"Espero que el lector haga un viaje en el tiempo con esta historia"

María Albilla (SPC)
-

La Corte capitalina en pleno XVII acoge la trama de Sandra Aza en 'Libelo de sangre', la primera novela de la autora y de la que espera que que quien se zambulla en la trama sienta pena cuando se despida de unos personajes que para ella son familia

"Espero que el lector haga un viaje en el tiempo con esta historia" - Foto: Javier Ocaña

Madrid, 1621. Aparece en una calle el cuerpo de una doncella a la que han violado hasta matarla. Al lado, el cadáver de un niño al que han extirpado el corazón en lo que parece un crimen hereje; un crimen ritual, que siembra el pánico en la villa y hace que de los mentideros salga un libelo de sangre contra una familia de judíos de la que es cabeza el escribano Sebastián Castro... Y hasta ahí puede leer la escritora Sandra Aza, que desvela así los rasgos principales de su debut literario Libelo de sangre (Planeta), su primera y ambiciosa novela en la que la capital se convierte en escenario y protagonista. 

La novela transcurre en pleno Siglo de Oro, cuando la vida capitalina era de lo más variopinto. ¿Qué te sugirió este momento?

El Siglo de Oro me parece fascinante, estamos en pleno barroco y si algo define a este estilo es la apariencia. Y en Madrid había mucho de esto. Había mucho brillo porque era donde está la corte, pero detrás del fulgor de ese oro había una gran oscuridad. Mucha pobreza, indigencia... eran contrastes elevados a la enésima potencia.

Pero es que entonces por aquí estaban Góngora y Quevedo, Cervantes, Lope de Vega, Velázquez...  Ellos pisaban las mismas calles que pisamos nosotros y eso es una sensación bruta. Madrid, dentro de toda su sordidez, era una ciudad fascinante y vibrante. 

En la que vivir era todo un arte... Porque había hambre, guerra, epidemias... y más difícil todavía era si eras mujer o niño.

Es que es verdad, vivir en aquella época era muy difícil, era todo un arte. No solo vivir, sino sobrevivir era complicado, también para los ricos. Lo que pasa es que era demasiado fácil morir. Solo salir a la calle una noche era un suicidio. Y más si eras niño... Sobrevivían por la picaresca, que era otro arte. Tenían su propio código de honor. Quien sí lo tenía muy muy complicado eran las mujeres. No las permitían ni ser vagabundas.  Las llevaban a la casa galera, donde las monjas te encarrilaban por la vida de Dios, pero te procuraban los tormentos de Lucifer.  

Luisa, de hecho, sale de casa una noche. Está soltera, de parto y...

(Corta la frase) Y lo pasa mal... Está en plenas contracciones, en una noche de febrero en la que hacía muchísimo frío, como ocurría en realidad entonces. Va sola por un Madrid totalmente oscuro y sí, así empieza el primer capítulo... 

Y no contamos más, claro... 

Es que... ¿cómo vamos a desvelar qué pasa con Luisa? ¡Yo creo que es un sorpresón!

No seré yo quien lo cuente, pero también te digo que quienes hemos visto Juego de Tronos hemos aprendimos a no coger cariño a ningún personaje.

Bueno, lo que trabajé yo para que nadie me hiciera spoiler. Aquello era una frustración detrás de otra.

En esta historia hay mucha Historia, hay muerte, pero también mucha lealtad. Y esta está representada por los pícaros que ayudan al protagonista, Alonso Castro, en su cruzada

Alonso y sus padres tienen ahí al lector hasta el final. Y la ayuda de los dos pícaros es indispensable para él, sobre todo la de Juan. Juan es el símbolo de la amistad auténtica. Es lo único que tiene para dar y es lo que le ofrece a Alonso. Es un arquetipo de pícaro, pero que conmueve. Te acabas enamorando de él y de su chispa.  

El poso cervantino que tiene el personaje de Alonso, supongo que no es casual...

A mí me apasiona Cervantes, su obra y su vida, y eso lo ha heredado Alonso Castro de mí. La vida de Cervantes es apasionante, de verdad. Y me encanta cómo escribe, claro.

En realidad soy de esas que se leyó El Quijote de niña y no entendió nada, pero cuando lo retomé años más tarde me fascinó. ¡Pero cómo construye las frases! ¡Cómo no partirte de risa con alguna de las conversaciones entre Sancho y Quijote! Yo recomiendo a todo el mundo que se lo lea. Y si lo desechó en algún momento, que lo retome porque merece la pena.

Libelo de sangre está muy documentada, desde cómo se vivía a cómo se hablaba... ¿Crees en el valor didáctico de la literatura más allá del mero entretenimiento de la trama? 

Más que en el valor didáctico, yo pienso en un viaje en el tiempo. Soy una lectora pertinaz de novela histórica y a mí lo que me gusta es que trasladen a otra época, me encanta conocer y mostrar las costumbres del tiempo, cómo se vivía... Y eso es lo que quiero ofrecer al lector, no solo escribir una historia, le quería meter ahí dentro y que lo sintiera, que viviera la época. Inevitablemente así también aprendes.

¿Qué nos queda de aquel Madrid del Siglo de Oro, además de palacios o barrios que se llamaban como conventos de entonces?

¡Quedamos madrileños! El madrileño que está en Libelo de sangre es el mismo madrileño que conocemos hoy. Seguimos siendo chispeantes, irónicos, divertidos, acogedores. Igual que entonces somos un sitio de acogida. Aquí se venía a la corte a cumplir sueños, a trabajar, a buscar aventura... Y hoy en día sucede lo mismo. La calle Mayor siempre ha parecido una manifestación.

Debutas con esta novela y, avanzamos, tiene 800 páginas. ¡Tenías mucho que contar!

Inicialmente me salió un libro de 1.500 así que mira si tuve que sacar... pero es que en la Historia de la época hay tantas cosas...

Cosas, por cierto, como la Inquisición, de la que no hemos hablado todavía.

Es la otra parte de la historia porque es la que investiga el crimen hereje. Tiene un peso muy importante en la novela.

ARCHIVADO EN: Novela, Madrid, Literatura