«La cantidad de información que nos proporcionan estos mapas es tremenda. Es una documentación sobre la Guerra Civil que permanecía perdida, porque del bando vencedor se ha conservado mucha cartografía, pero no de los republicanos: la mayoría está perdida o en manos particulares, por lo que se le ha dado muy poca difusión. Afortunadamente, ahora los investigadores y gestores del patrimonio cuentan con una herramienta importantísima para proteger este legado».
El geógrafo Miguel Ángel Rodríguez Pascua forma parte de un equipo de investigadores que, coordinados por el arqueólogo Jorge Morín de Pablos, ha estudiado y contribuye a difundir el conjunto de cartografías del frente Guadalajara-Cuenca-Teruel que durante la Guerra Civil, entre los años 1937 y 1939, fueron empleadas por el IV Cuerpo de Ejército republicano. Se trata de un material que permanecía inédito y cuyo hallazgo, según Jorge Morín, se produjo en la Academia de Infantería de Toledo. Los planos, procedentes de una donación, fueron liberados de los dos marcos en donde estaban expuestos para descubrir la siguiente leyenda: «Planimetría capturada al caudillo rojo Cipriano Mera».
Se trata de «un enorme trabajo, realizado con la minuciosidad de una carta arqueológica», que ahora ha sido posible recuperar y reproducir, acompañado de una serie de estudios que incluyen una biografía de Mera y un análisis de movimientos como la ofensiva que tuvo lugar en el Alto Tajuña en abril de 1938. «Es impresionante lo que los archivos, los museos, las colecciones particulares, pueden todavía ofrecer a los investigadores», añade el arqueólogo, que hace algunos años tuvo la ocasión de trabajar con material similar procedente del Corpo Truppe Volontarie italiano.
No menos interesante es el propio Cipriano Mera (1897-1975), «que pasó de ser un albañil prácticamente analfabeto, y posteriormente un importante líder sindical -encarcelado al comienzo de la contienda, por encabezar la huelga de la construcción de 1936- a convertirse en uno de los principales mandos militares republicanos al final de la Guerra Civil», continúa Morín, quien ayer resumió su trayectoria durante la presentación de las conclusiones del proyecto en la sede de la Real Fundación de Toledo. «En los últimos momentos de la Guerra fue la mano ejecutora del Golpe de Casado -el coronel Segismundo Casado, que rindió Madrid al bando sublevado-, lo cual, depende de quien lo lea, le convierte en un héroe o un traidor».
Sus planos, añade el historiador militar Ricardo Castellano Ruiz de la Torre, «son una evidencia de lo mucho que queda por hacer» en ese amplio frente que desde Guadalajara llegaba hasta Extremadura, y donde tenía una importancia capital ese pequeño entrante dentro de la provincia de Toledo que son los alrededores de Aranjuez, pues el río Algodor era el punto de contacto entre los ejércitos del Centro y del Sur. «Allí se encuentran, por la parte de Madrid, las mejores fortificaciones del bando republicano; pero las que hay comprendidas dentro de la provincia de Toledo no son peores».
Según este investigador, «Toledo ofrece muchísimas posibilidades y sus restos de aquella época deberían ser catalogados, lo mismo que se hace en la comunidad vecina». Se trata de un asunto, añade, «en el que deberían implicarse las administraciones, tanto la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha como la Diputación, porque se trata de un patrimonio que es de todos -un patrimonio mucho más frágil de lo que parece, aunque hablemos de fortificaciones de hormigón- y se debe proteger».