Hace ahora 25 años, el 26 de febrero de 1998, la Audiencia de Madrid dio a conocer la sentencia de uno de los macrojuicios (duró dos años) que marcó al PSOE y también a la democracia española, el de Luis Roldán, exdirector de la Guardia Civil durante la época de Felipe González. Considerado por muchos como un gran pícaro al que perdió la codicia, nadie duda de que fue el gran icono de la corrupción. Los jueces le impusieron 28 años de prisión, en sentencia ratificada un año después por el Supremo que la amplió en tres más, hasta los 31 que le cayeron definitivamente. Solo llegó a cumplir 15, a la postre.
Roldán fue detenido en 1995 en un aeropuerto de Tailandia, tras una polémica e inverosímil huida, y condenado en firme en 1999 a tres décadas entre rejas por cohecho, falsedad en documento mercantil, malversación de caudales públicos, estafa y delito contra la Hacienda Pública. «Ánimo de lucro desmedido» y «búsqueda ilícita de patrimonio», se afirmaba de él en un auto de la Audiencia de Madrid.
Después de pasar 10 años en la cárcel de mujeres de Brieva (Ávila) -la misma en la que cumplió parte de su condena Iñaki Urdangarín- en los últimos cinco de su pena fue trasladado a su ciudad natal, Zaragoza, donde durante el día trabajó hasta su jubilación, en una agencia de seguros, para ir, por la noche, a dormir al Centro de Inserción Social de la capital aragonesa. Se jubiló en 2012, a los 68 años, cultivando siempre una imagen austera. De hecho aseguró que vivía modestamente con una pensión de 774 euros mensuales en los 70 metros cuadrados de su casa de la Avenida Tenor Fleta, heredada de sus padres.
Antes, este hijo de un modesto taxista maño había llegado muy alto en su vida como político desde su ingreso en las filas del PSOE en 1976. Todavía hoy es una incógnita como alguien oscuro y sin grandes habilidades como él, pudo conseguirlo. Además de estar al frente de la Benemérita fue también delegado del Gobierno en Navarra entre 1982 y 1986.
El año pasado, el 24 de marzo, el símbolo del pelotazo, falleció en su querida Zaragoza, a los 78 años de edad, en una habitación del hospital San Juan de Dios.
Se fue dejando abierto el misterio del paradero de la fortuna ilegal que amasó con mordidas en los fondos reservados y en comisiones ilegales durante los gobiernos de Felipe González. Cuando el ex director general de la Guardia Civil fue juzgado y condenado, se llegó a cifrar en unos 1.600 millones de pesetas, la cantidad que atesoró entre los años 80 y principios de los 90. Sería el equivalente a 20 millones de euros de ahora.
Luis Roldán, que el 31 de octubre de 1986 se había convertido en el primer civil nombrado director general de la Benemérita, fue condenado, tras una rocambolesca fuga que terminó con su captura meses después en Bangkok, por el Tribunal Supremo por apropiarse de casi 10 millones de euros de la institución armada a través, entre otras actuaciones ilegales, del saqueo de los fondos reservados.
Estuvo al frente de la Guardia Civil más de siete años, hasta que investigaciones periodísticas comenzaron a ponerle bajos los focos al desvelar el desproporcionado aumento que había experimentado de su patrimonio personal.
En diciembre de 1993, el Ejecutivo socialista, ya en pleno escándalo, decidió destituirle al tiempo que el Congreso de los Diputados abría una comisión de investigación, que en junio de 1994 acabaría por certificar que se había enriquecido de forma doble: con el desvío a su bolsillo de fondos reservados del Cuerpo y concediendo a dedo obras de la Guardia Civil, cobrando por ello jugosas comisiones a través de un testaferro bajo su tutela.
La sentencia del Supremo consideró probado que se lucró con la construcción y rehabilitación de cuarteles, cobrando «elevadas» comisiones a través de testaferros y del desvío de fondos reservados destinados a la seguridad del Estado. Con el fin de camuflar sus ganancias creó una sociedad ficticia, compró bienes inmuebles y ocultó el dinero entre España y Suiza con la ayuda de varios cómplices.
El dinero del que se apropió nunca apareció ni él tampoco reveló dónde estaba. Solo repitió, una y otra vez, que estaba en poder del otro gran personaje de esta trama oscura, Francisco Paesa, un exagente de los servicios secretos españoles que sigue, oficialmente, en paradero desconocido tras haber simulado la muerte y con el que había pactado su entrega a cambio de una rebaja de pena. Sus dos testaferros fallecieron y la última pista del saqueo se perdió o se enmarañó en paraísos fiscales. El gran nudo del dinero sigue enredado.