La llegada a España de Edmundo González Urrutia, a quien se le ha concedido asilo político, ha sido una acción humanitaria que habla bien del Gobierno de nuestro país. A primera vista ese sería su rasgo esencial, pero hay algo más. Las apariencias engañan. Estamos ante un hecho que tiene una trastienda maquiavélica. Edmundo González Urrutia fue el candidato presidencial que encabezando la oposición resultó ganador en las elecciones presidenciales celebradas el pasado 28 de julio en Venezuela. Fue el ganador mostrando las actas que elevaban hasta un 67% el triunfo de la oposición frente al dictador Nicolás Maduro quien, sin mostrar en ningún momento prueba de su falsaria victoria, se proclamó vencedor haciendo que un tribunal al régimen validara el triunfo.
Acto seguido vino la persecución a Edmundo González a quien, parapetándose tras un relato infame el fiscal general del aquél país, le acusó de media docena de delitos por los cuales solicitaba decenas de años de prisión. Ante semejante amenaza pasó a la clandestinidad y finalmente halló acogida y protección en la Embajada de España en Caracas. Es evidente que su integridad física, incluso su vida, corrían peligro y humanamente es comprensible que a su edad -tiene 75 años- este esforzado diplomático cediera al consejo de familiares y amigos para evitar una expectativa penal tan ominosa. No se le puede reprochar que, tras acogerse a la protección de España, aceptara abandonar Venezuela y el asilo político que le ofrecía el Gobierno de nuestro país.
Hecho lo cual y estando ya en Madrid es donde se desvela la otra cara de esta operación que políticamente se revela redonda para la continuidad de la dictadura chavista. González pierde, Maduro gana. El vencedor de las elecciones está físicamente a salvo y el Gobierno español no reconoce la victoria de Maduro, pero tampoco ha querido reconocer el triunfo de la oposición. Esa es la almendra de esta historia. Con el concurso del ex presidente Rodríguez Zapatero hemos asistido a una jugada maquiavélica. Maduro, la dictadura, gana, González, la oposición democrática, pierde. Ya digo, una jugada redonda.