Las diferencias eran notables y, de forma especial uno de los actores, las evidenciaba siempre que podía. Ahora, esa pequeña 'grieta', horadada con el paso del tiempo y el desgaste de las relaciones, se ha convertido en un socavón de compleja resolución que, para más inri, ha originado un gran terremoto político. Las palabras del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, todavía resuenan en el corazón de Ferraz. El barón díscolo del PSOE, y al mismo tiempo el más firmemente asentado en el territorio, lanzó un 'misil' a la línea de flotación de su partido. Un 'torpedo' que hizo tambalear la –ahora más que nunca– enclenque y cuestionada estructura de la formación del puño y la rosa. «El PSOE está en el extrarradio de la Constitución», subrayó el máximo responsable del Ejecutivo castellano-manchego en plena vorágine del tira y afloja entre el Gobierno de Sánchez y sus socios nacionalistas a cuenta de la Ley de Amnistía. Declaraciones que abrieron la caja de los truenos y generaron ríos de tinta.
La guardia pretoriana de Sánchez tardó poco más de un suspiro en salir al paso de estas declaraciones. Abrió fuego uno de sus últimos lugartenientes, Óscar Puente, otrora munícipe y ahora ministro que, por cierto, parece haber llegado al cargo para comentarlo absolutamente todo y no siempre con el tino oportuno. A éste le siguió María Jesús Montero, a la que Sánchez ha erigido como la 'todopoderosa' al frente, entre otros menesteres, de la Vicepresidencia Primera. También Grande-Marlaska que a pesar de los pesares y de todo lo que ha 'llovido', se sujeta a la cartera de Interior como a un clavo ardiendo. Y a partir de ellos, más ministros y más barones territoriales. El actual PSOE, en tromba, critica la actitud «frentista» de García-Page y son muy críticos, dicen, con sus ganas de protagonismo, aunque por ahora no se contempla actuar contra el toledano en forma de expediente interno.
Éste quedará como un episodio más –seguramente el más estruendoso– en este particular sendero de discordia. Pero, eso sí, todo hace indicar que García-Page volverá por sus fueros. Porque siempre lo ha hecho. Denunciará lo que no le parezca bien, y es que por encima de intereses políticos y/o partidistas, está el interés común. Primero de su tierra, Castilla-La Mancha (de ahí la imagen con los tres barones populares a cuenta de la financiación autonómica), pero también de España, por cómo la separación de poderes, la Carta Magna y el Estado de Derecho se encuentran en la situación que se encuentran debido a la relación que Sánchez ha establecido con sus socios separatistas. Lo que no debería extrañarle al Gobierno es que se erija una voz discordante pero cabal, aunque sea en su propio partido, para denunciar la deriva del país. García-Page pide que se respeten sus opiniones con las que, por cierto, también coinciden muchos otros socialistas.