José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Algunas curiosidades sobre la Virgen del Sagrario

09/08/2021

Marcel Proust tenía razón cuando escribió que «lo que une a las personas no es la identidad de pensamiento, sino la consanguinidad de espíritu». Así lo demuestra Toledo un año más desde este sábado pasado, en el que, como cada año y ocho días antes de su fiesta, comenzó en la Catedral el Octavario en honor a Nuestra Señora del Sagrario. Esta devoción tan toledana, tan nuestra, cuyos orígenes se pierden en la profundidad de los tiempos y que une a sus devotos fielmente año tras año desde hace siglos, es una de las más sobresalientes dentro de la idiosincrasia propia del ciclo festivo religioso y cívico de nuestra ciudad. Escribiendo sobre ello, Manuel Castaños publicó en El Castellano un breve artículo en el que reafirmaba la fe del pueblo toledano por su patrona: «ese fenómeno no observado ante ninguna otra imagen de la Santísima Virgen, de que a ninguna hora de las que está abierto el templo, sea la estación que sea, se vea jamás sola, teniendo delante siempre algún toledano o toledana, comunicándose con ella en fervientes coloquios de amor inefable, contándola sus cuitas y recibiendo alientos en las penas, consejo en las dudas; fortaleza en los desalientos y alegría en las tribulaciones; irradiando Ella efluvios de divinos carismas para todos los que a Ella acuden». En esta ocasión, queridos lectores, lejos de contar lo que con frecuencia suele contarse sobre la Virgen, vamos a tratar algunas curiosidades interesantes al respecto.
Para empezar, resulta curioso que la del Sagrario no fue la primera Virgen coronada de Toledo. En 1906 lo había sido la Virgen del Valle. Igualmente, resulta curioso que la Virgen del Sagrario no fue coronada una vez, sino dos. La primera de ellas fue gracias a un gran esfuerzo del entonces Arzobispo de Toledo, Cardenal Reig Casanova, que logró su coronación canónica de manos del Papa Pío XI. El acto se celebró con grandes fastos el treinta de mayo de 1926, y fue el encargado de coronar a la Virgen el Nuncio de Su Santidad en España, Monseñor Tedeschini, siendo Alcalde de Toledo el abogado Fernando Aguirre Martínez. La corona, de oro y platino con diversas incrustaciones, fue elaborada por el orfebre asturiano Félix Granda Buylla, quien cobró por su trabajo veintisiete mil pesetas, y portada en una bandeja durante la procesión, que presidió el Príncipe de Asturias, por el concejal más joven del Ayuntamiento, que en aquel entonces era el impresor Florentino Serrano Sánchez-Moreno. La segunda coronación tuvo unos prolegómenos distintos. El cuatro de septiembre de 1936, las autoridades republicanas se personaron en la Catedral para incautar diversos bienes pertenecientes al tesoro de la Virgen, entre los que estaba la corona. Estos y otros muchos objetos de gran valor fueron trasladados a Madrid, para ir después a Valencia y finalmente a Cataluña, camino de Ginebra. Por diversas circunstancias, y por lo azaroso del cuidado de todos esos bienes, algunos de ellos fueron perdiéndose por el camino y otros acabaron en el mercado negro internacional. Afortunadamente, el veinte de agosto de 1939, la corona de la coronación, junto con la corona imperial del siglo XV, fue hallada en Barcelona, en el Castillo de Pedralbes, junto con otros bienes que los republicanos habían dejado allí en su huida hacia Francia. Fue entregada apenas una semana después al Cardenal Gomá, Arzobispo de Toledo, por un depositario designado en el Banco de España llamado Tomás Estévez. La Virgen fue coronada de nuevo, en acto de desagravio, el uno de octubre de 1939, con fastos semejantes a los de 1926. 
Resulta curioso también que, al hilo de la primera coronación, El Castellano publicó un editorial el cinco de junio de 1926 donde pedía al Ayuntamiento la creación de una medalla de oro de la ciudad que distinguiese a quienes se hubiesen caracterizado por «servicios espirituales o materiales prestados a Toledo o de toledanos eméritos que con sus altos prestigios personales, universalmente reconocidos, enalteciesen a nuestra ciudad». Y, por supuesto, pedían que se crease para serle concedida al Cardenal Reig Casanova, por sus grandes desvelos para conseguir la coronación. La condecoración fue creada el dieciséis de octubre de ese año, pero la idea de concesión al Primado quedó en suspenso. Finalmente, en agosto de 1929, el Ayuntamiento concedió la primera medalla de oro a la Virgen del Sagrario, siendo Alcalde Gregorio Ledesma y Arzobispo el Cardenal Segura y Sáenz. A día de hoy, la sigue llevando prendida del manto durante el Octavario y en el día de su fiesta, junto a una medalla del Instituto Nacional de Previsión.
Interesante también es que la devoción popular a la Virgen se materializó en, al menos, dos cofradías. La primera de ellas se fundó en 1571, en cotitularidad con San Eugenio. En esta cofradía solo podían ingresar los trabajadores de la Obra y Fábrica de la Catedral. Sus primitivas Constituciones se aprobaron el 17 de agosto de ese año. Esta entidad hubo de desaparecer, y se creó otra por idea del deán Polo Benito el 30 de enero de 1924, que tomó el nombre de Esclavitud y en la que podían ingresar cuantos fieles quisiesen. Esta es la entidad que persiste a día de hoy. Se hicieron en Madrid dos intentos de fundar cofradías de la Virgen del Sagrario: una en 1613 y otra en 1744, tal y como data el investigador Jesús Muñoz Romero.
Y, cómo no, tenemos que hablar de la famosa salamanquesa que es tradición de la patrona de Toledo. Es tradicional recitar una estrofa de un poema que dice así: «La Virgen del Sagrario/tiene en el hombro/una salamanquesa/de plata y oro». Son muchas las versiones que corren al respecto sobre el origen y relación de este animal con la patrona. Recogió Pablo Gamarra en las páginas de la revista Ayer y hoy, allá por 1949, un testimonio que antes, en 1946, había recogido en el programa de fiestas del Ayuntamiento P. Pérez Molina. La dicente era la señá Teresa, cigarralera de oficio, que narraba una versión tan legendaria como extendida: «Mi padre decía que, en tiempos de los moros, cuando tuvieron que esconder a la Virgen en un pozo para que no hiciesen herejías con ella, al sacarla, tenía en un hombro una salamanquesa muy grande; al espantarla, no huía, por más que la aventaban. Esto se tomó como cosa de milagro y desde entonces cesó la manía contra estos animalitos, que al fin y al cabo, Dios los creó como a los demás, y efectivamente, raro es el que en Toledo se queja Toledo y Sagrario de picadura de salamanquesa. En uno de los muchos mantos que yo he conocido, lleva bordado en el hombro este animalejo». Curiosamente, la Virgen del Rocío tiene dedicada una seguidilla popular idéntica a los versos toledanos. Hay quien ha señalado que la patrona de las Marismas ha portado esa salamanquesa como atributo propio del fuego del Espíritu Santo, en relación con la tradición que en algunas iglesias andaluzas se soltaban lagartijas o salamandras por creerse, quizá por arraigo mitológico, que sobrevivían al fuego.
El próximo domingo, Toledo celebrará a su patrona en la Primada. La ciudad volverá a unirse ante la Virgen del Sagrario para agradecerle su cuidado durante todo el año y para ofrecerle el nuevo que comienza hasta la próxima fiesta. Muy especialmente, los toledanos le pedimos que nos dé salud, que nos libre de la pandemia que sufrimos, que nos traiga trabajo y bonanza, que proteja a nuestras familias y cuide de nuestros difuntos. Ponemos en la Virgen la confianza esperanzada de poder sentirnos protegidos bajo su manto y caminar hacia un futuro mejor. Como última curiosidad, y a modo de plegaria, les dejo la oración que el Cardenal Monescillo compuso en 1892 para el Arma de Infantería, y que se encuentra en una plancha de bronce repujado en su capilla de la Catedral:
«Dios te salve, Hija de la profecía y Heredera de las promesas. Dios te salve Augusta Esclava y bendita Peregrina. Singular en la profesión de castos amores fuiste siempre dechado de conformidades meritorias; y tomando de la crucifixión de tu Hijo una dulce fortaleza diste al martirio de esplendores de la Majestad en el sufrir. Madre de los afligidos no hay lágrimas ni pesar que no dignifique el corazón de los que te imitan. De las catacumbas, de los templos y del campamento donde juntos batallan el honor militar y el amor cristiano brotan sin dejar de elevarse al trono del Divino Emmanuel los acentos de piedad con que eres aclamada Madre de misericordia. A ti acude la infantería española poniendo sobre la cruz de la espada la mano que da vigor a los hijos de la Iglesia, leales defensores de la madre patria. Muestra pues, Señora, que eres nuestra Madre, y enjugando en nuestras mejillas el llanto de los pesares alcanza de tu Hijo, y en favor nuestro, los consuelos de una santa esperanza».