Si algo demuestra que América y Filipinas nunca fueron vistas por España como un botín es la decisión de sembrarlas de hospitales y de desarrollar, una vez terminada la conquista, una política de protección social que abarcaba a todas las razas y condiciones sociales. Las Leyas de Indias demuestran que se trató de una política de Estado.
En esta ocasión, nos centraremos en la estructura hospitalaría que España lego a Filipinas, la cual estuvo durante mucho tiempo gestionada por las ordenes religiosas.
Al llegar los primeros españoles a las Filipinas, se encontraron con una población cuyas creencias basadas en la superchería y los agüeros, estaban sumamente arraigadas.
Estos precedentes, a los que se añadían la escasez de recursos médicos en el archipielago, la falta de facultativos que proveyesen esta ciencia y la existencia de los hechiceros, constituyeron un acicate para la Iglesia, la cual asumió, apoyada por las disposiciones dictadas por la Corona relativas al establecimiento de hospitales, la organización de una estructura sanitaria, que permitiera llevar sus efectos benéficos a todo el archipielago.
Para que los habitantes de las islas recibieran la atención médica adecuada, los religiosos, con gran espíritu de superación y perseverancia, decidieron aprender el arte de curar, en el hospital Real, teniendo como maestros a los escasos médicos españoles que había, y convertirse en medicos – cirujanos no titulados. Estos, con los conocimientos adquiridos, pudieron fundar hospitales y desarrollar en ellos una buena labor sanitaria. Expandiendo, al mismo tiempo, la religión cristiana.
Los hospitales más sobresalientes durante la presencia española en el archipielago fueron: del Rey, los Naturales, San Juan de Dios, San Lázaro, Nueva Cáceres, los Baños, Cañacao y Arroceros.
Todos ellos fueron fundados y administrados por los franciscanos; excepto el del Rey fundado por los primeros españoles; el de San Gabriel fundado y administrado por los dominicos; el de Cañacao y Arroceros, fundados por la Armada y el Ejército.
Los hospitales, del Rey, San Juan de Dios y Cavite, se dedicaron a la asistencia de enfermos no contagiosos; Nueva Cáceres, San Lázaro y los Naturales albergaron a los enfermos de lepra; el de San Gabriel se dedicó a la atención de los chinos; el de los Baños se erigió con el fin de aprovechar las aguas mineromedicinales que brotaban en el lugar de su ubicación; por último los de Cañacao y Arroceros solo atendian a personal de la Armada y del Ejército respectivamente.
Esta red hospitalaria sería complementada con la organización de enfermerías en las cabeceras de las provincias y distritos.
A modo de colofón, es de justicia reconocer que los hospitales fundados en Filipinas, por los frailes de San Francisco, cumplian con los canones, que para este tipo de centros regían en Europa.
Sobre este legado, el Museo del Ejército, ha organizado una exposición temporal bajo el epigrafe '1898, el final de cuatro siglos de Cuba y Filipinas españolas'.