«Los niños siempre pierden las guerras de sus padres»

M.G
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La escritora Julia Navarro presentó ayer su nueva novela en la Biblioteca regional. 'El niño que perdió la guerra' cuenta una historia de exilio, de falta de libertad y de las miserias de las guerras.

«Los niños siempre pierden las guerras de sus padres» - Foto: David Pérez

La Biblioteca Regional acogió ayer la presentación de su nueva novela 'El niño que perdió la guerra', que salió al mercado en septiembre, prácticamente hace seis meses. ¿Está contenta con los resultados?

Sí, muy contenta. Es una novela dura, pero está teniendo muy buena acogida. Estoy muy contenta con el resultado. 

La novela cuenta con muchos ingredientes: dos guerras, los totalitarismos, la falta de libertad, el exilio... Imagino que hay que ir con  mucho tiento para mezclarlo todo y cale en los lectores, ¿no?

Es una novela dura y espero no dejar indiferente a los lectores. Es una novela que habla de la importancia de la libertad, lo que significan los regímenes totalitarios, sean del color que sean, y lo que  supone ese resquicio de luz que siempre es la cultura. En medio de situaciones difíciles, la cultura siempre es el lugar en el que refugiarse, donde seguir sintiéndose vivo.

¿Es complicado como escritora ponerse en la piel de su niño protagonista?

Los niños siempre pierden las guerras de sus padres. Pablo, el protagonista de mi novela, ha perdido la Guerra Civil porque sus padres la han perdido. No es fácil intentar meterse en la mente de un niño, pero espero haberlo conseguido. Los niños no han elegido, se encuentran en el bando perdedor si sus padres han perdido un conflicto, y en esta novela esa derrota tiene unas consecuencias para él, con el exilio a Rusia, que marcaran el resto de su vida. Siempre intento ponerme en la piel de los otros, en este caso ha tocado en la piel de este niño.

En su novela se habla de un niño de la guerra y en España se ha tomado ya mucha distancia sobre esta problemática. Sin embargo, un reciente informe de la ONU habla de que hay más de 500 millones de niños que viven en zonas de guerra en el mundo. Una cifra escalofriante...

Es una cifra absolutamente espeluznante. A través de los medios de comunicación siempre tenemos noticia de una guerra, de dos o de tres, pero hay muchos conflictos en el mundo que no salen en los informativos, a los que no se les presta atención. 

Está claro que los niños son siempre las primeras víctimas, sobre todo, si sus padres pierden las guerras. Eso enlaza con otra cuestión que está en mi novela y en toda mi obra, el problema del desarraigo, de aquellas personas que huyendo de la guerra y de la violencia dejan sus países e intentan llegar a lugares para tener una vida mejor o, simplemente, sobrevivir.

El contexto totalitario de España y Rusia, con dos totalitarismos antagónicos marca esta nueva novela.

Los padres de Pablo quieren salvarle. Primero sus padres pensaron que ganarían la Guerra Civil, pero la pierden y el niño no regresa finalmente de Rusia porque en España hay una dictadura. Pero también en Rusia hay otra, pero no tienen relaciones entre ambas. Al final, el niño también sufre las consecuencias de la dictadura soviética. 

En este caso, se trata de una novela para reflexionar sobre la libertad, el significado de los regímenes totalitarios, lo parecidos que son los pintemos de rojo o de azul, y el poder de la cultura. Hay muchos elementos en la novela con los que espero sacudir a los lectores para que no se queden indiferentes. 

La reflexión es indiscutible y desde hace años hay un intenso debate sobre la necesidad o no de superar periodos históricos como el de la Guerra Civil para cerrar heridas.

Cerrar heridas no significa no conocer la historia. La Transición fue ese acuerdo para poner punto final a lo que significó la Guerra Civil y a la división de España en dos partes. Me parece un logro importante. Soy una gran defensora de la Transición, pero hay que saber de dónde venimos, lo que pasó y conocer la historia para saber dónde estamos, por qué estamos, y hacia dónde queremos ir. El conocimiento de la historia es absolutamente imprescindible y nos ayudará a tener un criterio propio. 

Pero parece que aprendemos poco de la historia en estos momentos. Que no nos vale aquello de aprender para que la historia no se repita.

En estos momentos las nuevas generaciones tienen un conocimiento escaso de la historia, pero la culpa no es de los jóvenes, sino del sistema curricular de los escolares y adolescentes en el que las asignaturas de Humanidades han sido reducidas y marginales. Las encuestas dicen que hay jóvenes a los que no les importaría vivir en un régimen autoritario, lo que están es mostrando su desconocimiento sobre este tipo de regímenes. Lo desconocen porque la asignatura de Historia deja mucho que desear. 

La vuelta de muchos populismos en Europa en los últimos años también está sembrando semillas. ¿Le preocupa este contexto histórico?

El populismo siempre ha estado ahí y por eso es importante conocer la historia para saber lo que eso significa. Conocer la historia es importante para que tengamos nuestro propio criterio. Desgraciadamente, no sirve de vacuna para que no se vuelvan a repetir determinadas situaciones. Ahora mismo en Europa hay régimenes neopopulistas, en el resto del mundo hay régimenes autoritarios, autocracias... Estaría bien que los jóvenes supieran lo que significa. 

El hambre también está muy presente en su nueva novela. Hay una frase que ha escrito que llama la atención y transmite un gran significado: 'Todos habían aprendido a intentar no naufragar en la miseria'.

La época era muy complicada. En la Guerra Civil hubo mucho hambre y después, también. Y en la Rusia soviética, que también tuvo que afrontar la Segunda Guerra Mundial, se pasaron muchas necesidades. La guerra lo único que trae es miseria. 

En un momento en que la crítica política está de moda... ¿Le preocupa que la puedan criticar por el hecho de haber abordado en su novela periodos históricos tan delicados como la Guerra Civil, la dictadura de Franco o la Rusia estalinista? 

No. No me preocupan las críticas, pero sí la opinión de los lectores, si a los lectores les interesa la historia que cuento. Lo que sé por los datos de venta es que esta novela les interesa. En 'El niño que perdió la guerra' no me caso con nadie, critico tanto la Rusia de Stalin como la España de Franco, al ser dos dictaduras. Mi apuesta siempre será por la libertad y lo critico, punto. 

¿Tiene ya en la cabeza el siguiente proyecto?

Sí, claro. Hace mucho tiempo ya que estoy trabajando sobre la siguiente novela. Pero no puedo contar nada. Nunca cuento nada de mis novelas, ni siquiera lo sabe mi editor. 

¿Podría salir al mercado el próximo año?

No tengo ni idea. No sé cuando  saldrá a la luz. Sé cuando comienzo a escribir, pero no cuando termino una novela. Siempre lo hago así.

¿En qué época se moverá la siguiente novela?

No puedo decir nada. De todas maneras, no soy una escritora de novela histórica. Lo digo siempre, pero nadie me hace caso y llevo así años. Todas mis novelas transcurren en el siglo XX, de manera que no estoy haciendo novela histórica. Cuento historias de personajes en el siglo XX, un siglo plagado de acontecimientos buenos y malos. Nunca he pretendido contar el siglo, pero sí que les pasa a mis personajes en distintos momentos de la época en la que les toca vivir. Las circunstancias son las que marcan el tiempo. 

Mis novelas siempre suelen indagar sobre los clarooscuros de la condición humana.