María de Rojas, un caso de hechicería en Turleque (II)

José García Cano
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Según avanza el proceso inquisitorial, descubrimos que años atrás, fray don Alfonso de Torres, el que fuera antiguo párroco de Turleque, ya había dado cuenta al tribunal de la Inquisición

María de Rojas, un caso de hechicería en Turleque (II)

El proceso continúa con la toma de declaración tanto al párroco como a otros vecinos, entre ellos a José Torija, cirujano de Turleque, el que afirma conocer a María la Culebra y de la cual dice haber oído y sabe, que se riñó con otra vecina llamada María López Romero, ya difunta, y mujer que fue de Matías Contreras, a la cual la Culebra le dijo que se había de acordar de ella, tras lo cual a los dos o tres días, se volvió loca hablando «mil locuras» y echando maldiciones, y el testigo oyó decir a la citada María, que la Culebra la había puesto así… 

Según avanza el proceso inquisitorial, descubrimos que años atrás, fray don Alfonso de Torres, el que fuera antiguo párroco de Turleque, ya había dado cuenta al tribunal de la Inquisición, a lo que no hicieron mucho caso aduciendo los gastos que se producirían si se iniciaba el sumario. Pero finalmente algo de caso hicieron al religioso, ya que encontramos un documento en el que se ordena comunicar a María de Rojas lo decidido por el tribunal de Toledo, el cual la acusaba de realizar «hechos sortílegos» y de maleficios, algo que debía comunicarse inmediatamente a María, informándole también que los miembros del tribunal la reprendían severamente y la rogaban que en adelante se abstuviera de practicar los excesos que había realizado en el pasado. También se la obliga a que aprenda la doctrina cristiana que el cura de Turleque le debe enseñar; así reza el documento fechado el 6 de noviembre de 1757 y que firma el licenciado Bustamante, todo lo cual le sería trasladado a María, en su propio domicilio de Turleque pocos días después, por voz de don Tomás Díaz de Sonseca. Una vez leída la carta a María, ésta asegura que todo es falso y que nunca ha practicado semejantes procedimientos. También se pasó notificación al párroco de Turleque, don José Francisco de Torres, el cual aprovechó la visita del funcionario inquisitorial, para anunciarle que iba a proceder a enviar otro escrito al tribunal toledano, pues en aquellos momentos (diciembre de 1757) estaban sucediendo «nuevos sucesos espantosos» y que originaban gravísimos escándalos en la población, es decir que María seguía haciendo de las suyas.

No sabemos exactamente lo que ocurrió desde ese momento hasta 1759, pero lo que si documentamos es el testimonio de fray Fernando de la Concepción, religioso descalzo de la orden de la Santísima Trinidad, el cual en aquel momento era el cura ecónomo de Turleque, quien después de haber leído el edicto de fe el día 21 de octubre de 1759, cuenta que había en la población una mujer llamada María la Culebra, que también conocían como la «Vieja Ventura», la cual protagonizó varios episodios enfrentándose a vecinos y vecinas y provocando en algunos de ellos ciertos maleficios. Por tanto, más de un año después de las primeras denuncias, María seguía actuando igual y en el pueblo se aseguraba que tanto ella, como su hija María la Curita, eran brujas y como tal, las conocían todos. También encontramos en una de las declaraciones contra María, como se efectuó la curación de uno de los vecinos maldecidos por ella; parece ser que cierta gitana, dijo poder curar a uno de los enfermos que había hechizado María, tras lo cual dio unas unturas al enfermo y en un tazón de agua echó ciertas cenizas que ella traía consigo, así como unos trapos de colores que también llevaba encima. A continuación, echó una moneda, ya que era necesaria una cruz según afirmó la gitana, tras todo lo cual comenzó a mejorarse el enfermo, y en ese momento sacó del tazón una figura muy parecida a la citada María Rojas, como así afirmó la gitana, a la cual echó agua del tazón y lo echó en un trapo. Todo lo puso en la cabecera del enfermo, advirtiéndole que, al día siguiente, al rayar el sol, lo quitase. Lo que ocurrió a las pocas horas es que las cenizas se habían tornado en cabezas de escarabajos y los trapos en algo parecido a pelos. De esta curación fueron testigos Josefa Carrasco e Isabel Carrasco, Ana Moraleda y Josefa López Romero. 

Las acusaciones no paraban de llegar y aumentaba el número de vecinos víctimas de María y de su hija, la cual parece que había aprendido perfectamente las artes mágicas y hechiceriles de su madre. Encontramos, además, un testimonio que asegura que aquellas maldiciones habían llegado incluso a afectar al ya citado párroco de Turleque, fray don Alfonso de Torres, el cual estaba aquejado de un «hechizo de muerte», provocado al parecer, por nuestra protagonista. En otra de las declaraciones que se hacen contra María, concretamente la realizada por Bernarda Díaz, natural de Consuegra, el día 8 de diciembre de 1759, se informa que dos de las víctimas de María Rojas (Matías Contreras y María López, citados al inicio de estas líneas) habían hecho un viaje hasta Daroca (Zaragoza), para visitar los Santos Corporales de esta localidad, los cuales fueron protagonistas de un famoso milagro ocurrido en 1239. El caso es que cuando el matrimonio vuelve desde Daroca a Turleque, asegura que en esta población zaragozana les habían confirmado que todos sus males provenían de los hechizos de la Culebra, así que el siguiente paso era denunciarla al santo oficio de la inquisición, según contó Matías a los vecinos. Pero aquella denuncia no pudo hacerse, ya que casualidad o no, a los quince días de la vuelta del matrimonio a Turleque, ambos murieron y no se pudo hacer denuncia al tribunal de Toledo… ¿casualidad? No lo sabremos nunca, pero lo cierto es que aquel suceso aumentó el miedo que sentían los turlequeños hacia María y hacia su hija, la cual por cierto se había casado con un cardador que a su vez era también el estanquero de la localidad. 

La misma Bernarda, declara como en otra ocasión, acogió a una mujer que andaba mendigando por Turleque, la cual aseguró ser de Almagro; le recomendó que fuera a ver a la Culebra, ya que eran paisanas, pero la mujer no quiso ir, ya que la conocía sobradamente y sabía que era bruja; además esta mujer contó que un día que la justicia iba a embargar una cantidad de aceituna que había en una sala, la Culebra hizo que toda la aceituna se volviera invisible hasta que la justicia marchó de la casa, tras lo cual se volvió a ver el montón; y así siguió contando otras tantas historias de brujerías que la Culebra había cometido en su Almagro natal, donde tenía muy mala fama.  

El expediente continúa con un nuevo informe del siguiente párroco de Turleque, en este caso fray don Silvestre Díaz Huerta y Rojas, el cual el 18 de agosto de 1760, escribe a la inquisición toledana sobre como proceder en este caso, ya que el pueblo seguía atemorizado ante la presencia de la Culebra. Y aquí finaliza el expediente que hemos analizado estas dos semanas, que nos muestra un pedacito de la historia de Turleque y que se puede extrapolar a otras localidades de Toledo y del resto de la región, donde nuestros antepasados vivían su día a día, con las prácticas mágicas, con los hechizos y con las propias hechiceras. María de Rojas fallecería en enero de 1761 y el citado sacerdote don Silvestre Díaz Huerta, sería el encargado de decirle la misa de difuntos. En ocasiones miedo, en otras supersticiones, en otros quizá poderes que se nos escapan al entendimiento, pero lo cierto es que la historia de nuestra provincia no se puede entender sin este tipo de personajes que pulularon -más de lo que creemos- por las calles y callejuelas de nuestra historia.