces lo hacían acompañados de lanzaderas, soldaderas y juglaresas. Y no solo había juglares cristianos, los había moros e incluso algún judío. Era un mundo muy transversal que lo mismo estaba en las plazas de los pueblos que llegaba a los castillos.
Otra escena verdaderamente hermosa, inaudita, ocurre cuando el emperador Alfonso VII intentaba recuperar todo el Tajo porque después de Uclés [batalla de 1108], el terrible imperio integrista almorávide se había apoderado de enclaves esenciales. El rey decidió, ya crecido y fortalecido, acabar con ello y puso cerco al castillo de Oreja. Un ejército almorávide llegó desde el sur en su defensa y se fue contra Toledo, donde estaba la emperatriz Berenguela con sus damas. Los musulmanes pusieron un cerco; Toledo no es fácil de conquistar. Ante su estupor, empezaron a oír música de viento y cuerda desde lo alto de la torre más alta del Alcázar. La reina Berenguela y todas sus damas cantaban y tocaban instrumentos como la cítara, la lira o el laúd. Los musulmanes se quedaron estupefactos, silenciosos. «¿Qué pasa ahí?», se preguntaron. Entonces Berenguela se dirigió a los jefes musulmanes, se burló de ellos y les dijo: «¿Qué hacéis aquí delante de nosotras? Estos son los muros de Toledo, si queréis combatir con nuestros hombres, están en Oreja. Ir hacia allá, que mi marido lo va a tomar». Los musulmanes quedaron atónitos y avergonzados.
La presencia de la ciudad es frecuente en El juglar.
Es que Toledo está en muchísimos de los pasajes de la novela por ser el lugar a donde los reyes de Castilla iban; Toledo era la capital del reino de Toledo, que así se le llamaba. La ciudad era la gran llave, la gran joya de la corona castellana, y a donde los monarcas acudían con mucha frecuencia. Después de su coronación en León, el mismo Alfonso VII bajó a Toledo y organizó una de esas grandes veladas con juglares, algunos venidos desde la Occitania. Por Toledo pasaban todos los caminos, al menos de la parte sur de España.
Una parte de su obra literaria transita el periodo bajomedieval.
La Edad Media es un mundo que me apasiona. Al final y al cabo, estoy en la tierra de Atienza: levanto la vista desde mi pueblo y veo al castillo de Jadraque. Soy alguien muy apegado a la tierra y el paisaje.
El ciclo de novela histórica de Toledo ha congregado una gran afluencia en las dos primeras conferencias.
Me gustaría señalar la importancia de lo que se está haciendo con el apoyo del Ayuntamiento y [la asociación de] Escritores con la Historia. Creo que es una de las iniciativas más importantes que se han abordado en los últimos tiempos desde el punto de vista cultural. Es una apuesta muy firme. Soy el presidente de Escritores con la Historia y el actual alcalde de Toledo [Carlos Velázquez], incluso antes de las elecciones, me contactó para materializar esta propuesta y entre todos convertir a Toledo en un escenario de novela histórica porque lo es en la historia.
Se nos quedan todos los espacios pequeños. También hemos querido maridar los lugares donde ocurrió la historia, con las novelas y sus autores. De alguna manera, es un doble plato: el lector está en los lugares más emblemáticos de Toledo y del mundo mientras escucha a los escritores. Las conferencias se están grabando y están disponibles en las páginas web del Ayuntamiento y de Escritores con la Historia; la de Juan Eslava Galán lleva ya más de 12.000 reproducciones.
Lo que sucede es que la marca Toledo supone tal llamada que la búsqueda de «Toledo, historia, literatura y cultura» se convierte en un reclamo para que la miren desde cualquier lugar del mundo. Para esto sirven las redes sociales, no para esas otras cosas que son escupitajo y pedrada en tres líneas. Cuando acabe el ciclo serán centenares de miles las gentes que, a través de ellas, se habrán asomado a los lugares de la historia y a la creación de ficción que la historia ha producido. Seguiremos año tras año: espero que por Toledo pasen los grandes autores de novela histórica, los primeros espadas, por una ciudad que por algo es patrimonio de la humanidad.
Toledo se ha adentrado en la carrera por la capitalidad europea de la cultura. ¿Qué le distingue de otras?
¿Qué ciudad de España ha salido más retratada de forma continua en las novelas y es más un escenario novelesco? Hay algunas que pueden andar ahí, que también tienen mucha potencia, como Santiago de Compostela o Burgos. Pero Toledo tiene además su otra impronta, aún más importante, dentro de la historia de España y del mundo del conocimiento. Pusimos «Luz de Europa» por algo muy sencillo: porque Toledo lo fue a partir de la segunda mitad del siglo XII, cuando se convirtió en el lugar del mundo en que se compendió, en la Escuela de Traductores, todo el saber universal conocido. Fue una suerte increíble. Por un lado, los Omeya habían venido de Siria, que antes había sido griego y romano después, y trajeron todo el saber grecorromano que vino a Hispania. Nosotros, ante todo, somos romanos: Toledo había sido la capital de la Hispania visigoda y antes una ciudad romana. Éramos latinos y aportábamos cultura hispanorromana.
Se compendia el griego y el romano, que incluyen los textos de Aristóteles y todos los saberes desde la filosofía hasta la medicina, con las culturas musulmana y hebrea. Es toda la cultura del mundo y se hace el esfuerzo de traducirla.
Era todo el saber, no había Wikipedia ni inteligencia artificial. Se traduce primero al latín y después, y por primera vez en la historia de la humanidad, a una lengua actual, al castellano. El español es la primera lengua de la humanidad en la que se compendia, después del latín, todo el saber que existía en aquel momento en la tierra conectada. Y eso sucede en Toledo.
La ciudad ya estaba en manos cristianas.
Esta imagen de que el mundo cristiano era una pila de bárbaros y únicamente había cultura en los andalusíes es una falsedad completa. No voy a negar el esplendor andalusí, ni de la Andalucía califal ni el de la época de los Omeyas o de los taifas, que ya son hispanomusulmanes. Pero desde luego, hay esplendor, sabiduría y cultura en los reinos cristianos, cuyas Cortes llenaban los juglares que llegaban a España continuamente por el Camino de Santiago para quedarse. Toledo fue lugar de atracción de toda la cultura del mundo: a la ciudad vinieron alemanes, gentes de todos los países del centro de Europa, de todos los sitios de poder, a buscar sabiduría y cultura. «Toledo, luz de Europa» no es un eslogan, es una verdad más grande que el templo de la propia catedral de Toledo.
La propuesta literaria y divulgativa de Toledo, luz de Europa mejora la oferta cultural de la ciudad y del conjunto de la región.
Venimos a ayudar en todo lo que sea posible. En mi caso, hay un elemento que se llama cariño: no hay que olvidar que soy de la tierra, guadalajareño, alcarreño y, por tanto, de Castilla-La Mancha. Y lo digo con énfasis. Pero ahora se pone el latiguillo de «escritor manchego» y no: miren, soy un escritor castellano de Castilla-La Mancha. Por si alguien no se ha enterado, recordemos que la Mancha es una región de Castilla. Porque empiezo a estar harto de ello, con todo mi cariño, respeto y amistad fraternal hacia los manchegos, que son maravillosos. Pero que a un señor del común de la tierra de Atienza se le diga «manchego» pues no, ni tampoco a un tío de Toledo capital. La Mancha es una zona que está delimitada por otras cosas, una zona maravillosa donde además anduvieron por ahí nada menos que Don Quijote y El Cid, que son los dos personajes más relevantes de la historia de España, aunque uno sea ficción y el otro histórico.
El patrimonio más grande de la ciudad es su historia.
¿Hay alguna otra ciudad que pueda pasear por toda la historia? Me atrevo a decir que lo hace incluso desde del homo sapiens, porque la incluí en una novela sobre el periodo neolítico. Está en un lugar extraordinario y siempre ha sido algo muy importante. Por fortuna, lo tiene todo. Aquel que pique en cualquier sitio sabe que debajo va a aparecer un romano.
La gran riqueza de Toledo es su propia historia si sabe aprovechar el impulso que eso le da, porque es algo verdaderamente excepcional. De hecho, abarca todos los ámbitos de la vida, ha sido el escenario de tantas cosas y tantas novelas y creo, además, que debería haberlo sido de muchísimas películas más. Toledo está pidiendo a gritos una gran película centrada en ella misma o en cualquiera de los aspectos que tiene.
¿Cómo se pueden trasladar esos intangibles y hacerlos actuales?
Quien está demostrando el nivel de emoción que puede provocar ese espectáculo, y lo tenemos muy al lado, es Puy du Fou, que convierte la historia en belleza, espectáculo y emoción. Y eso está teniendo un impacto verdaderamente tremendo: hablamos de un millón de espectadores al año. Está basado en la riqueza histórica, artística, monumental y emocional que tiene Toledo y los grandes personajes que han estado en la ciudad. Y también Toledo puede presumir de algo potentísimo como es la historia de la convivencia.
Hay quienes pretenden revisar o revisitar algunos hechos históricos como la Reconquista o el Descubrimiento.
No, lo que pretenden es cancelarlo, que lo ignoremos, lo despreciemos y lo odiemos. Hemos dado el paso a la cancelación. Aquí parece que sólo puede haber memoria desde que se estableció la Segunda República hasta el final de la represión de la dictadura franquista, que yo a las cosas las llamo por su nombre: dictadura franquista y represión atroz, punto. La historia es otra cosa y la memoria de la historia es sobre todos los hechos y desde todos los puntos de vista.
Ni podemos estar en las súper glorias imperiales ni convertirnos en algo así como los reos de un crimen universal contra el mundo porque esa es la más atroz de las mentiras. Nuestra historia está llena de elementos porque es una historia inmensa. Si lo más trágico de la especie, la extinción de los neandertales, ocurrió aquí, en la Península Ibérica. Desde ahí, todo ha pasado por aquí, por esta península y esta Hispania, que ahora es el conjunto de España y Portugal.
¿Por qué plantean una imagen tan diferente?
El ataque se centra en varios aspectos. El primero es que la Reconquista no existió, ni Covadonga. Y que no hubo conquista porque los que vinieron dieron unos caramelos y tal. Sin embargo, la conquista musulmana fue tremenda, a sangre y fuego, y los que perdieron fueron convertidos en siervos o en ciudadanos de segunda que estaban inflados a impuestos y que no podían subir. Por eso se convirtieron tantos cuando ya llevaban cien años.
Que hay una reconquista es evidente: hay un intento de recuperar los territorios que en un momento determinado estuvieron dentro de un reino visigodo en un mundo ya romanizado y cristiano. Se puede discutir que lo de Covadonga, a lo mejor, no pasó de una escaramuza, pero es un hecho y un mito fundacional: a partir de ahí se crea un reino, el primer reino de Asturias con capital en Cangas de Onís. Eso no lo se han sacado de una chistera, existió por algo.
Es penosa la imagen que se quiere dar de la gesta más extraordinaria de la historia, o sea, del viaje más trascendental de la historia de la humanidad que es el Descubrimiento de América. No hay un hecho en toda la historia que se pueda comparar en lo que ha sido de trascendental para el conjunto del mundo. Primero, para la conciencia del propio mundo sobre sí mismo, porque creíamos que era mucho menos de la mitad. Después, porque descubrimos que hay un continente, un océano y que se puede circunnavegar toda la Tierra. Y eso lo hizo, y en un periodo muy corto de tiempo, una nación llamada España.
¿Qué caracterizó a la América española?
El descubrimiento, exploración y conquista de América tiene unos ingredientes muy diferentes a todos los demás. Porque España ha sido un imperio a la romana: los hispanos somos romanos y de la misma manera que Roma se replica en España, España se replica en América. Solo hay que ver sus ciudades y lo que allí se quedó.
Y sobre todo, se replica una cosa: somos unos romanos muy adelantados. Trajano felicitaría a esta provincia. ¿Quién ha extendido más la lengua romana que nosotros? Somos 600 millones de personas, ni en los mejores sueños del imperio. ¿Porque qué hablamos? El latín, un romance del latín, un derivado. ¿Qué nos diferencia, esencialmente además, de un imperio colonial o del genocidio? Si es que la prueba está en sus propias gentes: el porcentaje de población indígena y mestiza autóctona que queda en el norte de América, donde se instalaron ingleses y franceses, es de poco más del uno por ciento; al sur del imperio, en gran parte de todo lo que fue el territorio hispano, los porcentajes actuales superan en algunos países el noventa por ciento.
Es columnista en La Tribuna, cada vez viernes se publican sus ideas. ¿Cómo elige los temas a tratar?
Quiero ser honesto y muy periodista. He sido escritor desde niño y periodista un poco después, pero siempre las dos cosas. Desde luego, no puedo dejar de apasionarme por la actualidad y tengo como dos almas. Por un lado, tengo el veneno de esa actualidad política que, aunque quisiera abstraerme de él, no puedo y se me nota. Por otro lado, tengo la continua tentación de querer ponerme simplemente como un observador lejano, alguien que lo ve y siente que no le compete, pero no puedo. Me gustaría poder observar lo que está pasando en España como desde lejos, como si no me afectara, pero no lo puedo evitar. Y quizás esa sea la razón por la que sigo escribiendo columnas.