El río Tajo presenta este fin de semana una imagen preocupante. Su caudal, una vez imponente y vigoroso, ahora se reduce al mínimo. Los últimos trasvases han dejado una marca en este gigante acuático, disminuyendo su flujo a niveles que despiertan una justificada inquietud por los vecinos y vecinas.

En tiempos pasados, las aguas del Tajo fluían con fuerza, alimentando la tierra y la vida a su paso por Toledo. Sin embargo, hoy en día, ese flujo ha menguado hasta convertirse en un hilo tenue. Tanto es así, que algunos vecinos han visto como la gente atraviesa a pie de una orilla o otra, algo impensable en épocas anteriores. Este hecho, más que una mera curiosidad, es un símbolo palpable de la preocupación en el medio ambiente.

Pero hay una problemática aún más oscura que se cierne sobre el río Tajo: la contaminación. Desde hace más de medio siglo, las aguas del Tajo han estado tan contaminadas que nadie se atreve a sumergirse en ellas. La contaminación ha transformado este río en un testigo silencioso de la negligencia humana, un recordatorio constante de los peligros de tratar el medio ambiente con indiferencia.

La disminución de las aguas del Tajo es un recordatorio urgente de la necesidad de adoptar medidas efectivas para preservar y proteger este recursos hídricos, y evitar imagenes dolorosas.