Manzaneque es el primer protagonista en nuestro repaso semanal a los castillos de la provincia. Fue edificado por el caballero Íñigo de Ávalos, a quien pertenecía el señorío de Manzaneque, aunque poco después sería heredado por el noble Fernán Álvarez de Toledo, secretario del Consejo de los Reyes Católicos, si bien el concejo de Toledo le denunciaría y abriría pleito ya que argumentaba que tanto la localidad como su jurisdicción pertenecían a ayuntamiento toledano, hecho que le fue confirmado bajo sentencia. Pero ocurrió que le hijo de don Álvarez de Toledo, es decir don Antonio Álvarez de Toledo I Conde de Cedillo, se opuso a esa sentencia y tanto él como sus familiares siguieron usando el título de señores de Manzaneque. Como en el litigio solo se refería a la localidad y su término y no al castillo, tanto éste como una serie de fincas anexas al mismo, continuaron en poder de la familia, los cuales nombraban alcaides. En las Relaciones de Felipe II se informa que el alcaide de este castillo era don Alonso Méndez, a quien había colocado en el puesto don Antonio de Luna, regidor de la ciudad de Toledo. Es lógico pensar que la construcción de este castillo se debió a la cercanía con el paso de las Guadalerzas, donde también se conserva su interesante castillo al que nos referiremos en las siguientes líneas. Sabemos gracias a las citadas Relaciones, que en 1576 era el castillo mejor abastecido de armas de la provincia, ya que contaba con 12 picas, 12 escopetas, 2 ballestones, 24 paveses y más de 80 pelotas de piedra. La estirpe de los Condes de Cedillo continuó siendo la propietaria del mismo hasta el XIV Conde de Cedillo ya en el siglo XIX. En aquellos momentos el castillo había sido usado para que los vecinos del pueblo se defendieran en el contexto de las guerras carlistas.
El castillo se encuentra en la parte norte de la localidad y tiene planta rectangular, con las aristas de los ángulos redondeadas; está edificado de mampostería con aditamentos irregulares de sillares y ladrillo. Tiene dos cuerpos, el principal a la derecha donde están las que fueron sus estancias y la torre situada a la izquierda. En la fachada sur o principal se encuentra su entrada ligeramente avanzada con dos altos y estrechos cubos cilíndricos que la flanquean y un gran arco apuntado encima del cual se conservan dos escudos blasonados, uno con cinco flores de lis y el otro con cuatro leones acuartelados y bordura con aspas. La torre muy esbelta, tiene cuatro pisos superpuestos y coronación de artísticos grupos de merlones triples. En su interior solo existen restos de varias estancias muy transformadas y algunas bóvedas de ladrillo apuntadas, ya que las escaleras originales desaparecieron. También tuvo pozo y aljibe como era habitual en estas construcciones. En la parte exterior se vislumbraban a principios del siglo XX los restos de la barbacana y del foso. En esta época hubo un intento de demoler este castillo, pero afortunadamente no se llevó a cabo esta idea ya que don Jerónimo López de Ayala Álvarez de Toledo y del Hierro, Conde de Cedillo y cronista que fue de Toledo y su provincia se opuso a ello. Ya en el siglo XX y después de sufrir un abandono de décadas, fue restaurado por el Ayuntamiento quien lo inscribió como propiedad municipal hace años, ubicándose en su interior la sede del mismo.
El castillo de Guadalerzas (en el término de Los Yébenes) se ubica en un paso muy importante del camino de Toledo a Córdoba, que sirvió además de frontera entre el territorio musulmán y cristiano, aunque a partir de la batalla de las Navas de Tolosa, esta frontera se trasladará hacia el sur. En el año 1173 se instalaría un hospital dentro de este castillo de origen árabe que fue adaptado para este uso asistencial. Serían los caballeros de la Orden de Calatrava los que organizasen este hospital para atender a caballeros, a enfermos diversos y a peregrinos ya que a ellos fue donado por el rey Alfonso VIII. En el año 1195 tanto la localidad de Los Yébenes, como la torre y el castillo de Guadalerzas fueron tomados por los almohades, si bien en el siglo XIII volvería a manos cristianas, momento en el cual aparece la Orden de San Juan de Jerusalén –ya establecida en este territorio desde finales del XII- la cual firmaría una concordia con los calatravos en el año 1232, en la que los caballeros sanjuanistas solicitaban a los primeros los lugares de Guadalerzas y Corral Rubio, con lo cual se amojonó el límite suroeste del señorío sanjuanista. La parte central de este castillo se asemeja a una torre del homenaje, con almenas en el remate de sus muros y cubos semicirculares en el recinto exterior. En el siglo XV la fortaleza sufrió importantes reformas que no dejan ver apenas la construcción anterior. En ese momento se dividieron sus estancias que se extienden por las tres plantas del edificio. También poseyó una capilla de planta rectangular y de una sola nave. Sería en el siglo XVI cuando el castillo de Guadalerzas y las fincas anexas al mismo fueron donadas por Felipe II al Colegio de Doncellas Nobles de Toledo, fundación del recordado Cardenal Silíceo y por esta razón el escudo que conserva el castillo es el de este cardenal. Con el paso del tiempo y ya en el siglo XIX el castillo fue vendido a don Matías Nieto Serrano, quien lo restauró y añadió algunos elementos como almenas y chimeneas que no poseía el edificio original, siendo usado como su vivienda de lujo para él y su familia y dándole un enfoque más palaciego al conjunto. De hecho este conocido doctor poseyó el título de Marqués de las Guadalerzas, obtenido en el año 1893 gracias a sus investigaciones y méritos; hoy en día sigue siendo de propiedad particular y su estado de conservación es muy deficiente, necesitando una intervención para evitar una mayor degradación del edificio. Es importante reseñar como el paraje de Guadalerzas es en sí mismo una parte de la historia de nuestra provincia, además de poseer un enclave natural privilegiado para disfrutar de los recursos que ofrece nuestra provincia de Toledo y que de cara al turismo y al desarrollo local no deben quedar en el olvido.
*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo