Los smartwatches y otros dispositivos portátiles de salud pueden ser útiles para monitorizar signos vitales como la frecuencia cardíaca y, en algunos casos, la tensión arterial. Sin embargo, es importante considerar ciertos factores al evaluar su fiabilidad, tal y como avanza la miembro del Consejo General de Enfermería María Ángeles Gómez.
En primer lugar, la también supervisora de enfermería del Hospital Universitario Príncipe de Asturias (Madrid) llama la atención sobre la precisión de estos dispositivos ya que, según advierte, «ésta puede variar según la marca, el modelo, y la tecnología utilizada». En general, asegura que los sensores de frecuencia cardíaca suelen ser más precisos que los de presión arterial, «que pueden ser menos fiables y más susceptibles a errores».
Es más, considera que los smartwatches no están destinados a reemplazar equipos clínicos profesionales, sino que pueden ser útiles para el seguimiento y las alertas iniciales, si bien cree que no deben ser utilizados como una única fuente de diagnóstico: «La precisión de las mediciones puede verse afectada por factores como el ajuste del dispositivo, la actividad física, el movimiento del usuario, y la temperatura de la piel. Es recomendable usar estos dispositivos como complemento de otros más precisos, especialmente para condiciones de salud críticas».
En resumen, destaca en este sentido Gómez que los smartwatches pueden ofrecer una orientación general sobre nuestros signos vitales, si bien recuerda que para las decisiones clínicas importantes siempre «es mejor confiar en los dispositivos médicos certificados, y en la opinión de las enfermeras».
Aquí, esta enfermera, que también es profesora de la Universidad de Alcalá, y directora del máster en cuidados a personas en diálisis, terapias domiciliarias y ecografía del acceso vascular, sostiene que las aplicaciones de salud para móviles «pueden ser herramientas útiles para monitorizar y gestionar aspectos de la salud personal», como la actividad física, la dieta, el sueño, y algunos signos vitales; si bien cree importante tener en cuenta varios aspectos al considerar su fiabilidad y efectividad.
Entre otros apunta a la precisión y a la utilidad de estas aplicaciones de salud, ya que varían considerablemente. «Algunas están basadas en investigaciones científicas, y desarrolladas con la participación de profesionales de la salud; mientras que otras pueden carecer de una validación clínica. Es crucial asegurarse de que la aplicación tenga políticas claras sobre la privacidad y la seguridad de los datos. Esto es especialmente importante para las aplicaciones que recopilan información sensible de salud».
Mantiene por otro lado Gómez que las aplicaciones que utilizan los sensores del teléfono para medir parámetros, como la frecuencia cardíaca o la presión arterial, pueden ser «menos precisas» que los dispositivos médicos especializados. «Además, la interpretación de los datos por parte de la aplicación puede no siempre ser fiable», alerta esta experta del Consejo General de Enfermería.
«Al igual que con los smartwatches, las apps de salud deben considerarse como herramientas complementarias. Es recomendable usarlas junto con las consultas especializadas regulares, y con los equipos de diagnóstico clínico para obtener una visión completa y precisa de la salud», mantiene esta investigadora del proyecto Allprevent, del Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación de España, y el Instituto de Salud Carlos III. «Siempre consulta con profesionales de la salud antes de tomar decisiones basadas únicamente en datos obtenidos de estas aplicaciones», apostilla Gómez.
La tensión, con cautela
En el caso concreto de la tensión arterial, esta enfermera indica que las tecnologías de medición en este campo «están evolucionando rápidamente, pero pueden no ser tan fiables como los métodos tradicionales en todos los casos», y han surgido nuevas formas que no requieren el uso tradicional de brazaletes inflables.
«Algunos de estos nuevos dispositivos utilizan sensores basados en fotopletismografía (PPG, cuya precisión aún es objeto de debate y que monitorizan cambios en el volumen sanguíneo en el dedo), análisis de pulso en el dedo, o incluso sensores que combinan tecnología de radar con algoritmos avanzados para medir la presión arterial», resalta.
De hecho, reconoce que tanto los relojes inteligentes, como las aplicaciones móviles que miden la presión arterial utilizan sensores similares. «Sin embargo, los relojes tienen la ventaja de estar en contacto continuo con la piel, lo que puede ofrecer cifras más consistentes. A pesar de esto, los datos deben ser interpretados con precaución, y no reemplazan los dispositivos clínicos certificados», advierte.
Es por ello por lo que insiste esta enfermera experta en que no hay un consenso claro en la comunidad científica sobre la fiabilidad de estos nuevos dispositivos para todos los usuarios, o en todas las situaciones: «Muchos dispositivos están en fase de pruebas o han sido validados solo para ciertos grupos de usuarios. La falta de estandarización y de pruebas clínicas extensas puede limitar su uso como única herramienta de diagnóstico».
Con ello, lanza el consejo para quienes utilizan estas tecnologías de que siempre se deben corroborar los resultados con dispositivos de medición tradicionales; especialmente si se monitorizan condiciones de salud críticas. También cree aconsejable consultar a un profesional de la salud para interpretar los resultados.
Eso sí, en último lugar resalta que las nuevas tecnologías de medición de la presión arterial, especialmente aquellas que no utilizan brazaletes, ofrecen varias ventajas que pueden ser beneficiosas para los usuarios: «Los dispositivos sin brazaletes, como los relojes inteligentes y algunos sensores portátiles, son más cómodos y fáciles de usar. Algunos permiten una monitorización continua o más frecuente de la presión arterial. Esto puede ser útil para detectar fluctuaciones a lo largo del día y obtener un perfil más completo de la salud cardiovascular del usuario».
A su vez, alerta de que la inexactitud en las mediciones puede llevar a diagnósticos incorrectos, ya sea subestimando o sobreestimando la presión arterial del usuario: «Esto puede resultar en una falsa sensación de seguridad o, por el contrario, en una preocupación innecesaria; lo cual puede afectar negativamente la salud y el bienestar del usuario».