Mira a los ojos, sin dejar de sonreír. Nos recibe en su nueva casa, la Academia de la Lengua, rodeada de libros y de historias que recuerdan a egregios representantes de las letras españolas. Entre ellos, algunos que fueron profesores suyos durante la carrera de Filología Hispánica. En su discurso de ingreso en la RAE, Clara Sánchez reflexionó sobre la máquina del tiempo y el poder de la literatura para mover hacia atrás o hacia delante los acontecimientos.
Después de haber conseguido los premios Alfaguara, Nadal y Planeta, además del reconocimiento de la crítica y los lectores, a Clara Sánchez le faltaba el premio de ocupar una silla en la Real Academia de la Lengua. «Nunca había soñado con ello. Son cosas que llegan y estoy muy agradecida a los académicos que me propusieron», afirma la escritora alcarreña. Desde esa silla 'X', que antes ocuparon el poeta Francisco Brines y el dramaturgo, también alcarreño, Antonio Buero Vallejo, la escritora intentará aportar la experiencia y el talento literario que marca su brillante trayectoria.
El tiempo, como explicó en su discurso de ingreso en la institución, nos impide volver atrás, pero hay momentos en la vida imposibles de olvidar. «Cuando hacía Filología, estudiaba a académicos que admiraba y que ahora veo aquí, como José Manuel Blecua. Es emocionante. Tuve un profesor de Semántica, Gregorio Salvador Caja, también académico, que falleció, desgraciadamente, poco antes de que yo entrara en la RAE».
Clara Sánchez, con José María Barreda, durante la presentación en Guadalajara de su novela ‘Lo que esconde tu nombre’ (abril 2010).«Ya no da vergüenza escribir con faltas de ortografía»
Está orgullosa y feliz por la buena acogida, mientras explica las razones que, según ella, han propiciado la casi nula representación femenina en la historia de la Academia. Le recuerdo que actualmente son 11 mujeres, pero que hasta 1978, en que ingresó como académica de número Carmen Conde, no hubo ninguna. «La RAE es un reflejo de la sociedad, por eso ha habido tan pocas mujeres. Aquí no inventamos nada, ni imponemos nada. Aquí estudiamos la lengua que nos trae la sociedad. La Academia recoge y estudia, pero no impone nada. De alguna manera, responde a su lema: 'limpia, fija y da esplendor'».
¿Se desconoce el trabajo que realiza la Academia de la Lengua? «Los académicos somos la cara visible, pero luego están los lexicógrafos, los lingüistas y los colaboradores que hacen los diccionarios. Además, también hay que contar a las academias latinoamericanas. El español es un idioma muy importante, que se habla en muchos otros países y eso debemos tenerlo muy en cuenta. Aquí se trabaja mucho. Recoger el habla y la inquietud de la sociedad, a través de su expresión lingüística, no es ninguna tontería. Es necesario examinar los diccionarios anteriores y ponerlos en sintonía con los cambios sociales».
Respecto a la influencia de Internet, los móviles y las redes sociales en la utilización correcta del lenguaje, Clara Sánchez hace las siguientes observaciones: «Desde mi punto de vista, se ha empobrecido el vocabulario por una cuestión de desdén hacia la lengua, que es nuestro principal instrumento de comunicación». Hay, según la académica, cierta despreocupación. Como si todo diera igual. «Ya no da vergüenza escribir con faltas de ortografía. Eso no quiere decir que se te pueda escapar alguna, aunque seas académico, pero el problema más serio es que los jóvenes de ahora no sienten pudor al cometer esos errores. Hay desdén, descuido, como si todo diera igual. Nosotros cuidábamos mucho el uso correcto de nuestro idioma. Para mí, era horrible que se me hubiera escapado una falta de ortografía. Me llevaba un gran disgusto».
«En la novela 'Lo que esconde tu nombre' destapé la presencia de nazis en la costa mediterránea y recibí cartas con amenazas»
Otra novedad que observa Clara Sánchez, relacionada con el uso y abuso de los nuevos sistemas informáticos de comunicación, es que «ya no se habla ni se escribe con tanta floritura, ni tanta adjetivación». Los nuevos medios – en su opinión – ayudan a que el lenguaje se agilice y sea más fresco.
Los cambios sociales han sido tan grandes que hasta le cuesta encajar su historia personal en la realidad que estamos viviendo. De pequeña leía muchísimo y escribía porque soñaba con ser escritora. Para facilitar el camino, estudió Filología Hispánica y se especializó en Semántica. «Quería conocer – recuerda – el instrumento con el que iba a batallar en el campo de la escritura. Luego, me he dado cuenta que se puede ser abogado y un escritor extraordinario, pero yo entonces estaba convencida de que para dedicarme a este oficio tenía que conocer y manejar correctamente la gramática y la semántica».
Después de una infancia trashumante, de idas y venidas, a Clara Sánchez le gusta tomarse las cosas con cierta calma. Tanto en la vida como en el trabajo literario, que durante muchos años compatibilizó con la tarea docente en la UNED. «Yo no me comprometo a escribir un libro cada año, ni la editorial tampoco me lo exige. Cuando tengo algo que decir, escribo. En Italia, donde llevo vendidos varios millones de libros, funcionan de otra manera, y lo hemos arreglado intercalando novelas anteriores con las novedades para tener siempre ocupado mi hueco en las librerías. Pero aquí el mercado es diferente y no conviene sacar todos los años una nueva obra».
Aunque intenta manejar sus tiempos y controlar los éxitos que de vez en cuando se han cruzado en su camino, para Clara Sánchez es difícil olvidar la repercusión que tuvo la novela, ganadora del Premio Nadal, «Lo que esconde tu nombre», especialmente en Italia. «Allí se tituló 'Il profumo delle foglie de limone' y se vendieron dos millones de ejemplares. Fue un bestseller que estuvo cinco años entre los diez libros más vendidos. El periódico 'Corriere della Sera' ha publicado toda la obra que yo tengo traducida al italiano en la colección kiosco. Esta novela me causó algunos problemas en España. Yo destapé en mi libro la presencia de nazis escondidos en la costa mediterránea y recibí cartas con amenazas. Nos exigían que la retiráramos de las librerías. Estaban locos. Yo me negué en redondo, porque era una realidad que había conocido cuando vivía en Denia».
«El éxito es una droga dura y lo más difícil es saber gestionar su salida»
En su última novela, 'Los pecados de Marisa Salas' (Editorial Planeta), la protagonista es una escritora que fracasa con la primera obra y decide tirar la toalla. Sin embargo, alguien rescata la novela del olvido, le cambia el título y se apropia de la autoría de la misma. A partir de ahí, Marisa Salas no tiene claro si denunciar al impostor o beneficiarse, de alguna manera, de un éxito que ha ido a parar a otras manos.
¿Qué haría Clara Sánchez si eso le hubiera pasado a ella en la realidad? «Los plagios te inquietan cuando estás empezando. Pero, ahora, me da igual. Yo sé lo que escribo y no me importa lo que hagan los demás. En el caso de Marisa Salas, como dice ella, no sólo se han adueñado de su novela, sino de la gloria y de las bendiciones que le hubieran correspondido a ella. Tiene ganas de vengarse, pero, finalmente, decide beneficiarse también del éxito que le han usurpado»
La autora de 'El cielo ha vuelto', ganadora del Premio Planeta 2013, está convencida de que no todos los libros que se venden en las librerías están escritos por quienes los firma. «Y eso me parece una falta de respeto hacia los escritores de verdad. Da igual que nos gusten o que no nos gusten, pero es la obra de alguien que se ha empeñado y se ha sometido a la liturgia de la escritura».
En medio del silencio que se respira en la sede de la RAE, en una mañana lluviosa, la voz de Clara Sánchez intenta poner luz a las grandezas y miserias del mundo literario y editorial en el que se mueve.
¿El éxito? «El éxito es una droga dura y lo más difícil es saber gestionar su salida. La protagonista de mi última novela, Marisa Salas, lo tiene más fácil porque ha conocido la vida normal, pero no así Carolina Cox, que no ha conocido otra cosa. Someterse al éxito es someterse al fracaso, puesto que al final el éxito acaba siempre en fracaso. Es ley de vida. Los grupos de rock, los escritores, los actores… A todos les llega un bajón en sus carreras. Si estás anclado en el éxito, como le ocurre a la escritora Carolina Cox, eso es terrible. No sabes cómo salir de ahí».
«Me gusta ser reconocida, pero no ambiciono nada. La ambición desbocada lleva a la infelicidad»
Esto explica, quizá, su apuesta decidida por la normalidad. No quiere sobresaltos. «Nunca he ambicionado premios ni distinciones. Me gusta ser reconocida, pero no tengo una gran ambición. Porque sé que una ambición desbocada lleva a la infelicidad». Los viajes promocionales por España y el extranjero tampoco le gustan demasiado. Lo asume como parte inevitable del trabajo. Lo ha hecho de buen grado en el pasado, pero ahora intenta tomarse las cosas con calma. Tener una vida más sosegada.
Finalmente, hablamos de su buena amiga Magdalena Valerio, expresidenta del Consejo de Estado - «me parece horrible, denigrante lo que han hecho con ella» - y de sus últimas visitas a Toledo y Guadalajara, relacionadas las dos con la presentación de su última novela. «Estuve en el Hotel Áurea Toledo, un hotel precioso que inauguraron hace poco. Estuvo lleno el salón y la gente encantadora. Antes fui a Guadalajara, mi ciudad, y firmé ejemplares de 'Los pecados de Marisa Salas', con la Librería Lúa, en el Centro Social de Ibercaja. De paso, me hicieron una larga entrevista para el programa cultural de TVE, 'Un país para leerlo'. Guadalajara es una ciudad muy distinta a la de mi niñez, y su vida cultural irá incrementándose cuando esté terminado el nuevo campus universitario.
«El Doncel de Sigüenza es un emblema de la imaginación y el pensamiento»
Los cambios de residencia de la familia pusieron a prueba, de manera muy prematura, su capacidad de adaptación a las nuevas situaciones. Guadalajara, Tarragona, Barcelona, Valencia y Albacete – la ciudad de su padre – son los escenarios de su infancia. Sin embargo, su memoria se recrea en Galápagos, pueblo guadalajareño de la campiña donde nació su madre, y en Albacete. Allí pasaba los veranos y allí descubrió los paisajes que han marcado, de alguna manera, su estilo literario.
«En mis novelas – afirma, Clara – siempre hay un personaje que tiene que adaptarse a una situación nueva. Siempre, en todas. En la última – 'Los pecados de Marisa Salas' – la protagonista tuvo que adaptarse al fracaso de su primera novela. De niña, los traslados de mi padre, buscando mejorar en su trabajo, me creaban desazón. Para mí, era traumático tener que cambiar de colegios, de viviendas y de calles. Porque, en mi infancia, los niños pasábamos mucho tiempo en la calle. A mí todo eso me hacía llorar muchísimo. Sin embargo, de mayor, lo agradecí porque me hizo ser bastante flexible y tolerante. Me ha hecho perder el miedo a los cambios. Me ha dado una experiencia emocional muy grande».
Los campos de Galápagos, donde vivieron sus padres después de jubilarse, le traen recuerdos maravillosos. El Instituto de la localidad lleva su nombre – «fue un detalle muy bonito»–- y los alumnos tienen muy presente a la escritora y académica Clara Sánchez. «El paisaje que yo conozco de Guadalajara es cerealista; donde la vista se expande hacia el infinito. Mi literatura también es llana, como ese paisaje, pero con una complejidad grande por debajo. Tengo un vínculo afectivo muy grande con Guadalajara, como con Albacete, donde disfrutaba de su Feria siendo una adolescente».
Recorre, entre recuerdos, la provincia de Guadalajara y confiesa su admiración por una figura escultórica que la conmueve: El Doncel de Sigüenza. «La figura de El Doncel me parece maravillosa. Es un emblema de la imaginación, el pensamiento y la reflexión. Además, en la provincia tenemos el románico rural, la miel, y esos paisajes que me fascinaban de niña. Yo lo que pido es que esa belleza natural se cuide y que no la machaquen con los quads y con las paellas. En Galápagos hacía unas caminatas increíbles. Me fascinaba llegar al soto, a una hondonada, después de cruzar una llanura limpia, de cereales».
Agradece los reconocimientos de sus paisanos – las medallas de Oro de Castilla-La Mancha, en 2011, y de Guadalajara, en 2022 – y subraya el vínculo afectivo con un territorio que ha marcado su vida y su obra. «Soy un reflejo de esta tierra. Lo que he vivido en ella de niña y de mayor ha influido en mi estilo literario, en mi manera de escribir. Lo que sientes de niño forja el carácter posterior. Yo he viajado de un lado para otro. Albacete huele a comino y Guadalajara a miel. Son dos provincias diferentes, y el carácter, la forma de ver la vida de sus gentes, también lo es».