En el recorrido de la exposición temporal: '1898 el final de cuatro siglos de Cuba y Filipinas españolas' contemplé tres armas blancas, dos de ellas en el espacio dedicado a Cuba y la tercera en el de Filipinas, que estaban relacionadas entre sí por una expresión que de pequeño oí decir a mi abuelo: «¡No te andes con el bolo colgando!». Con ello me quería dar a entender que estuviera espabilado, que no me descuidara, que me diera prisa pero con atención a lo que hacía.
Las tres son machetes. Un machete es un arma blanca corta, pesada, de hoja ancha, generalmente con un solo filo, más larga que la daga y más corta que la espada.
Dos de ellas, la atribuida a Antonio Maceo en Cuba y el Tanagre filipino de las islas Visayas, no son armas como tales, son en realidad instrumentos de trabajo que se empleaban para desbrozar caminos en zonas de vegetación exuberante, para la corta de la caña y madera; sin embargo el tercero, el más moderno, el machete para Infantería de Cuba modelo 1892, si es un arma, diseñada y forjada en la Fábrica Nacional de Armas de Toledo para defenderse de los otros dos.
En Filipinas, el instrumento agrícola por excelencia que usaban los campesinos para tareas de desbroce es el 'Bolo' y el Tanagre es uno de sus ejemplares. Por tanto, este instrumento era el utilizado por las tropas españolas para abrirse camino en las marchas y otras tareas. Cuando existía peligro de ser atacados en esas zonas cubiertas de vegetación se daba orden a las tropas de desenvainar el bolo y llevarlo en la mano para repeler cualquier ataque. Los veteranos reaccionaban rápido, ya sabían de qué se trataba, pero a veces los bisoños se despistaban y eran reprendidos con el dicho: ¡Tú ándate con el bolo colgando…, y verás!
En Cuba, en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) Máximo Gómez, dominicano de nacimiento, dirigió la primera carga al machete y enseñó a Antonio Maceo los principios de la guerra de guerrillas y la utilización del machete en las cargas a caballo. Estas tácticas se siguieron utilizando en la Guerra de la Independencia (1895-1898). Los españoles sorprendidos no tenían tiempo de formar el cuadro de defensa y las bajas eran numerosas. La solución no se hizo esperar y los soldados se equiparon con machetes para enfrentarse a esa amenaza, y al igual que en Filipinas, se oía la voz ¡Tú ándate con el bolo colgando…, y verás!, dirigidas a los recién llegados de la Península.
Hay quien dice que lo del bolo es porque en el machete para infantería modelo 1892, en su recazo reza 'Toledo', y ya se sabe que Toledo es la tierra del bolo, por aquello de las bolas de acero de Vizcaya que venían a la Fábrica de Armas.
¡Anda bolo, que eso es otra historia!