No lo tenían previsto, pero quiso la fortuna que ese fin de semana la familia se hubiera marchado a un viejo inmueble en Burgohondo (Ávila) propiedad de varios parientes. Porque a las dos de la tarde del pasado 7 de julio se precipitaba el techo del salón de su vivienda del Casco justo sobre el sofá en el que el niño solía ver la televisión. Al día siguiente, la Policía Local los evacuó y precintó el inmueble de la familia y el superior (utilizado como apartamento turístico), como medida de seguridad, para evitar posibles daños personales, a la espera de un informe que dictamine a quién le corresponde la reparación. Esa misma noche volvió a ceder otra viga de madera del mismo techo, haciendo aún mayor la ruina.
Han pasado más de tres meses y medio y el techo de la vivienda sigue apuntalado y la familia de Ana no tiene un espacio para dormir. A falta de ayuda de Servicios Sociales o entidades sociales, y sin más familiares en Toledo, tiene que recurrir a la confianza de conocidos para tener un techo y una sopa caliente y que su hijo pueda continuar escolarizado en el Casco. Tampoco los seguros aportan solución. Los del piso superior y el de la comunidad no se ponen de acuerdo sobre las responsabilidades.
Recuerda Ana que desde hace siete años venían detectando filtraciones de agua del piso de arriba. Allí llegaron a detectar una mancha negra en el techo, termitas. El problema, apunta, es que los vecinos de arriba responsabilizaban de las humedades y de las terminas a la comunidad, por una bajante, y porque estos animales no vienen con la humedad. El inmueble superior se convirtió en piso turístico. El nuevo propietario y la comunidad mandaron a sus seguros a ver lo que ocurría. Acudieron ambos y reconocieron que, efectivamente, se tenían que arreglar el techo por filtraciones, pero nunca ocurrió. Seguían las humedades y hasta los malos olores del baño superior.
Una familia en la calle tras el hundimiento de su techoHace un año, tras la última visita del seguro, la familia comenzó a ver que el techo se cuarteaba. Llegaron a proponer al vecino de arriba que no alquilara el piso, para evitar problemas. Todo el mundo los trataba de calmar, aunque ellos escuchaban «caer arenilla, ruidos muy extraños». Hasta que este 7 de julio finalmente la primera viga de madera cedió y cayó el techo sobre el sofá del salón.
Sin vivienda. Ana se percató de lo ocurrido por las cámaras de la alarma. Vio la grabación y no quería dar crédito a sus ojos. Al día siguiente regresó a Toledo y ella misma comenzó a desescombrar, desesperada, en busca de una solución. Hasta que el administrador de la comunidad valoró que sería mejor llamar a bomberos y policías.
Estos examinaron lo ocurrido y los técnicos de Urbanismo y dijeron a la familia que tenía que salir de casa. Eran las diez de la noche, y tuvieron que buscar un hotel en Toledo, «a las doce seguíamos buscando un hotel con el niño pequeño, sin cenar, ni nada». Aquellos días, gastaron sus últimos ahorros en hoteles y comidas en restaurantes y solo pudieron regresar unos días a Burgohondo, hasta que comenzó el colegio.
Una familia en la calle tras el hundimiento de su techoA día de hoy, con el salón apuntalado, la familia continúa sin poder entrar a su vivienda, ni siquiera coger la ropa o cocinar. Quieren mantenerse en Toledo para que el niño siga escolarizado, pero no saben cómo hacerlo. Porque «nadie nos da un sitio, nadie se quiere hacer cargo, cuando yo recibo el ingreso mínimo vital y no me alcanza». Los seguros siguen con sus discusiones y ni siquiera pagan los muebles destrozados del salón. No ha habido respuesta, de momento, de Servicios Sociales, a falta de cita, ni de entidades sociales. Solo el Consorcio se ha comprometido a estudiar una ayuda para rehabilitar el inmueble, siguiendo los trámites habituales.
«Nos tienen en un sinvivir, porque no tenemos sitio al que ir», se lamenta Ana. No les alcanza el dinero para un alquiler y la defensa jurídica de su seguro les ha recomendado que se busquen otro piso y afrontes los gastos, o se vayan a casa de amigos o familiares.
A la espera de un informe. Fuentes de la Concejalía de Urbanismo han confirmado que el problema ha venido por el hundimiento del forjado que separa la planta baja de la primera. Parece venir de una filtración de agua, que no derivó en goteras, pero sí deterioró el forjado. De ahí que decretara el apeo y apuntalamiento del techo y la necesidad de precintar los dos inmuebles afectados, porque «el Ayuntamiento simplemente actúa para velar por la seguridad de los propietarios y de que se arregle». En caso de que sucediera un accidente sin que hubiera precintado el inmueble, allí ya sería responsable el Consistorio.
Una familia en la calle tras el hundimiento de su techoMás allá, de cara a discernir responsabilidades y de que el inmueble se arregle lo antes posible, Urbanismo requirió a la comunidad de propietarios un informe de evaluación del edificio. Este documento puede señalar la causa lo ocurrido, y por lo tanto qué seguro es el responsable, y también qué obras hay que ejecutar, y si las tiene que hacer la propia comunidad o el vecino de arriba.
En principio, apuntan fuentes de Urbanismo, el informe ya se ha presentado y marca una serie de actuaciones en esta vivienda en cuestión y también en todo edificio. Ahora la comunidad tiene tres meses para solicitar la correspondiente licencia de obras. No obstante, parece que el técnico que lo ha elaborado ha apreciado más datos en una reciente visita. De ser así podría hacer una ampliación al informe y discernir mejor las responsabilidades.