Hay recuerdos incólumes por más que la vida mezcle y baraje las vivencias. Hay recuerdos imborrables como encabezar La Behobia-San Sebastián al lado de un futuro subcampeón del mundo de maratón y cambiar el ritmo en el Alto de Miracruz. Y volver a esprintar cuando la respiración de Diego García amenaza como una locomotora. Y ganar una vez más.
Alfonso Álvarez viajó hace una semana a Barcelona como representante de la empresa familiar 'Artequeso'. Este quesero temblequeño participaba en una feria del sector y, probablemente, nadie reparó en que tenía enfrente al rey de La Behobia, la extraordinaria carrera popular entre Irún y San Sebastián disputada el día anterior con casi 30.000 inscritos y organizada cada año impecablemente por el Club Deportivo Fortuna.
Alfonso abandonó el atletismo hace mucho tiempo, pero sus marcas y su dominio en cinco ediciones de La Behobia-San Sebastián siguen vigentes. Con sólo 17 años, el benjamín se embarcó en un tren cama junto con un grupo de corredores con los que coincidía en El Retiro madrileño. Destino: concursar por primera vez en la clásica vasca. Se alojó en el hotelazo María Cristina antes de la fastuosa reforma y viajó en ferrocarril el 8 de noviembre de 1981 hasta el barrio irunés de Behobia. «Me puse a correr y la gané. Fue inesperado», abrevia en una conversación telefónica con este diario sobre la primera pica de su gesta.
Alfonso Álvarez, en 2016 junto al organizador de La Behobia, Enrique Cifuentes.Durante esos 20 kilómetros de carrera y el registro final de 1:04:39, le dio tiempo a remontarse cinco años atrás. Un profesor del colegio Calasancio de Madrid le había castigado con dar vueltas al campo, y su estilo llamó entonces la atención del entrenador de atletismo. Así, casualmente, se incorporó a la disciplina del notable club escolar y despuntó en el programa de televisión 'Torneo'.
Enseguida, el adolescente se especializó en pruebas de fondo, como La Behobia-San Sebastián. El primer año compitió contra 1.000 corredores en esta prueba de asfalto que nace en Irún, pasa por Rentería y desemboca en San Sebastián. En su época, partía a sólo 100 metros de la frontera con Francia y finalizaba en el mismo ayuntamiento donostiarra. «Sólo puedo hablar maravillas de cómo me han tratado siempre en el País Vasco. Mi casa atlética está en el País Vasco», apunta.
Las carreras populares han ganado poderío en la última década, pero ya a finales de los 80 concurrían 8.000 atletas para medirse en La Behobia. Por entonces, Alfonso protagonizaba el palmarés de una prueba organizada inestablemente durante décadas. Hasta que se encarriló en 1979. El temblequeño ganó en 1981, 1983, 1985, 1986 y 1987. Casi nada. Cinco triunfos, como Alberto Juzdado.
El temblequeño alza los brazos en señal de victoria en La Behobia-San Sebastián.El triunfo de 1985, en ese emocionantísimo duelo con el local Diego García, perdura con un registro sublime: 1:01:43. El mismo que Eneko Agirrezabal en su victoria de 2021.
la tradición vasca. El genuino mimo vasco por las tradiciones mantiene candente la gesta de cinco victorias de Alfonso. Ha participado en entrevistas y en documentales, pero el alcance ha menguado en la provincia de Toledo. Quizá porque su trayectoria deportiva efervesció en Madrid. No obstante, representó al equipo Joma de Portillo durante dos temporadas en una carrera coronada también por su participación en un Mundial de Cross en Neuchatel (Suiza), en 1982.
Pero a Alfonso Álvarez lo que le remueve el cuerpo es La Behobia. Cada segundo domingo de noviembre. Entonces, aguarda el cumpleaños de su hija el 9 de noviembre y la clásica vasca. Entonces, Alfonso vuelve a subirse a ese tren cama, vuelve a alojarse en el hotelazo María Cristina, vuelve a viajar a la frontera con Francia, vuelve a ponerse a la cabeza, vuelve a alzar los brazos junto al Ayuntamiento de San Sebastián y vuelve a sentirse un héroe. El mismo quesero que se levanta al día siguiente en Tembleque para alimentar el prestigio manchego con su empresa familiar.