La invasión de Rusia en Ucrania cumple hoy tres años de enfrentamientos armados, pero también deja un reguero de personas que han dejado su país para encontrar un refugio y una oportunidad en otras naciones. Es el caso de Nataliya Vyraylo y Nataliia Poliachenkova, residentes ucranianas en Toledo.
Nataliya Vyraylo, ucraniana de 56 años, lleva varios años en Toledo y desde que comenzó la invasión rusa a Ucrania en 2022, se ha convertido en un pilar fundamental para los refugiados ucranianos que llegan a la ciudad. Con una vida marcada por la tragedia de la guerra y el desarraigo, Nataliya no ha dudado en poner sus conocimientos y su empatía al servicio de quienes, como ella, buscan una nueva oportunidad lejos de su tierra natal.
El 24 de febrero de 2022, inicio de la invasión rusa, cambió su vida para siempre. En los primeros días, la incertidumbre y el miedo invadieron su casa cuando recibió la noticia de los bombardeos. Su amiga, a las cuatro de la madrugada, le contó que Ucrania estaba siendo atacada. A pesar de la incredulidad, las noticias se confirmaron: el país vivió un despertar brutal de violencia que se desbordaba en todas direcciones. «No podía creerlo», recuerda Nataliya. En esos momentos, la comunicación con su familia fue limitada. Los bombardeos cortaban las líneas de comunicación y la incertidumbre era constante. A pesar de la distancia y los miles de kilómetros de separación, el vínculo con su país nunca se rompió.
Toledo, una ciudad refugio para los ucranianosNataliya ha asumido el rol de puente entre los nuevos refugiados y la ayuda que pueden recibir. De hecho, ayer organizó en la iglesia de San Cipriano un encuentro para que los refugiados ucranianos puedan encontrarse, apoyarse mutuamente y recordar a los que han quedado atrás. «La gente llega a esta iglesia para hablar, para sentir que no están solos», explica Nataliya.
En su trabajo de traducción con la policía, Nataliya ha sido testigo de situaciones difíciles. Muchos refugiados llegan sin hablar español y, a veces, sin comprender qué se les está pidiendo o qué pasos seguir para regularizar su situación. Recuerda cómo, al principio, las autoridades atendían a cientos de personas a diario, ayudando a organizar papeles, permisos y alojamiento. Sin embargo, con el tiempo, la situación se ha complicado. «Al principio había mucha ayuda, pero ahora hay más problemas. Algunos ya no reciben apoyo, y las personas tienen que trabajar sin tener experiencia o conocimiento del idioma», señala.
Refugiada en Toledo. De su lado, Nataliia Poliachenkova tiene 23 años y es una joven ucraniana que, desde mayo de 2024, vive en Toledo tras huir de la devastadora invasión rusa en Ucrania. Su historia es la de muchos refugiados que, a pesar de las adversidades, siguen adelante en busca de una nueva vida.
Poliachenkova se vio obligada a abandonar su país y a pesar de la angustia inicial, la joven describe cómo, en los primeros días de la invasión, la comunicación con su familia fue casi imposible.
Su sentimiento hacia Rusia es claro. Nataliia utiliza una palabra que refleja su dolor: «Es un monstruo. No son ni seres humanos, ni animales. Es algo indescriptible», dice con firmeza. Y aunque la situación parece no tener fin, ella mantiene la esperanza de volver a ver a sus familiares. No obstante, entre sus planes está quedarse en España y consequir trabajo para poder empezar una nueva vida.
«España ha sido un buen refugio y ya es parte de mi historia, mi identidad», concluye.