El próximo 4 de mayo, Audrey Hepburn cumpliría 95 años y TCM quiere recordar a una de las actrices más queridas de la Historia del cine. Todos los sábados del mes a partir de las 22,00 horas, el canal emitirá una selección de sus películas más conocidas, como Dos en la carretera, Charada, Historia de una monja, Sola en la oscuridad y Cómo robar un millón y… Títulos que todos ellos nos acercarán a la figura y al carisma de una actriz inolvidable.
«Mi carrera es un misterio para mí», aseguró en una ocasión Audrey Hepburn. «Nunca se me ocurrió que llegaría a ser actriz, nunca creí que trabajaría en el cine y nunca pensé que mi vida tomaría el rumbo que tomó», añadió.
Y así fue. Audrey Hepburn se convirtió en una estrella. No solamente en el mundo del cine, también lo fue en el de la moda, un icono que rompió los cánones estéticos de su época gracias a su peculiar físico, su elegancia innata y a su estilo al vestir, por ejemplo, los modelos de Hubert de Givenchy en películas como Desayuno con diamantes. Sin embargo, el papel más importante de su vida, según confesó ella misma, fue convertirse en embajadora de buena voluntad de Unicef. Gracias a esta actividad altruista recorrió durante los últimos años de su vida una veintena de países en vías de desarrollo, ayudando a niños enfermos, desvalidos y hambrientos.
Hepburn nació en Bélgica en 1929. Su padre era inglés y su madre una aristócrata holandesa. Cuando contaba con tan solo seis años sus padres se separaron y ella se trasladó junto con su madre y sus hermanos a la casa de su abuelo. Allí sufrió los avatares de la Segunda Guerra Mundial. Desde muy pequeña quiso ser bailarina, pero no pudo dedicarse profesionalmente a la danza debido a las secuelas físicas que le dejó el hambre pasado durante la contienda y la posguerra.
Debutó como actriz en la película Vacaciones en Roma, dirigida en 1953 por William Wyler. En un principio, los productores pensaron en Elizabeth Taylor como protagonista, pero el director quedó fascinado con una prueba de cámara en la que participó una joven Audrey Hepburn. Además, la compenetración con Gregory Peck, el protagonista masculino, era perfecta. «Había nacido para hacer el papel de esa princesa», confesó años después el actor, que insistió para que el nombre de Hepburn figurase en el cartel de la película al lado del suyo. «Ganarás el Oscar», le dijo Peck entonces. Y así fue. La intérprete consiguió la estatuilla dorada con su primera cinta.
Audrey trabajó con los mejores directores de su tiempo. Bajo las órdenes de William Wyler repetiría en Como robar un millón y… También se puso a los mandos de Billy Wilder en Sabrina y Ariane, de King Vidor en Guerra y paz y de Fred Zinnemann en Historia de una monja.
También lo hizo con George Cukor en My Fair Lady, con Terence Young en Sola en la oscuridad, con Blake Edwards en Desayuno con diamantes, con John Huston en Los que no perdonan e incluso con Steven Spielberg, haciendo una pequeña aparición en Always (Para siempre), la que fue, a la postre, su última película. Pero si hubo un realizador con el que brilló de una manera especial, fue Stanley Donen. La dirigió en Una cara con ángel, Charada y Dos en la carretera. «En las tres ocasiones solo pensaba en ella al prepararlas. Sinceramente, si no hubiera contado con ella, no las habría hecho», aseguró el cineasta.
El rodaje de Historia de una monja tuvo un significado especial para la actriz. Parte del largometraje se rodó en el Congo y allí pudo entrar en contacto con los más desfavorecidos, especialmente con los niños. Fue una experiencia que cambió radicalmente su vida. Desde entonces dedicó parte su tiempo a realizar trabajos solidarios.
Uno de sus mayores deseos era ser madre y formar una familia. Un sueño que le costó cumplir. Estuvo casada con el actor Mel Ferrer y con el psiquiatra Andrea Dotti. Con cada uno de ellos tuvo un hijo, pero a lo largo de su vida sufrió cinco abortos. Mantuvo discretos romances con el actor William Holden, con el que coincidió en Sabrina, y con el escritor Robert Anderson, el guionista de Historia de una monja. El último amor de su vida fue el actor Robert Wolders.
Después de realizar un viaje solidario a Somalia, Audrey Hepburn comenzó a sufrir fuertes dolores en el estómago. Ella pensaba que era debido a las pastillas de malaria que tomaba. No era así. En 1992 le diagnosticaron un cáncer de colon. Murió en Suiza el 20 de enero de 1993, a los 64 años, dejando un enorme vacío en el mundo del cine. En la última película en la que intervino, Always (Para siempre), dirigida por Steven Spielberg, interpretaba a un ángel que recibía en el cielo a los que acababan de fallecer. Y eso era ella: una actriz etérea, delicada, casi inmaterial. Profundamente bella por fuera y por dentro. Una verdadera estrella del firmamento cinematográfico que los espectadores de TCM podrán recordar todos los sábados del próximo mes de mayo.